Pelicula:

Lars Von Trier sigue por su senda de la provocación, elemento que, con el tiempo, está claro que viene a ser el fundamental en su carrera; este su (por ahora) último intento de epatar al público se ha saldado con un fracaso crítico y de taquilla, lo que, a lo mejor, con un poco de suerte (no tengo mucha fe en eso, no...), hace que reconsidere su postura y vuelva a hacer cine “normal”, lo que quiera que sea tal cosa. Porque La casa de Jack busca premeditadamente golpear al espectador y ponerle el cuerpo malo, como decimos en mi tierra; a fe mía que lo consigue, pero eso no es cine.

Y lo curioso es que, estando Von Trier a los mandos, el film está hecho irreprochablemente, incluso en las secuencias en las que el cineasta opta por recordar aquella pamema del Dogma’95 que él, allá en los años noventa, inventó (y que una buena panda de descerebrados siguió como si fueran las Tablas de la Ley...), con su cámara al hombro y sus movimientos espasmódicos cual baile de San Vito. Pero, al margen de esas patochadas, el film está narrado con la maestría de un cineasta que a estas alturas, es evidente, es uno de los que mejor guioniza, de los que mejor rueda, de los que mejor monta en el mundo.

Pero no siempre la forma es lo importante. En este caso la historia, que Von Trier sabe (y quiere que sea) abominable, no deja resquicio para nada que no sea la maldad absoluta, amoral, de un tipo, el Jack del título, que durante 12 años (aunque ese período se dice en las gacetillas, en ningún momento se cita en la propia película) asesina a más de sesenta personas, sobre todo mujeres, por el mero placer de matarlas de la forma más alevosa, considerando que con ello está haciendo arte. Un diálogo, en negro, con un personaje llamado Verge, que al principio parece su psicoterapeuta, o el psicólogo de la prisión, y termina siendo otra cosa (no “spoilearemos...”), nos va dando las ¿explicaciones? sobre su comportamiento vesánico, sobre su insania, su demencia absoluta volcada en cometer cuantos más crímenes mejor y de la forma más salvaje y brutal posible.

Así las cosas, La casa de Jack es un film que ciertamente resulta estomagante, sin asideros ni morales ni éticos para el espectador, ni posibilidad remota de identificación con el protagonista, un cabrón que se dedica a matar a sus congéneres por el mero placer de hacerlo, y, además, en el caso de las mujeres, con un extraordinario alarde de misoginia y crueldad añadidas, no solo masacrándolas sino, previamente, humillándolas hasta la abyección.

Seguramente la realidad es incluso peor que lo que Von Trier propone: crímenes verídicos como los del monstruo de Amstetten (aquel austríaco felón que mantuvo durante 24 años en cautiverio a su hija, a la que violó repetidamente y tuvo con ella 7 hijos, todos también encerrados en el mismo sótano) confirman hasta qué punto el ser humano puede llegar en su grado de execrabilidad. Crear una historia como esta La casa de Jack no parece que ayude mucho precisamente a que este tipo de tarados que disfrutan con el dolor ajeno desaparezcan, o al menos amainen. Evidentemente, el cine no tiene por qué cumplir una función ejemplificadora, pero tampoco parece lógico que propicie justamente todo lo contrario, y, sobre todo, que su mirada, como ocurre en este caso, no solo no sea neutral, sino que, vía humor y vía perspectiva, resulte incluso groseramente cómplice de las barbaridades de este personaje que, ciertamente, tiene un lugar de honor en cualquier galería de criminales de la historia, sean ficticios (como el paradigmático Norman Bates de Psicosis) o reales (pongamos, aparte del “monstruo de Amstetten” y otros muchos similares, al no menos paradigmático Charles Manson, por su relación –tan sangrienta, tan horrenda...— con el cine).

Matt Dillon, que al principio de su carrera encadenó varios títulos estimulantes, como Rebeldes, La ley de la calle y Drugstore Cowboy, pero cuyo último film interesante, Crash (Colisión), se remonta a 2004, debe haber aceptado el papel con la indisimulada intención de relanzar su filmografía, aunque me temo que con escaso éxito. Del resto del reparto citaremos a un Bruno Ganz cuya implicación en su personaje (lo que quiera que sea este, que no tenemos muy claro –él creo que tampoco...--) es nula, limitándose a declamar sus textos y poco más.

En uno de los diálogos en negro del protagonista con Verge, Jack le habla, entre otras cosas, del descubrimiento de lo que él llama “la luz oscura”, que sería la que aparece en los negativos de las fotografías en los focos de luz, lógicamente de color oscuro al ser la imagen inversa de la real. Esa luz oscura sería su idiosincrasia, el envés del ser humano sensato, cabal y generoso, el hombre cuyo placer consiste en infligir dolor y muerte a los demás. Así las cosas, habrá que decir, metafóricamente: qué buena cosa que la fotografía digital haya acabado con los negativos...

Contada en “cinco incidentes” y un epílogo a modo de catábasis o descenso, que nos permite darnos una cultista vuelta por los círculos del Dante, La casa de Jack es una de las películas manifiestamente más prescindibles de los últimos años: si no existiera, el mundo es posible que fuera un poco mejor, o al menos no empeoraría. Como diría el otro: no des ideas, Lars, no des ideas...

Nota a pie de página: al margen de la crueldad (evidentemente ficticia) con los personajes humanos, Von Trier se permite un plano de brutalidad absoluta con un animal. Dicen los créditos que no se ha herido ni maltratado a ningún animal: ojalá sea cierto y las maravillas digitales hayan protegido al patito; aún así, el verismo de la escena, y las características del humano que la protagoniza, hacen que cualquier espectador sienta removerse en su interior aquella primera papilla que, hace tantos años, tomamos en nuestra más tierna infancia...



Dirigida por

Género

Duración

152'

Año de producción

Trailer

La casa de Jack - by , Feb 01, 2019
1 / 5 stars
La luz oscura