Pelicula:

CINE EN PLATAFORMAS


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La serie de Indiana Jones, hasta ahora compuesta por cuatro entregas (En busca del arca perdida—1981-, Indiana Jones y el templo maldito-1984-, Indiana Jones y la última cruzada-1989-, e Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal-2008-) es, qué duda cabe, uno de los hitos por excelencia de la cultura popular del último medio siglo. La serie bebió evidentemente en las humildes aventuras “pulp” de los años cincuenta, con las que se crió Steven Spielberg y que dio sus frutos, sobre todo, con el primero de esos capítulos, En busca del arca perdida, que nos parece uno de los grandes hallazgos del cine de aventuras del siglo XX, en el que se perfiló un personaje interesantísimo y carismático, el arqueólogo Henry (conocido como Indiana) Jones, experto en localizar reliquias del pasado de lo más variopintas y legendarias, como esa bíblica Arca de la Alianza que será el objeto de deseo no solo de nuestro hombre, sino también de los nazis, que suponen puede servirles para sus abyectos fines de dominar el mundo.

La franquicia fue de más a menos, de tal manera que el segundo capítulo, Indiana Jones y el templo maldito, aún teniendo escenas estupendas (como la de la vagoneta huyendo a toda pastilla por la vía de la mina con nuestro héroe y sus acompañantes dentro) y manteniendo, en general, el tipo, parece claro que bajaba un peldaño sobre el estado de gracia de la primera entrega; ese mismo progresivo deslizamiento ocurría con la tercera parte, Indiana Jones y la última cruzada, en la que, eso sí, aparecía un personaje nuevo que daba mucho juego, el padre de Indi, interpretado por Sean Connery (aunque solo era 12 años mayor que Harrison Ford: ¡vaya paternidad precoz!), lo mejor sin duda de una aventura ya un tanto descafeinada, lo que hizo que, aunque en taquilla funcionó bien, se abandonara temporalmente la continuidad de la saga, hasta que, casi dos decenios después, probablemente por uno de esos baches taquilleros que, periódicamente, suceden en las productoras, Spielberg y George Lucas, propietarios de los derechos, rodaron la cuarta entrega, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, que, aunque funcionó bastante bien en taquilla, sin embargo concitó un generalizado consenso negativo en la crítica, que la tildó de elemental, repetitiva y, en general, poco trabajada. Aquello pareció poner fin a la saga, pero hétenos aquí que de nuevo aparece nuestro arqueólogo favorito en este quinto (y último para Harrison Ford) capítulo, en el que el doctor Jones se despide de la serie aunque, si este nuevo episodio tiene suficiente éxito, no sería extraño que la franquicia continuara con algún sucesor (o sucesora, más bien...) que enarbolara el látigo y el sombrero archiconocidos de nuestro héroe.

Esta quinta entrega se nos antoja una aventura ciertamente arriesgada, y no solo por las muchas aventuras que, efectivamente, contiene (esa es la esencia de la serie, por supuesto), sino porque está por ver que las nuevas generaciones, que son las que actualmente van al cine, estén interesadas en un personaje que tiene más de cuatro décadas encima, y que solo han visto (si es que lo han visto...) en pases televisivos o en plataformas. Previendo esa posibilidad, los autores han incluido entre los personajes, además de a un anciano Ford, que conecta con las generaciones que vieron en pantalla grande las primeras pelis, a un preadolescente y a una treintañera, para intentar cubrir todos los flancos generacionales. De todas formas, está por ver cómo funciona en taquilla, sobre todo porque el presupuesto ha sido desmesurado, casi 300 millones de dólares que, en estos tiempos, parece una barbaridad.

La acción se sitúa inicialmente en 1944 (no se cita en ningún momento la fecha pero sí que los nazis están ya perdiendo la Segunda Guerra Mundial). Indiana Jones y su amigo Basil Shaw intentan recuperar la supuesta lanza de Longinos, con la que el soldado romano remató a Jesucristo en la cruz. Los nazis los capturan, pero consiguen escapar y, en un tren cargado de expolios artísticos, conocen (traumáticamente...) al físico doctor Voller, que trabaja para Hitler y está obsesionado con la llamada “anticitera” o “dial del destino”, un artefacto mecánico creado por Arquímedes en la Antigüedad que, supuestamente, permitiría encontrar grietas temporales que harían viable viajar en el tiempo. Un cuarto de siglo más tarde, en 1969, el doctor Jones se jubila en la universidad de Nueva York, donde impartía clases, el mismo día en el que el ser humano llega por primera vez a la Luna; aparece entonces su ahijada Helena, hija de Basil Shaw, que se ha convertido en una arqueóloga mercenaria que vende reliquias al mejor postor, y está muy interesada (por puro interés crematístico...) en completar la anticitera, dividida en tres partes; el doctor Voller, ahora cambiado de apellido y trabajando para la NASA, también la busca, y no se parará en barras para conseguirla...

Lo cierto es que nos parece que, aunque este quinto episodio de la saga de Indiana Jones mejora con respecto al cuarto (que era bastante endeble), no llega, ni de lejos, no ya al nivel de En busca..., lo cual hubiera sido improbable, sino tampoco al del segundo, Indiana Jones y el templo maldito. Está claro que el envite debía tener su parte nostálgica, autorreferencial (y en eso hay multitud de guiños que remiten a los capítulos iniciales, en especial al primero), pero también algunos elementos nuevos que nos hicieran ver que no estamos ante un mero refrito de lo ya visto con anterioridad. Es cierto que la película se deja ver con agrado, con esa sensación de estar en un lugar conocido, del que nos sabemos todos los detalles, algo así como un virtual hogar cinematográfico en el que controlamos todas sus claves, sus personajes, la forma en la que van a responder a los desafíos que se les plantean, etcétera. Pero también nos parece que las numerosas escenas de acción, que son en general muy imaginativas, carecen del don de la medida, y todas ellas se alargan mucho más de lo que sería razonable para no cansar al espectador; alguna, como la del tren, resulta bastante predecible, entre otras cosas porque luchas sobre el techo del ferrocarril habremos visto, no sé, quinientas mil (eso sin ser exagerados...); otras son mucho más originales, como la persecución que tiene lugar en Marruecos con nuestros personajes montados en una especie de motocarros típicos del lugar para transportar turistas, en una escena muy entretenida y bien planificada; o la de Indiana corriendo a caballo a lo largo de la cabalgata neoyorquina que celebra la llegada del Hombre a la Luna. Pero todas esas secuencias de acción, magníficamente planificadas y rodadas, sin embargo nos han parecido extenuantemente largas, de tal manera que la generación de adrenalina que, sin duda, produce en el espectador, llega un momento en que no da más de sí, y entonces el efecto de tensión que debería producir se va amortiguando por la acumulación de las escenas de acción. Por supuesto, el cine de aventuras va de suyo en cuanto a la inverosimilitud de sus escenas, en las que los protagonistas realizan (sin necesidad de poderes taumatúrgicos, solo gracias al dedo del destino, o a la mera suerte) toda clase de acrobacias, saltos, carreras, etcétera, sin que mayormente ni se despeinen, pero ese cine requiere también de su justa medida: dar más de lo aconsejable juega en su contra, como nos parece que ocurre aquí.

James Mangold, director que por primera vez sustituye a Spielberg en la dirección de la saga, nos parece que hace un trabajo aseado y razonable. No es mal cineasta, aunque tenga entre sus créditos (más bien sus “débitos”...) aquel horrible Noche y día que rodó Tom Cruise en Sevilla. Su estilo es correcto, sin alharacas ni subrayados, por supuesto consciente de que está dando continuidad a una serie que tiene sus códigos y sus claves, y, por tanto, no necesita a nadie a los mandos que se ponga creativo.

El conjunto, entonces, nos parece agradable aunque irregular, agradable también por el reencuentro con entrañables personajes de nuestra infancia y juventud, como, sobre todo, el propio doctor Jones, pero también su pareja, Marion, con la que tendrá un reencuentro que (ay, el arrabal de senectud) nos recuerda que todos, inexorablemente, envejecemos...

Dado el astronómico (como el vuelo del Apolo XI que se celebra en una de las partes de la peli) presupuesto, parece evidente que la continuidad de la saga, aparte de por el hecho de que alguien herede el látigo de Indiana y porque Spielberg & Lucas (ambos ya con una edad...) también vayan delegando en sus sucesores, pasa porque la película tenga un resonante éxito de taquilla. Habrá que ver, entonces, si hay opción a que volvamos a ver en pantalla a este arqueólogo (o más bien arqueóloga, como decíamos...) buscando tesoros imposibles y haciendo piruetas como si, en vez de graduarse en la UCLA, lo hubiera hecho en el Circo del Sol...

Agrada volver a ver a Harrison Ford con el sombrero de Indiana, aunque es cierto que lo vemos bastante avejentado: y es que tiene 80 años, aunque aquí quieran hacer creer que tiene como 65, la edad de jubilación; agrada verlo con (gracias a la tecnología digital) su rostro de hace cuarenta años, en la secuencia inicial en el tren con arte expoliado por los nazis; agrada que su coprotagonista sea una chica, aunque ésta se mueva, al menos por ahora, por unos criterios puramente económicos que no casan demasiado con el interés filantrópico, antropológico y paleontológico que siempre animó al doctor Jones, aunque se supone que es el signo de los tiempos, ese cinismo vital que lo impregna todo, en especial la grey joven; agrada tener un villano de una pieza, ese Mads Mikkelsen que lo hace todo bien, qué tío, incluso este doctor Voller claramente inspirado en el verdadero Wernher Von Braun que pasó de diseñar los cohetes V2 que aterrorizaron Londres durante la Segunda Guerra Mundial, a artífice de la llegada a la Luna por parte de la NASA. Bien el resto de secundarios, con un Toby Jones que, como siempre, está excelente, y un Antonio Banderas que tiene poco papel, y además más bien desdibujado.

La música de John Williams nos recuerda dónde estamos, con esos sones inolvidables que son, por supuesto, patrimonio de todos, sones que, hoy día, cualquiera con un mínimo de cultura cinematográfica es capaz de tararear. El griego Phedon Papamichael, como director de fotografía, que ya había colaborado anteriormente con Mangold y está artísticamente muy relacionado con George Clooney, con el que ha trabajado varias veces, juega con una paleta de colores que recuerda poderosamente la de anteriores entregas, lo que debe entenderse, por supuesto, como un elogio.

(01-07-2023)


Indiana Jones y el Dial del Destino - by , Dec 29, 2023
2 / 5 stars
Una aventura arriesgada