Si Tod Browning no hubiera hecho Drácula y Muñecos infernales, y sólo hubiese dirigido La parada de los monstruos, su prestigio quedaría incólume. Pocas películas pueden hogaño mantener un grado tal de horror como esta cinta habitada por seres deformes que viven pasiones humanas, con independencia de que medren a costa de sus desgracias físicas. El enano del circo da en enamorarse de la trapecista, una mujer tan bella como pérfida. De este romance imposible surgirá la más taimada traición. La atmósfera del filme es asfixiante, con una capacidad para concentrar la maldad absolutamente inusitada. Que Browning fuera capaz de transmitir un tal sentimiento a través del simple celuloide sigue siendo un arcano que se llevó a la tumba, de donde, al contrario que su criatura Drácula, no volverá para pedirnos un diezmo en sangre. ¿O sí?
La parada de los monstruos -
by Enrique Colmena,
Oct 12, 2003
5 /
5 stars
Atmósfera asfixiante
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