Pelicula:

La historia de cómo se hizo La guerra de las corrientes es casi más curiosa que la película misma. El guion lo escribió Michael Mitchnick allá por 2008. En 2012 la productora rusa Bazalevs Production se hizo con los derechos, para ser dirigida en principio por uno de sus propietarios, el director y productor ruso-kazajo (afincado en los USA) Timur Bekmambetov, quien finalmente se cayó de la realización aunque no de la producción, a la que se unieron nombres del prestigio de Martin Scorsese y Steven Zaillian, e incluso una de las estrellas que la protagonizaría, Benedict Cumberbatch. Para la dirección se fichó a uno de los nombres emergentes del cine “indie”, el texano Alfonso Gómez-Rejón, que había llamado la atención con su estimulante Yo, él y Raquel (2015). Tras el rodaje, se presentó en el Festival de Toronto un montaje que no pudo ser supervisado por el director sino por el poderoso Harvey Weinstein, justo antes de caer este en desgracia cuando fue denunciado por numerosas mujeres, dentro del movimiento #metoo, por sus continuos abusos a lo largo del tiempo hacia muchas de las féminas que colaboraron con él durante varias décadas. Las críticas fueron nefastas, y además The Weinstein Company, la distribuidora, se declaró en quiebra tras conocerse las atrocidades de su director, por lo que la película se quedó varada en un limbo.

Tiempo más tarde Gómez-Rejón se entera de la existencia de una cláusula en el contrato de Scorsese como productor que permitía un “director’s cut”, un montaje del director, consiguiendo entonces que se aporte un millón de dólares adicional a los 30 que ya había costado, rueda nuevas escenas, elimina otras, corta diez minutos del metraje original y hace su propio montaje. Ese, finalmente, es el film que ahora se ha distribuido, aunque diremos pronto que, si este es el montaje bueno, cómo sería el malo...

Porque lo curioso es que La guerra de las corrientes parte de una historia interesantísima, la pugna nada soterrada que, a finales del siglo XIX, dirimieron Thomas Alva Edison y George Westinghouse (con el añadido del mítico Nicola Tesla) para hacerse con el incipiente negocio de la iluminación artificial de los Estados Unidos, preconizando cada uno de ellos un sistema distinto: Edison, la llamada “corriente continua”, más segura pero también más cara y de más corto alcance; y Westinghouse, la “corriente alterna”, mucho más barata pero también más peligrosa. Esa batalla nada soterrada se jugó con armas lícitas e ilícitas, o al menos poco éticas, como la que Edison inició cuando electrocutó a un caballo con corriente alterna para que la prensa fuera testigo del riesgo que suponía esa opción, o cuando Westinghouse hizo pública la correspondencia oculta con la que Edison asesoró al gobierno USA para la utilización de electricidad para la ejecución de reos condenados a la pena capital, en contra de los principios que siempre había preconizado Thomas Alva.

Y, sin embargo, esta historia que, además de verídica, es a priori interesantísima, el enfrentamiento de dos genios de la inventiva que mutuamente procuraron anular al otro, con un tercer elemento, Tesla, que se merecía un film para él solo, en la película nos resulta átona, plomiza, sin fuerza alguna. Como bromeamos en el título, más que con corriente alterna o continua, parece que va con pilas, y no precisamente alcalinas...

Parece claro que las vicisitudes por las que ha pasado, desde el montaje no supervisado por el director, pasando por su posterior remontaje, con escenas añadidas y corte de metraje, no han ayudado precisamente a dar coherencia ni fuerza a una historia que, bien contada, podría haber sido de lo más jugosa. Pero apenas nos enteramos de casi nada de Edison (que ya ha sido llevado al cine en varias ocasiones, siendo lo más recordado el díptico rodado en 1940, El joven Edison, de Norman Taurog, con Mickey Rooney como el inventor en su juventud, y Edison, el hombre, de Clarence Brown, con Spencer Tracy), más allá de su engreimiento, su amor por su mujer (Mary, la famosa protagonista de aquella primera grabación del fonógrafo que inventó Edison), y lo pagado que estaba de sí mismo, y casi menos todavía de Westinghouse, más allá de su resentimiento por sentirse desairado por quien consideraba su par, Edison.

Así que en este caso las vicisitudes no tanto de rodaje, sino de montaje, distribución, etcétera, han dado como resultado una película flácida, que parece movida a pedales en vez de con energía del siglo XXI, un film de bajo voltaje que nos deja más bien a oscuras (sí, se presta a todo tipo de juegos de palabras y metáforas “ad hoc”, es cierto...).

Lástima, porque ya decimos que la trama era muy atractiva, y que el esfuerzo de producción, para una película de estas características, ha sido apreciable, contando incluso con Scorsese en la producción, con un cineasta joven y talentoso, y un reparto de lo más apañado, con dos “prima ballerina” notables, Benedict Cumberbatch y Michael Shannon, para nuestro gusto de los mejores de su generación, y algunos más jóvenes pero igualmente estupendos, como Nicholas Hoult y Tom Holland.

(16-01-2020)


La guerra de las corrientes - by , Jan 16, 2020
1 / 5 stars
Va con pilas (y no son alcalinas...)