Hay una novela de Ken Follett, titulada en el original inglés Jackdaws (lo que viene a ser Grajillas), publicada en España como Alto riesgo, que tiene bastantes similitudes con este film. En la novela, ambientada en la Segunda Guerra Mundial, un comando de cinco mujeres espías inglesas habrá de sabotear cierta central de comunicaciones para facilitar el Desembarco de Normandia, al impedir que la Wehrmacht, el poderoso ejército nazi, pueda reaccionar a tiempo al faltarle información sobre la maniobra aliada. En esta Espías en la sombra, en el mismo contexto bélico, un comando de cinco mujeres espías, en este caso francesas, habrá de rescatar de un hospital francés situado en zona ocupada a un geólogo con información crucial sobre el tema del mentado Desembarco. Dado que en los créditos no se menciona para nada a Ken Follett, ¿debemos creer en las casualidades, o en la poligénesis, como diría Umberto Eco?
De una forma u otra, lo cierto es que estamos ante un buen film comercial, dirigido con tablas por un especialista del cine de gran presupuesto como es Jean-Paul Salomé, con apellido de bailarina con ciertas dosis sádicas (esa cabeza del Bautista…). Espías en la sombra es, entonces, un producto más que decente, que aspira a llevar al cine a ese público que habitualmente gusta del cine de acción, thriller, bélico y misterio yanqui, con la particularidad de que aquí es francés, sin por eso tener menos interés, ni mucho menos. Tenemos dicho “ad nauseam” que en España, y por consiguiente en Europa, además del cine pequeño, comprometido e interesante, hay que hacer mucho cine comercial, porque una industria digna de tal nombre sólo se puede cimentar sobre una cinematografía que ingrese cantidades importantes en taquilla (y en el resto de los segmentos de explotación, por supuesto).
La historia está bien contada, con tensión y fuerza, bien interpretada, con una Sophie Marceau que nadie hubiera dicho hace unas décadas, cuando era la musa de varios cineastas intelectuales europeos (Tavernier, Zulawski, Pialat, Antonioni), que terminaría pegando tiros a mansalva en un film. Pero no sólo de pan vive el hombre, como dice el proverbio bíblico, y no sólo de cine exquisito debe alimentarse tampoco el intérprete.
En definitiva, un film que entretiene dignamente, ambienta adecuadamente una época que no puede, no debe volver nunca, y no humilla la inteligencia del espectador: ¿quién da más?
(14-11-2008)
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