Aupados a una popularidad fundamentalmente cibernética (aunque después ha tenido su estrambote en cadenas y programas varios, de Canal Sur a Antena 3, del Loco Quintero al catalán Buenafuente), Alfonso Sánchez y Alberto López constituyen un pequeño-gran fenómeno social de nuestros días. Con sus cortos, genéricamente titulados Esto es así (aunque han tenido variantes), filmados mediante planos-secuencia en torno a los diez minutos de duración, estos dos cómicos sevillanos han conseguido una apreciable notoriedad con sus desprejuiciados diálogos entre personajes-tipos de la ciudad hispalense, desde los pijos a los canis, pasando por los perroflautas o los toreros.
Con un humor descacharrante, absolutamente irreverente e iconoclasta, estos dos granujas, con guión y dirección del primero de ellos, han conseguido la suficiente popularidad como para, con más cara que espalda, atreverse a producir su primer largometraje. Han utilizado exitosamente la fórmula del crowfounding o microfinanciación a través de la red, mediante su campaña "Apadrina a un tieso" (toda una declaración de intenciones en su título), mediante cuyo sistema consiguieron los 600.000 euros que ha costado esta El mundo es nuestro.
Hay que decir pronto que no estamos, ni mucho menos, ante una obra maestra. Es más, el director, Alfonso Sánchez (por cierto, homónimo de aquel gran crítico, uno de los personajes más imitados de la vida pública de los años setenta), tan divertido en sus diálogos, tiene mucho que aprender en caligrafía cinematográfica, en capacidad narrativa, en estilo y personalidad.
Pero siendo ésas tan importantes carencias, lo cierto es que la película funciona, sobre todo por el desopilante guión, un disparate que, a fuer de imposible, resulta gracioso a veces hasta las lágrimas, y merced también a un conjunto de actores en su mayor parte desconocidos (si exceptuamos al gran Antonio Dechent, como siempre bordando su habitual papel de hideputa integral), que se desenvuelven como pez en el agua en este atraco perpetrado por dos mamarrachos que se encontrarán en una situación abracadabrante que les supera.
Por supuesto que el sevillano entenderá perfectamente la trama, mientras que, como en círculos concéntricos (andaluz, español, europeo, ciudadano del mundo), el resto de los espectadores se irán despegando de su entendimiento (y no sólo por el acento andaluz utilizado, en algunos casos lindando con el lumpen). Pero esto es como todo: a veces el localismo establece barreras difícilmente franqueables por los moradores de otras tierras, otras realidades sociales.
Seguramente me tacharán de blasfemo, pero tengo que decir que hay resabios de Berlanga, de Azcona, en esta comedia negrísima, en este esperpento en el que no es difícil rastrear la influencia de, por ejemplo, Plácido o Los jueves, milagro. ¿Qué no están a la altura del maestro de Valencia? Pues claro, estaría bueno. Pero la cinta la recorre una poquísima vergüenza, bien empapada de las miserias de los críticos tiempos que corremos, y si bien es cierto que hay personajes tópicos manifiestamente mejorables (ese director de banco, aquí pintado con todos los rasgos posibles de la bellaquería, conforme a la visión demagoga de los pescadores en aguas revueltas), la mayoría de los roles son realistas, casi naturalistas, aunque pasados por el filtro de una comicidad nigérrima.
Terminamos donde empezamos: El mundo es nuestro no es una gran película, pero aspira, con licitud, a hacernos reír un buen rato, y de camino hacernos pensar algo más sobre esta tormenta perfecta, económica, social, política, histórica, que nos asuela. Que lo haga consiguiendo que las comisuras de los labios se abran en una carcajada sin recato es todo un logro. Es probable que no sea un éxito en taquilla, porque sus posibles para publicidad han sido menguados. Pero abre una vía, un venero, el del cine de coste reducido, producido en comandita por miles de pequeños Zanucks, y al calor de un fenómeno de la interrelación como es YouTube, que empieza a ser ya también otro nuevo foco de inspiración, o es utilizado como un elemento estilístico más del cine, ese gran depredador de las otras artes y las otras herramientas de comunicación.
(27-06-2012)
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