Son legendarios los ejercicios de estilo que algunos cineastas clásicos, como Hitchcock con La soga (una película supuestamente rodada de un solo tirón, aunque tuviera truco –que los no avisados no notaban--) o Robert Montgomery con La dama del lago (rodada íntegramente con cámara subjetiva, como si cámara y protagonista fueran una misma cosa). Modernamente se han hecho algunos otros ejercicios de estilo cada vez más complicados, como el que hizo Rodrigo Cortés con su Buried. Enterrado, rodada en su totalidad dentro de los angostos (y agobiantes) límites de un sarcófago.
El guionista Steven Knight prueba ahora con esta Locke otro ejercicio de estilo no menos complejo, rodar casi hora y media dentro de (o en los alrededores de) un coche, en el que viaja un director de obra durante una noche en la que habrá de enfrentarse a varios graves problemas: a consecuencia de una inesperada noche de placer que tuvo meses atrás con una secretaria talludita, el protagonista se encuentra en la encrucijada de contar a su esposa (por teléfono con manos libres, como todos los diálogos del filme) que de aquella aventura le nace esa noche un hijo, al que no quiere abandonar bajo ningún concepto, como sí hizo su padre (al que odia) con él; esa decisión, que pone en jaque su matrimonio y su familia, también le puede costar su trabajo, al no asistir a un fundamental vertido de hormigón cuyo éxito es esencial para su empresa.
Steven Knight, autor de un buen puñado de guiones, entre los que destacan los que escribió para David Cronenberg (Promesas del Este) y para Stephen Frears (Negocios ocultos), se revela como un cineasta de inesperada soltura, teniendo en cuenta que es su segundo largometraje como director. El espacio único en el que se mueve no se hace pesado nunca, jugando con planos de la carretera, del interior del vehículo, del omnipresente manos libres, del protagonista, el rostro torturado bajo la faz hierática de Tom Hardy (inolvidable villano de El Caballero Oscuro: La leyenda renace, espléndido protagonista cuasi autista en La entrega), que hace toda una creación, un personaje que quiere hacer lo correcto, aunque por el camino tenga que dejarse parte de sus afectos, de sus intereses, de su vida.
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