Liam Neeson, qué duda cabe, es uno de los nombres más populares del cine de los últimos treinta años: aunque su película más recordable es, sin duda, La lista de Schindler (1993), por la que pasará a la Historia del Cine, ha estado también en otros títulos relevantes que le han mantenido en primera línea de la atención mediática, desde la woodyana Maridos y mujeres a la filoescocesa Rob Roy, desde la proirlandesa Michael Collins a la protohistoria de la Gran Manzana en la scorsesiana Gangs of New York, pasando por la biografía del padre de la sexología moderna en Kinsey. Pero desde 2008, sin abandonar el cine de prestigio, Neeson ha iniciado también una veta, la del cine de acción, en la que ha cosechado éxitos comerciales, como la trilogía iniciada por Venganza, que le ha permitido hacer cine industrial sin muchos quebraderos de cabeza pero sí muchos dígitos para su cuenta corriente. Nada que objetar, por supuesto, porque, como decimos, el actor irlandés ha sabido compaginar las hamburguesas del MacDonalds con delicatesen de la Guía Michelín, que de todo ha de haber en la viña del Señor...
Con esta La memoria de un asesino es curioso porque parece como si Neeson intentara combinar ambas facetas de su actual carrera, el producto comercial al uso, pero también una historia con pinceladas que la distingan del habitual film con mucha testosterona, mucha acción y poca chicha detrás. Quizá el hecho de que cuando escribimos estas líneas el actor haya cumplido ya los setenta años haya influido en ello.
La historia parte de la novela De zaak Alzheimer, original del escritor holandés Jef Geeraerts, publicada por Manteau en 1985, y llevada al cine por primera vez en 2003 en su tierra de origen, los Países Bajos, con igual título (en España se llamó La memoria del asesino), con dirección de Erik Van Looy. El “remake” que estamos comentando sigue la historia original con bastante fidelidad, aunque con algunas licencias lógicas al trasplantar la trama de los Países Bajos de finales del siglo XX a la frontera entre Estados Unidos y México en esta tercera década del XXI. Así conoceremos a Alex Lewis, asesino a sueldo ya sexagenario largo, diagnosticado de Alzheimer, lo que le hace apuntarse los datos esenciales para su “trabajo” con un rotulador en el antebrazo. Vemos como asesina a un primer objetivo para el que ha sido contratado, pero cuando le indican el segundo, resulta ser una niña mexicana de 13 años a la que prostituía su propio padre, y entonces se niega a matarla. Paralelamente, el FBI y un policía de enlace mexicano trabajan en el caso de la prostitución de menores de la niña, y sus caminos se verán entrecruzados con Alex Lewis...
Sin ser nada del otro jueves, que no lo es, La memoria de un asesino (título un tanto peculiar para el original Memory, simplemente “Memoria”) es una peli aceptable, resultona, que da lo que se le pide, acción rodada con solvencia, pero también algunos detalles ajenos al cine de mamporro y tentetieso. Así, el mismo hecho de la enfermedad que asuela al protagonista, el mal de Alzheimer, es un dato interesante que aquí recuerda a veces algunas escenas de la estupenda Memento, en la que el protagonista también se escribía sobre su cuerpo, como Alex Lewis, aquellas cosas esenciales que tenía que recordar imprescindiblemente. El paisaje de fondo, con la constatación de que los poderosos no están al alcance de la justicia de los hombres, también tiene su interés, una denuncia quizá difuminada por el desenlace final, que parece abonarse a la tesis del ojo por ojo, bien que elegantemente presentada, con todos los avíos para que el espectador salga de la sala contento. La mirada desolada sobre el tema de la prostitución infantil, sin ser su tema preponderante, también tiene su interés, como el de los agentes de la ley de a pie que tienen que luchar no solo contra el crimen organizado, sino también con sus superiores, tan prestos siempre a echar una mano a la gente con mucho poder.
Martin Campbell es un veterano cineasta neozelandés que ha hecho la mayor parte de su carrera en Estados Unidos, teniendo un bien ganado cartel de cineasta seguro y profesional, con títulos como La máscara del Zorro, con nuestro Antonio Banderas, y varias pelis de la serie 007, como GoldenEye y, sobre todo, la estupenda Casino Royale (versión 2006, se entiende). Aquí hace un trabajo solvente, sin alharacas, aunque tampoco es que se haya partido las meninges para la puesta en escena (nadie se lo pedía, esa es la verdad...).
Neeson parece ir un poco con el piloto automático puesto, quizá consciente de que productos como este no reverdecerán la gloria de La lista de Schindler. Es curioso ver al muy anglosajón Guy Pearce con una buena capa de pintura oscurita para hacerlo parecer el agente hispano-norteamericano Vincent Serra, pero como siempre está muy entregado a su papel y lo hace bien. Monica Bellucci aporta su clase y belleza a un papel de mujer poderosa y de muchos recursos, una hermosa hija de la gran puta que, quizá, no se salga con la suya...
(02-08-2022)
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