Sobre este tema se han hecho hasta ahora al menos tres películas. La más reciente, datada en 1988, se tituló en España El terror no tiene forma, constituyendo la tercera versión de este The blob que comentamos. Hubo una segunda versión, de 1972, titulada originalmente Beware! The blob, cuyo factótum fue Larry Hagman, nada menos que el recordable J.R. de la serie televisiva Dallas, y que se tomaba la historia obviamente a chacota.
Pero la primera y genuina fue esta La masa devoradora, un filme de serie B, de esos estupendos clásicos americanos de los años cincuenta, rodados generalmente por artesanos sin relevancia, que encontraban sus mejores armas en un diseño de producción económico, eficaz y sumamente profesional. Ése es el caso de esta película, que cuenta la historia de una especie de gelatina que cae a la Tierra, en una ciudad en la que comienza a sembrar el pánico. Destruye cuanto toca, además estre estertores provocados por una agonía espantosa.
Lo mejor del filme es su atmósfera, densa y crispante, como en las películas de la época que marcaron una etapa dorada del cine yanqui de terror y misterio: Ultimátum a la Tierra, El increíble hombre menguante, La mosca y tantas otras.
El director, Irwin S. Yeaworth, Jr., fue un oscuro artesano que puso su mejor oficio para que la historia funcionara, y ciertamente lo consiguió. Al frente del reparto se situó un por entonces muy joven Steve McQueen, el malogrado actor fallecido prematuramente a principios de los años ochenta, y que marcaría toda una época del cine de aventuras, con películas como Los siete magníficos, Junior Bonner, La huída, El caso Thomas Crown y La gran evasión, entre otras muchas.
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