Pelicula:

Los períodos inmediatamente posteriores a las guerras pueden ser interesantes filones desde el punto de vista cinematográfico, y más hoy día, cuando la creatividad parece que no pasa por sus mejores momentos. A vuela pluma, por citar algunos títulos, recordamos Bajo la arena (2015), un intenso drama que contaba la verídica historia de soldados alemanes presos en Dinamarca, donde tuvieron que desactivar miles de minas, con la consiguiente muerte por despedazamiento de muchos de ellos, o, más antiguamente, el díptico del tema por excelencia, las obras maestras de Roberto Rossellini Roma, ciudad abierta (1945), sobre la Italia postfascista, y Alemania, año cero (1948), sobre la postguerra germana; curiosamente esta película, El día que vendrá, se desarrolla en la Alemania recién derrotada por las potencias aliadas, y en un momento dado se habla de un “año cero”: parece haber entonces una referencia hacia el clásico roselliniano, pero también entonces parece haber una osadía sin límites.

Porque la distancia que media entre Alemania, año cero, la hermosa, sensible, impactante, prodigiosa obra neorrealista de Rossellini, y esta vacua, inconsecuente, inconsistente El día de mañana es la que hay entre un clásico imperecedero y otra muestra más del cine-clínex, del cine de usar y tirar, con un tono televisivo que tira de espaldas; eso sí, un tono televisivo muy BBC, que es más costeado y parece mejor...

Hamburgo, cinco meses después del final de la Segunda Guerra Mundial (que tuvo lugar en Europa, como es sabido, en mayo de 1945). Rachael Morgan llega a la ciudad para reencontrarse con su marido, Lewis, coronel del Ejército Británico, encargado de organizar la administración de la ciudad en la postguerra y de reprimir ocasionales revueltas nazis. Ambos, que tienen una tragedia en su pasado común, se alojan en la vivienda de una familia alemana, que perdió a la esposa y madre en un bombardeo. El propietario, Stephen, vive con su hija adolescente, Freda, traumatizada por su trágica pérdida. La convivencia entre los ingleses y los alemanes no es demasiado buena, aunque quizá las cosas cambien...

Sobre una novela del escritor galés Rhidian Brook (que también interviene en la coescritura del guion), publicada en 2013, el director inglés James Kent ha hecho su segundo largometraje para cine, después de Testamento de juventud (2014). Kent es un cineasta perito en series televisivas y TV-movies, habiendo hecho numerosos productos de esas características. No es precisamente un estilista ni se puede decir de él que tenga personalidad propia a la hora de dirigir; más bien al contrario, por lo visto en este film, es un hombre que pone en escena rutinariamente, lo que en el argot de la crítica de cine se suele llamar un “pegaplanos”, solvente profesionalmente pero sin transmitir ni un ápice de emoción. La historia que se nos cuenta tampoco ayuda gran cosa, con la pareja británica traumatizada por una tragedia sin nombre, su desencuentro vital y amoroso, y cómo otro náufrago existencial será el bálsamo para una herida de tal calibre.

Pero en ningún momento llegamos a sentirnos implicados ni concernidos en esta historia un poco marciana, donde reina la incoherencia argumental, donde los personajes actúan al capricho de lo que place en cada momento a los guionistas y el director, donde lo rutinario y la mediocridad parecen ser las divisas de una película manifiestamente prescindible, rodada sin brío ni (lo que es peor) talento.

Keira Knightley se demuestra pronto inadecuada para el film: la actriz londinense siempre nos pareció bastante limitada, y aquí no da los diversos matices que hubiera requerido su atormentado personaje, aunque el director le permite una escenita para su lucimiento, que resulta de una artificialidad penosa. Mejor está Jason Clarke, que es uno de los actores más interesantes de su generación, un hombre que por su físico no hace papeles de galán, ni falta que le hace. El tercero en discordia, Alexander Skarsgard, me temo que no tiene, ni de lejos, el talento de su padre, Stellan Skarsgard; y es que los hijos (Gustaf, Bill, Alexander y Valter) del gran actor sueco, todos actores, no parecen haber heredado precisamente la calidad interpretativa de su progenitor. Además, Skarsgard Jr. y Knightley carecen de química alguna, por lo que las escenas de cama de ambos resultan falsarias, sin credibilidad. En fin, un pequeño desastre, profesionalmente resuelto pero vacío de interés, con una evidente sensación de “déja vù”.


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108'

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El día que vendrá - by , Apr 17, 2019
1 / 5 stars
¿Alemania, año cero?