Uno de los géneros que hizo fortuna durante el régimen de Franco fue el de la folclorada supuestamente andaluza, películas hechas a mayor gloria de la cantante o el cantaor de turno, cuando no el bailaor. Lo cierto es que el flamenco es muy difícil de trasladar al cine, o al menos es difícil hacerlo de tal manera que no contraríe la esencia misma del cinematógrafo, y sea una muestra de arte tan válida como una soleá bien cantada en un escenario o en una peña.
Jerónimo Mihura, hermano del gran comediógrafo Miguel Mihura, se inició en el cine como director en 1942, hizo largometrajes, pero también trabajó en el NODO y en TVE, y entre sus películas hubo varias folcloradas como esta La copla andaluza, que constituyó su retirada de la dirección cinematográfica. El argumento del filme recoge todos los tópicos del ínfimo género: una mujer enamorada es abandonada por su novio. El hermano de la repudiada va a enfrentarse con el casanova, y entre una cosa y otra se arrancan por peteneras, bulerías o lo que haga falta. El flamenco se merece mucho más que películas como ésta, que desmerecieron del cante jondo y de la propia esencia andaluza, tan injustamente bastardeada.
Lo único realmente interesante de la película es estrictamente ajeno a lo cinematográfico; se trata, por supuesto de los artistas flamencos, con las voces y el genio de Rafael Farina o Adelfa Soto, y sobre todo, de ese terremoto de la naturaleza que es la Paquera de Jerez, que justifica por si sola la visión de la película, pero considerándola como si de un documental flamenco se tratara.
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