DreamWorks Animation, que fuera en su momento subsidiaria de DreamWorks SKG, la productora creada en los años noventa por Spielberg, Katzenberg y Geffen, ha aportado un buen número de films de animación ciertamente estimables, inicialmente en su mayoría en el formato del “cartoon” tradicional en 2 dimensiones (El príncipe de Egipto, Spirit, el corcel indomable), y posteriormente casi de forma monográfica en el nuevo y pujante 3D, la animación digital, con títulos como la saga iniciada por Shrek, que se constituyó en su mayor éxito, pero también otras franquicias, como las que comenzaron con Madagascar, Como entrenar a tu dragón o Los Croods.
Precisamente de Madagascar nace este “spin-off”. En aquella primera peli (y en las dos continuaciones posteriores) aparecía una pandilla de pingüinos, comandados por Skipper, un grupito de modos militares que siempre alardean de la eficiencia de sus operaciones como soldados, aunque con frecuencia también metían la pata a modo. Aquellos animalitos adorables parecían pedir a gritos peli propia, como ocurría con los Minions en el estudio competidor Illumination, estos dentro de la franquicia iniciada por Gru, mi villano favorito. Y dicho y hecho, aquí está la película de los pingüinos...
La historia comienza con un preámbulo en el que vemos a una larga hilera de pingüinos marchando por la nieve; Skipper, aquí todavía muy joven, junto a los que posteriormente formarán junto a él ese peculiar comando pingüinero, salvan a un huevo que la comunidad daba por perdido. Con el nuevo recluta (al que llaman precisamente Soldado), y ya de adultos, los cuatro vivirán una serie de aventuras en las que tendrán que competir con otro comando militar de agentes secretos, y todo ello para luchar contra Dave, un pulpo de sinuosas formas y más mala leche que la Bruja de Blancanieves...
Lo cierto es que Los pingüinos de Madagascar pronto evidencian su problema: al igual que los Minions en la franquicia de Gru, son buenos personajes secundarios pero malos protagonistas: no hay apenas definición de los personajes, salvo el principal, Skipper, y bastante menos del más joven de todos ellos, el llamado Soldado. Los otros dos es difícil siquiera identificarlos visualmente, y tampoco tienen capacidades, virtudes o defectos que los diferencien. Así las cosas, las gracietas de estos milicos de poca monta resultan reiterativas, y terminan por aburrir. Es cierto que tiene un buen ritmo narrativo, a ratos vertiginoso, pero fuera de la saga de Madagascar, los pingüinos, que funcionaban allí muy bien como elementos secundarios, no son tan buenos, no dan la talla para llevar todo el peso de una película. De hecho, los resultados en taquilla fueron bastante peores que los de la saga principal, y en general la impresión fue de que no estaban a la altura; el hecho de que posteriormente no se hayan hecho continuaciones entendemos confirma que esa veta protagonista está cerrada.
Así las cosas, queda una resultona parodia de los agentes secretos y los grupos militaristas, con sus más bien ridículas parafernalias respectivas; queda también la composición de un buen villano, el pulpo Dave, polimorfo y viscoso, con más capacidad para disfrazarse que Mortadelo, un tipo con mucha mala leche, en una peli muy marciana, muy auto irónica, con un final un tanto caótico y desmadrado, y con alguna frase entre el surrealismo y el nihilismo, como cuando uno de los pingüinos, tras unos segundos posando con su mejor actitud belicosa, pregunta por lo bajinis, “¿cuánto tiempo hay que aguantar el postureo?”.
Los directores, Eric Darnell y Simon J. Smith, gente de la casa (el primero dirigió el primer 3D de DreamWorks Animation, la todavía bastante primitiva Hormigaz, pero también las tres entregas –hasta ahora—de la franquicia de Madagascar; el segundo hizo para este estudio Bee Movie), hacen un trabajo aseado y aceptable; si los pingüinos no daban más de sí, evidentemente, no nos parece que sea culpa suya...
(29-12-2021)
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