Dirigida por Richard Attenborough, Gandhi se sitúa en lo más genuino del cine inglés por su cuidado en la reconstrucción ambiental y la recreación en el detallismo histórico. Sobre un argumento lineal se vierten los principales acontecimientos, acción e ideología del biografiado; al tiempo, no faltan los elementos expresivos necesarios para plasmar una vida cuajada de actividades y de reflexión.
En este sentido, Gandhi participa de dos tendencias que son difíciles de encontrar combinadas en el cine histórico: la extroversión, en la que predomina la aventura, el belicismo, la acción, y la introversión, en la que el personaje ofrece toda una serie de matices psicológicos, de postulados teóricos que pueden convertirse en conductas.
El intérprete de Gandhi, Ben Kingsley, ha logrado un trabajo de los que suelen marcar huella en la vida de un actor: la gama de matices ofrecidos con gestos y miradas indica que no se ha tratado sólo de conseguir un extraordinario parecido físico sino de adentrarse en las interioridades de una psicología donde la intuición artística era el mejor complemento al yoga y a la dieta.
La película se inicia con la partida del personaje de la India a Sudáfrica para practicar la abogacía. La discriminación a la que se ven sometidos los hindúes provoca una fuerte reacción a favor de los emigrantes; sin hacer frente a la violencia con que se les castiga, consigue liberar a sus conciudadanos de trabas discriminatorias.
De vuelta a la India comienza a luchar por su independencia, a dirigir espiritualmente la nación. Las huelgas de hambre como recurso contra los imperialistas comienzan a hacer efecto; el gobierno inglés responde con el presidio a Gandhi, pero ya el país se le ha empezado a ir de las manos. La desobediencia civil, la protesta contra el impuesto de la sal, tienen como contrapartida crueles masacres y represalias; prisión y ayuno, ayuno y prisión... ¡conseguida la independencia!
Pero la India es una nación dividida y el enfrentamiento tendrá final: musulmanes e hindúes acabarán como territorios distintos, India y Pakistán. Son secuencias decisivas en la película; en ellas se incluye el final de Gandhi, cuando éste, tras una huelga de hambre para apaciguar los ánimos de sus compatriotas, es asesinado por un extremista que disiente de la política contemplativa y contemporizadora del líder.
Attenborough ha plasmado en Gandhi toda una filosofía de vida por medio de la magnificencia de su personaje. El ideal de vida gandhiano se hace realidad, en cada momento, en sus relaciones con los demás. Se abre el filme con el asesinato del héroe y acaba de la misma manera, repitiendo una de las tomas y ofreciéndola con angulaciones variables; a lo largo de este anillo asistimos, secuencia tras secuencia, a los hitos biográficos e históricos.
El realizador tenía dos posturas distintas para mostrar a su personaje: como hombre y como semidiós. Ha escogido un ángulo de mira intermedio; enfocado desde abajo, para ensalzar una figura difícilmente repetible tocada por el signo de lo carismático; enfocado desde arriba, más imperceptiblemente, para no perder de vista al hombre que Gandhi nunca dejó de ser.
Una anécdota del rodaje testimonia sobre el sentido mítico del personaje: un campesino hindú se acercó a besarle los pies al intérprete; éste le advirtió de su simple condición de actor; pudo oír como respuesta: "a través de usted, él volverá a vivir".
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