Sobre el Holocausto se ha hecho mucho cine. Generalmente se recibe con interés porque retrata una de las páginas más negras de la Historia del ser humano, y recordarlo es vacunarnos (no sé si con éxito, visto lo visto…) contra su repetición. Otra cosa es que no siempre tiene interés. Para entendernos, hay obras cinematográficas de primera línea sobre tan lacerante tema, como La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg, El pianista (2002), de Roman Polanski, o El hijo de Saul (2015), de László Nemes, o fuera del cine comercial, la monumental Shoah (1985), de Claude Lanzmann, pero bajo el paraguas del Holocausto también se han refugiado películas mucho más endebles, sin auténtico interés.
Es el caso de esta La casa de la esperanza (horrible título español, por cierto), que nos cuenta una historia basada en hechos reales, y que presenta un nuevo caso de filantropía en el que una o varias personas se jugaron el físico durante el nazismo para salvar a decenas, cientos, miles de judíos. En esa línea se han visto ya la mentada La lista de Schindler, pero también la TV-movie El ángel de Budapest (2011), de Luis Oliveros, sobre un diplomático español en la legación en la capital húngara que consiguió salvar la vida de numerosos judíos. En La casa de la esperanza los protagonistas son una pareja de polacos que poseen un zoológico en Varsovia; cuando la Alemania de Hitler invade el país el 1 de septiembre de 1939, el cuasi idílico mundo que habían construido se vendrá abajo, y tendrán que plantearse arriesgar sus vidas para salvar a los proscritos hebreos, escondiéndolos en el sótano de su zoo (el zoo humano, dicen en un momento dado, presagiando sin saberlo el título de la obra capital de Desmond Morris), aunque para ello tendrán que confraternizar con un capo nazi supuestamente interesado en animales…
El problema del filme es su carencia de relieve: es plano, impersonal, no se intuye tragedia real sino impostada; la escena en la que dos soldados raptan a una apenas niña para satisfacer sus inconfesables deseos es buena muestra de ello: está dada con atonía, con falta de intensidad, con una planificación roma, sin auténtica vida. Pues como esa escena, todas. No hay alma en esta película que debería ser rabiosa por su contenido, no hay verdadera transmisión de emociones, a pesar de que estas se deberían encontrar, como es lógico, a flor de piel.
A Niki Caro, directora neozelandesa que tiene tras de sí una ya apreciable carrera, al menos en cuanto a títulos, la recordamos por su interesante En tierra de hombres (2005), con una notable Charlize Theron, pero aquí, ciertamente, no ha dado en la diana.
Y eso que ha contado con la que es posiblemente la mejor actriz de su generación, una Jessica Chastain de nuevo espléndida: pero está claro que ella sola no puede redimir un fracaso colectivo como es esta La casa de la esperanza. Daniel Brühl no resulta demasiado convincente en su personaje, que debería tener más “trastienda”, más lado oscuro, que aquí no se ve por parte alguna. Y es que al por lo demás talentoso actor hispano-alemán, me temo, no le van los papeles de villano.
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