Miguel Picazo fue uno de los nombres fundamentales del llamado Nuevo Cine Español, el movimiento que, a la manera en la que lo estaban haciendo al mismo tiempo en Francia (con la Nouvelle Vague) y en Reino Unido (con el Free Cinema), revolucionó el cine hispano de la década de los sesenta, algo que se debió sobre todo a la generación de cineastas que durante esa década surgió de la Escuela Oficial de Cinematografía, la mítica EOC. De entre esos cineastas, Picazo sería uno de los que más impacto popular y crítico tuvo, y curiosamente con solo una película, La tía Tula (1964), la adaptación de la novela homónima de Miguel de Unamuno que se constituyó inmediatamente en una de las obras cinemaográficas españolas más importantes de la década.
Picazo rodó en los sesenta solo otro film, Oscuros sueños de agosto (1967), que apenas tuvo repercusión, lo que hizo que a partir de entonces se dedicara a hacer notables programas culturales televisivos: Crónicas de un pueblo, Cuentos y leyendas, Los libros... hasta retomar la dirección cinematográfica con la llegada de la democracia, a mediados de los años setenta, con esta El hombre que supo amar (1976), ambiciosa y muy costeada producción, el heterodoxo biopic de San Juan de Dios, alejándose de la habitual (y tan mojigata) hagiografía franquista.
Así, el que entonces era conocido como Juan Ciudad es reflejado como un hombre de su tiempo, los convulsos finales del siglo XVI, cuando el Imperio Español, corroído por pésimas administraciones, estaba ya declinando. Se narra entonces con tonos realistas, cuasi naturalistas, la toma de conciencia de este hombre especial que concibió la hercúlea idea (tan avanzada para su época) de ayudar, sin condiciones, a los más desfavorecidos: hoy me temo que no estaría de moda y además lo tacharían de revolucionario...
Se trata de un interesante filme, bien ambientado y con escenas duras, no aptas para santurrones, lo que explicaría el relativo fracaso comercial de la película. Notable reparto, con un Timothy Dalton que todavía era prácticamente un desconocido a nivel internacional, casi diez años antes de que se pusiera el flamante traje de James Bond, el agente 007. Del resto nos quedamos con un Antonio Ferrandis anterior a Verano azul, la serie televisiva que le marcaría y le convertiría en un mito, y pequeños papeles para jóvenes actrices emergentes de la época como Ángela Molina y Victoria Abril, pero también rostros personalísimos del cine español más maduro, como Antonio Iranzo, Pilar Bardem y la gran Queta Claver. En el costeado equipo técnico destacaron la hermosa fotografía de Manuel Rojas, que recreaba la Granada del siglo XVI, y el gran montaje del maestro Pablo G. del Amo.
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