En busca de Summerland

En Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial, muchos niños son evacuados de las ciudades y enviados a pequeños pueblos costeros con familias que, temporalmente, los acogen. Cuando Frank, uno de esos chicos, de catorce años, procedente de Londres, llega a la casa de Alice, una escritora inglesa solitaria y atormentada por una historia de amor del pasado, ella se resiste a aceptarlo. No obstante acaba acogiéndolo únicamente durante una semana, pero cuando se cumple el plazo y llega la hora de deshacerse de él, el sentimiento que ha impactado en la introvertida escritora no será el mismo de cuando llegó a su hogar, ya que Frank ha conseguido conquistar su corazón y hacer cambiar su forma de sentir y nota que ya no está tan sola.

Durante ese tiempo Alice y Frank juegan a buscar Summerland, una idea pagana de lo que es el cielo, el lugar a donde van las almas, según le cuenta ella. Mientras tanto se tocan temas como la fe, la tristeza, el amor prohibido, la ira, la infancia, la esperanza, el poder de la imaginación, la familia, la maternidad...

Se trata de un correcto drama muy británico e intensamente emocional, en torno al amor homosexual en los tiempos difíciles de la guerra, con bellos paisajes, que acaba por convencer sobre las actitudes de los personajes.

A través de diversos flashbacks que lo van ilustrando, podemos ir sabiendo algo más de ellos, especialmente de Alice, y los motivos por los que se siente de esa forma que hace que algunos de los habitantes del pueblo, con los que apenas se relaciona, la consideren una espía nazi o una bruja, sobre todo los niños, que la inquietan constantemente con sus travesuras y no la dejan tranquila en su aislada casa en medio del campo, distante del pequeño pueblo.

El guion nos depara momentos muy gratos y otros bastante divertidos, y alguna sorpresa al final con respecto a la relación de los personajes que protagonizan este drama en tiempos de un conflicto bélico que queda muy al fondo, casi como una simple referencia del devenir de esta conmovedora historia.

Una hermosa producción en la que Gemma Arterton asume el protagonismo de la espinosa escritora que se apoya en muchos momentos en el pequeño actor Lucas Bond, que encarna a Frank, mientras ella recuerda su relación con su amiga Vera, incorporada por Gugu Mbatha-Raw, y entre los habitantes del pueblo destaca la presencia del ya veterano Tom Courtenay en el personaje de un amable profesor de la escuela local.

El bien estructurado guion nos reserva en el tercio final algunos giros inesperados pero no por ello menos importantes, que constituyen una auténtica sorpresa para el espectador que así le encaja mejor el desenlace.

El film está adornado con una bella fotografía de Laurie Rose, que saca buen partido a los paisajes y los acantilados, a la que acompaña la adecuada música compuesta por Volker Bertelmann.

Un drama muy inglés, con el habitual buen hacer de esta cinematografía, que está dirigido por la guionista Jessica Swale, quien tras realizar cuatro cortos ha escrito esta bonita historia con la que debuta como directora en el largometraje, cosa que hace con buenas maneras con esta estimable cinta muy agradable de ver.