Luis Forest, escritor falangista ya sesentón, se recluye en su casa de la Costa catalana para recordar su pasado y escribir sus memorias. Hasta allí llega su sobrina Mariana junto con un amigo, Elmyr. La chica, con la excusa de preparar un artículo sobre él en la revista donde escribe, va sonsacando los recuerdos falsarios del poeta, que pretende argüir en su descarga sus continuos intentos de abandonar el régimen franquista. La jovencita juega seductoramente con el viejo, y tras un fuerte roce con éste porque expulsa a su amigo Elmyr (en realidad "amiga"), el hombre se rinde a los encantos de la chica…
Juan Marsé, conocido de Vicente Aranda desde los tiempos de la común adolescencia, proporciona a su paisano y cineasta en 1979, ya con plena libertad de acción, la materia argumental para esta película, la versión cinematográfica de la novela La muchacha de las bragas de oro, que acababa de conseguir el premio Planeta. Pero si Marsé ponía el acento en su obra en la capacidad camaleónica de un escritor falangista para reinventar su pasado, Aranda, mucho más interesado en la relación equívoca que se establece entre el intelectual y su sobrina, da preferencia a este otro hilo argumental, dejando el otro como paisaje de su tema predilecto.
Así las cosas, el tema arandiano de La muchacha de las bragas de oro es la seducción, una seducción nimbada de excitaciones por una jovencita libérrima, más allá de cualquier tabú sexual, como correspondía a la juventud de finales de los años setenta, probablemente la etapa más audaz en sexo libre que haya vivido España. El proceso de seducción del tío por su sobrina estará narrado de forma creciente: a la mera aparición de la chica con su presunto amante, una especie de húngaro que resulta ser una húngara de tendencias irreprimiblemente suicidas, seguirá después toda una compleja estructura de enamoramiento.
Sexo libre, incesto, lesbianismo, alucinógenos, sodomización, felación y masoquismo componen el mosaico heterogéneo pero cohesionado de una historia de crueldad psicológica pero también de erotismo físico. La muchacha de las bragas de oro interesa por primera vez a críticos exquisitos que hasta entonces le habían relegado al cajón de los raros inclasificables, por no decir de los cineastas sin atractivo. En taquilla el filme funcionó bien, en línea con un cine de la Transición que buscaba ajustar las cuentas al ominoso régimen franquista entonces tan recientemente desaparecido.
Victoria Abril se confirmaba como la actriz por excelencia de Aranda, en un personaje diametralmente opuesto al que interpretó para el barcelonés en su anterior Cambio de sexo. Donde antes había un carácter depresivo por la negación de su propia sexualidad, aquí tendremos una mujer absolutamente libre en todo: también en lo sexual. Lautaro Murúa, actor argentino en aquellos años bastante famoso al haber dirigido el clásico La Raulito, todo un hito en su momento, será aquí el falangista supuestamente arrepentido.
105'