La ley de la frontera

Quizá sorprenda el giro dado por Aristaráin, tan dado siempre al cine de compromiso social, tras su primer gran éxito internacional con Un lugar en el mundo, al abrazar ahora la causa de la aventura entreverada de comedia. Pronto se advierte que no hay mucha distancia entre el mensaje comprometido de su anterior filmografía y esta irregular pero a ratos agradable sátira, parodia de los aventureros "avant la lettre", con niño de papá que quiere comerse el mundo y termina siendo comido por éste, analfabeto reciclado en luchador antifascista y bandido anarquista que termina conchabado con un policía fulero.

Pero no siempre brilla Aristaráin a la misma altura: toda la parte inicial es más floja que el resto del filme, que gana altura en cuanto aparece Aitana Sánchez-Gijón, y, sobre todo, cuando entra en escena el carismático Federico Luppi, capaz con su sola presencia de dotar de humanidad a un personaje, el del forajido conocido como El Argentino, tan idealista como sanguinario, tan trágico como cómico, en una composición magistral, nada nuevo para quien conozca a este portento porteño.

A su lado, los dos jóvenes que incorporan a sendos pícaros de tan diferente jaez, Pere Ponce y Achero Mañas, parecen aficionados. Todos, con Sánchez-Gijón tan desenvuelta tras su aventura americana que le permite incluso interpretar a una periodista hispano-yanqui, conforman una simpática, a veces briosa, en conjunto interesante historia en tierra de nadie.