El cine francés es, detrás del americano, el que más se ve en nuestro país, como en otro tiempo sucedía con el italiano, señal de que goza de buena salud y de que sus comedias agradan a los espectadores, no sólo franceses en los que logra grandes éxitos de taquilla, sino también a los españoles. La pequeña comedia que nos ofrece en esta ocasión es la historia de dos seres muy diferentes pero que a pesar de todo llegan a entenderse y a quererse, porque del roce nace el cariño.
Por culpa de su inestable estado de salud, el señor Henri es un anciano viudo cascarrabias, que debido a su edad y sus problemas no puede seguir viviendo solo en su viejo apartamento parisino. A pesar de ser bastante gruñón, acaba aceptando la proposición de su hijo de que alquile una habitación a Constance, una joven estudiante de Orleáns llena de vitalidad, que se traslada a París para cursar sus estudios.
Es la cuarta película del director Ivan Calbérac, y primera que vemos en España, una comedia que brinda la oportunidad de reconciliarnos con la realidad a través de este film cómico en el que el anciano acaba por alquilar una habitación de su piso a la joven estudiante a la que pone unas condiciones curiosas para que no tenga que pagar el alquiler: que se deshaga de su nuera a la que odia desde hace años, lo que ocasionará un conflicto familiar.
Está basada en la obra de teatro del propio director, estrenada en 2012, que tuvo tanto éxito que pedía ser llevada a la pantalla, siéndolo muy fiel y a la que airea con bastante facilidad en distintos escenarios sin que apenas se note su origen escénico. Es la relación que se establece entre los tres personajes, el viejo, el hijo y la chica, a la que todo le sale mal debido a la falta de autoconfianza en sí misma, los exámenes, el carnet de conducir, que es contratada para que ayude al anciano, un alma herida por el dolor y los años que está de vuelta de todo. Es una obra muy fresca, en la que el personaje del hijo es el que está peor descrito, y aunque se espera que sea previsible no lo es, pero le hace falta un poco de ritmo, de gracia y algo de mordiente.
Se dan cita aquí dos personajes totalmente diferentes, uno que está empezando a vivir y otro que está en el término de su existencia y con ideas totalmente contrapuestas, que acaban aprendiendo algo el uno del otro, que en lugar de enfrentarse siempre cabe un punto de humor que les permite ver las cosas más claras.
En la interpretación se antepone la veteranía de Claude Brasseur, todo un actor clásico del cine francés, con la bisoñez de Noémie Schmidt en su debut como protagonista, a la que acabamos de ver en su segunda cinta, Manual de un tacaño (2016), que se compenetran bastante bien, que ganó el Premio para ella en el Festival de Cabourg 2016 por este papel.
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