Pelicula:

King Kong (1933) marcó un antes y un después en el cine de aventuras. Película mítica donde las haya, a la altura de la popularidad de una Casablanca o una Psicosis, el film sin embargo no fue obra de cineastas de primerísima línea, sino de un humilde artesano que empezó como cameraman, Ernest B. Schoedsack, y que nunca más brilló a igual altura, y de un productor, Merian C. Cooper, que dirigió algunos films aunque su papel fundamental en la Historia del Cine fue el de producir buena parte de las grandes películas de John Ford de los años cuarenta y cincuenta: Fort Apache, La legión invencible, Río Grande, El hombre tranquilo, Centauros del desierto.

El que esa película, con la dirección de ambos, que no eran precisamente unos superdotados en ese oficio, consiguiera convertirse en una obra de culto, evidentemente, habrá de deberse a algún tipo de alineación astral que se nos escapa. Lo cierto es que King Kong fue una película que puso de moda el cine con gorilas gigantescos, moda que evidentemente Schoedsack, que continuó todavía por la senda de la dirección, cultivaría también, con títulos como El hijo de Kong (1933). Sin embargo, ambos, Schoedsack como director, y Cooper como productor, volverían a trabajar juntos en este El gran gorila que, parece obvio, busca reeditar el éxito de aquel film mítico.

Como era de esperar, no lo consiguió, aunque sí es cierto que la película tiene buen tono y se ajusta razonablemente a lo que cabría esperar de ella. En este caso la trama no camina por el sendero del mito de la bella y la bestia con el que jugaba King Kong, porque el gorila, más que un amante imposible para la bella, es más bien casi un hijo adoptivo, al haberlo criado esta desde que ambos eran pequeños (ella niña, él cachorro de primate), por lo que el toque sugestiva y crípticamente picante y sensual de la historia de amor imposible entre mujer y mono no existe aquí. Por lo demás, la senda argumental recorre el camino previsible: empresario neoyorquino en busca de nuevas atracciones conoce en África a Jill, joven que tiene a su cargo a un gigantesco gorila, Joe, convenciendo el hombre a la chica para que se muden a la Gran Manzana y allí Joe sea la estrella del espectáculo. Pero cuando llevan ya varias semanas, Jill se da cuenta del error, al ser su querido Joe poco más que un monstruo de feria; entonces intentará volver a África, pero la cosa no será tan fácil...

Con una realización clásica y sin subrayados, profesional, Schoedsack nos cuenta esta por lo demás predecible historia, que se sigue con agrado, y que tiene entre sus efemérides la curiosidad de ser el segundo trabajo en los efectos visuales del gran Ray Harryhausen, que posteriormente pasaría a la Historia del Cine con films tan deliciosos como Jasón y los argonautas (1963) y Furia de titanes (1981); aquí Harryhausen todavía estaba un poco verde, pero su gorila es plausible, y aunque el “stop motion”, ciertamente, le confiere un movimiento extraño, resulta creíble. Otra cosa es cuando hace interaccionar a sus muñecos con seres humanos u otros animales, en donde el truco “canta” muchísimo. La penúltima escena, la del incendio en el orfanato, es un pequeño prodigio de fuerza narrativa, suspense y tensión, con un llamativo virado a rojo que conviene a la naturaleza de la secuencia, con todo en llamas.

El film ganó muy merecidamente un Oscar para esos efectos visuales. En cuanto al reparto, lo cierto es que está cuajado de gente que no fue demasiado popular, salvo Ben Johnson, que sí tendría cierta repercusión, trabajando con asiduidad para John Ford y especializándose en un cierto tipo de personaje “duro” pero positivo.

(10-01-2020)


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94'

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El gran gorila - by , Jan 10, 2020
3 / 5 stars
La bella es madre, y la bestia, hijo