Pelicula:

Peter Bogdanovich parecía destinado, allá a principios de los años setenta, a ser el sucesor de Howard Hawks: quiere decirse que se apreciaban en él las cualidades del director de Bola de fuego: capacidad para transitar sin despeinarse de la comedia al drama o al cine de género, personalidad poderosa pero invisible, maestría en la puesta en escena. Crítico exquisito, historiador cinematográfico, cuando pasó a dirigir fue recibido como la nueva esperanza blanca del cine norteamericano, y durante los primeros años esa esperanza se correspondió con la realidad del éxito: su debut con un intrigante thriller, teñido de melancolía, Target (1968), que en España llevó el más bien lamentable título de El héroe anda suelto, lo reveló como un cineasta sensible y a la vez firme y seguro. Con La última película (1971) lograría la que en general se considera su obra maestra, una nostálgica historia crepuscular en el marco convulso de la adolescencia, la juventud. Confirmó su ductilidad con ¿Qué me pasa, doctor? (1972), con una pizpireta Barbra Streisand, realizando con ella su primera incursión en la comedia, un divertidísimo enredo que le mantuvo en la cresta de la ola, como ocurriría también con Luna de papel (1973), en la que ambientaba su ficción, con gracia y donosura, en los procelosos años de la Gran Depresión.

A partir de ahí todo fueron malas noticias: Una señorita rebelde (1974), su encuentro profesional y personal (se casó con ella, tras divorciarse de la anterior esposa) con Cybill Shepherd, se saldó con gran batacazo comercial y crítico, y algunos títulos posteriores de interés, como el musical At long last love (1975), Saint Jack (1979) o Texasville (1990), no volvieron a situarlo en primera línea. Para remate de los tomates, el asesinato de su amante Dorothy Stratten a manos de su marido, Paul Snider (llevado al cine en la película Star 80, de Bob Fosse), lo sumiría en una depresión y le supondría durante muchos años el cierre de las puertas del gran Hollywood.

Ahora, muchos años después, y tras varios títulos mediocres y sin repercusión, vuelve a la actualidad con esta comedia de enredo que parece querer rememorar los viejos buenos tiempos de ¿Qué me pasa, doctor?, aunque ahora, dada la época que vivimos, la cosa es bastante más subida de tono. Un director de escena que va a estrenar en Broadway tiene la costumbre de, de vez en cuando, contratar los servicios de una prostituta de cierto nivel a la que después premia con una fabulosa cantidad de dinero para que pueda dejar tan desairada (por llamarla de alguna forma) vida. Lo malo es que la última a la que le hace ese regalo resulta ser la intérprete perfecta, según el casting, para actuar en su nueva función en Nueva York…

Lío en Broadway es una comedia de enredo que se sigue con agrado. Por supuesto, Bogdanovich conoce todos los resortes del cine, no digamos del género en cuestión, y el filme se ve con benevolencia. Sin embargo, como todo en esta vida, también el cine es una cuestión de medida, y aquí me temo que al viejo y gran Peter se le ha ido la mano en el ritmo y lo que debía ser una narración trepidante pero agradable se torna con demasiada frecuencia en una historia embrollada y con tendencia a la sobreactuación, sin que parezca que, al menos en este caso, los culpables sean los intérpretes: están a las órdenes de una leyenda de Hollywood, aunque sea uno de sus más conspicuos malditos, y en anteriores empeños de Bogdanovich los intérpretes llegaron a estar eximios: Ryan O’ Neal y, sobre todo, su hija Tatum, Oscar por Luna de papel; Barbra Streisand, espléndida en ¿Qué me pasa, doctor?; Timothy Bottoms en La última película; y Jeff Bridges en Texasville, entre otros, confirman que la sobreactuación es imputable al director antes que a actores y actrices.

El tono parece intentar conectar con la comedia alada de Woody Allen (cuando el cineastas judeoamericano está en forma, se entiende), pero Bogdanovich no es el director de Manhattan. Su cine es más complejo, más cerebral, más intelectual, y es difícil ser gracioso y circunspecto a un tiempo.

Así las cosas, Lío en Broadway es una película divertida, que depara un entretenimiento honesto y con buen nivel, pero al que le falta la ligereza de la comedia; quizá tantos años de entumecimiento haciendo tonterías haya hecho que Bogdanovich, por decirlo con un símil tenista, haya perdido la “muñeca”, no esté fino a la hora de poner en escena una comedia que debería ser leve y morigerada, pero que termina cargando demasiado las tintas y a ratos entroncando (sin pretenderlo, que es lo peor) con el grandguignol.

Personajes como el del viejo juez encoñado con la protagonista, llevado al paroxismo, confirman que el buen tiempo de Bogdanovich (que firma el guión, junto a su ex Louise Stratten, a su vez hermana de su difunta amante Dorothy Stratten: hay una película –y no sé si de terror-- en la vida del poverello Peter…) ya pasó. Ojalá me equivoque…

Como curiosidad, y quizá por aquello de reunir en este que se pretendía reencuentro con el gran cine de Hollywood, la película está plagada de antiguos colaboradores del Bogdanovich de la buena época, desde la mismísima Cybill Shepherd, que aquí ya hace de madre madurita (sic transit gloria mundi…), hasta la propia Tatum O’Neal, pasando por Austin Pendleton, que estuvo en ¿Qué me pasa, doctor?, e incluso Quentin Tarantino se permite un cameo “in extremis”… ¿Quién da más?

En la comedia de enredo es legendaria la facilidad para que un número muy pequeño de personas coincida siempre en los mismos sitios. Conscientes quizá Bogdanovich y su coguionista Stratten de tal circunstancia, y ante la evidencia de que los personajes implicados en la trama terminan cenando en el mismo establecimiento, uno de ellos exclamará, ¡como si no hubiera restaurantes!

Pues eso…


Lío en Broadway - by , Sep 16, 2015
2 / 5 stars
Como si no hubiera restaurantes…