El regreso de Ben

Peter Hedges es un guionista norteamericano cuyos mayores méritos hasta ahora han sido los de firmar los libretos de ¿A quién ama Gilbert Grape? (1993), que supuso el descubrimiento del talento de Leonardo di Caprio, y el de Un niño grande (2002), que, contrariamente, confirmó las escasas dotes para la interpretación del balbuciente Hugh Grant; de esta última incluso se ha hecho una serie televisiva hace unos años, también llamada como su título original, About a boy. También ha dirigido algunos films, todos manifiestamente olvidables. Ahora escribe y dirige este El regreso de Ben, y, o somos muy mal pensados, o tiene toda la pinta de ser una operación con la vista puesta en conseguir para su hijo, el jovencísimo Lucas Hedges, el Oscar que acarició en una de sus anteriores películas, Manchester frente al mar (2016), en la que estuvo nominado como Mejor Actor de Reparto. Y es que todo remite a ello: desde el tráiler, en el que se remacha ostentosamente que está interpretada por Julia Roberts, “ganadora del Oscar”, y Lucas Hedges, “nominado al Oscar”, hasta el tema y, sobre todo, el personaje adjudicado a su vástago, el de un adolescente adicto a todo tipo de drogas que se ha convertido en una pesadilla para su familia.

Efectivamente, el Ben del título es un “teen” que vuelve a casa por Navidad (como el turrón...), aunque, salvo su madre, nadie más parece alegrarse; bueno, sí, sus medio hermanos pequeños; porque lo que es su hermana, Ivy, ni su padrastro, Neal, ni sus vecinos, ni nadie en el pueblo (una pequeña localidad en el estado de Nueva York), quiere verlo ni en pintura. La razón es que Ben les ha robado a todos, ha defraudado una y otra vez a todos, ha traficado con todo tipo de sustancias estupefacientes, llevando incluso a la muerte a algunos de sus amigos. Así las cosas, la enésima vez en la que Ben vuelve prometiendo que ahora será diferente resulta, cuando menos, improbable. Pero tal vez ahora sea la buena (o no...).

Como decíamos, El regreso de Ben tiene toda la pinta de ser un vehículo para el lucimiento de Lucas Hedges, llevado de la mano de su padre: a la Academia le encantan los personajes torturados como este, que luchan por salir de las figuradas arenas movedizas que lo han engullido, la adicción a las drogas, y más todavía si, como es el caso, el rol tiene más de un doblez, que le permite mostrar que es un personaje equívoco. A la operación se ha sumado Julia Roberts, quizá pensando que a ella ya le toca también su estatuilla correspondiente, teniendo en cuenta que de la anterior, lograda por Erin Brockovich (2001), ya han pasado 17 años.

Y el caso es que el producto, en líneas generales, funciona razonablemente bien como el melodrama familiar que es, como la historia de (des)confianza que es, una historia que se centra casi obsesivamente en los personajes de madre e hijo, siendo todos los demás simples convidados de piedra para que veamos las esforzadas interpretaciones que (es cierto) hacen Roberts y Hedges Jr. Pero también es cierto que esa historia parece un tanto “light”: acostumbrados como estamos a la descripción de ambientes sórdidos relacionados con la droga, a los torvos paisajes urbanos de camellos y traficantes a mediana escala, a los yonquis con “mono” que te descerrajan un tiro (de bala) por un tiro (de coca), lo que Hedges Sr. pone en pantalla parece de Hermanitas de la Caridad: pero si hasta el siniestro “capo” por el que supuestamente sienten tanto miedo le felicita la navidad a nuestro pánfilo enganchado...

Eso por no hablar de la cualidad de chicle que adquiere aquí la Nochebuena: qué de cosas suceden en esa noche, cuántas vueltas darán la madre y el hijo, cuántas idas y venidas... Lo dicho: una Nochebuena de chicle.

En conjunto, El regreso de Ben termina resultando un agradable, inofensivo melodrama de final previsible, teniendo en cuenta los mimbres con los que ha sido confeccionado y la intencionalidad poco secreta que persigue. No es una mala película: está realizada con corrección, sin alharacas, y se deja ver, aunque corte menos que un cuchillo de palo. Roberts y Hedges Jr., efectivamente, se postulan a llevarse sus estatuillas, y el espectador tendrá quizá la sensación de haber asistido a un telefilm de sobremesa más o menos costeado, con estrella (Julia, of course) de Hollywood incluida, un lujo que no es habitual en ese melifluo formato, el de las TV-movies, cuya vocación no precisamente secreta es la de arrullar al personal en la siesta de los domingos.