A veces el cine sirve de catarsis, de exorcismo de los propios fantasmas personales. Ése parece el caso de este Memorias de Queens, en la que el director y guionista (autor, además, del libro en el que se basa la película) pone en imágenes su propia historia, la de un chico de clase media-baja en Queens, en los años ochenta, cuando el popular barrio neoyorquino había entrado en barrena, tras la época más o menos gloriosa que vivió en la década de los cincuenta. Pero en los ochenta, el barrio, poblado por minorías étnicas habitualmente abocadas a la marginalidad (portorriqueños, hispanos, italianos, negros), había tocado fondo, y el horizonte para la gente joven era más oscuro que el betún. En ese contexto, el protagonista, el propio director en su etapa adolescente, tendrá que lidiar con los problemas de su barrio, pero también con un padre que parece menospreciarle en beneficio de otro de sus amigos adolescentes, el chulito del barrio, con el duro acoso de matones con acné de otra raza, y sobre todo con la asfixiante atmósfera sin horizonte del lugar al sol donde le ha tocado vivir.
Narrado desde el flash-back del propio Dito Montiel, ya adulto, cuando vuelve a su barrio para asistir a la agonía de su padre, con el que se enemistó mortalmente cuando el adolescente decidió poner tierra de por medio para huir del nulo porvenir que le aguardaba en las calles de Queens, el filme es, además de un exorcismo personal de su autor, un vistoso ejercicio de estilo, como si Montiel quisiera dejar muy claro que él no es un cineasta al uso, no es el típico profesional que narra historias con impersonalidad y perfección. Ciertamente esa voluntad de estilo conviene a esta historia intensa, la de un grupo de chicos que se encaminan, si no lo remedian (Dito será el único que lo haga), hacia la inanidad vital. De esta forma, el tono nervioso de la cámara de Montiel-director vendrá muy al pelo para contar esta peripecia dramática, y los “ex cursos” de estilo y de descontextualización (véanse esas frases del guión que se muestran escritas sobre una pantalla negra, esos actores que se dirigen en algún momento directamente a cámara) funcionan bien, sin que parezcan adherencias sin sentido. No sabemos qué dará de sí Montiel cuando afronte otras historias no tan íntimamente vinculadas a sí mismo. De hecho, buena parte de la evidente fuerza de la película viene dada por la intensidad que el cineasta ha desplegado para que su vida nos llegue con toda nitidez, bajo su peculiar prisma; no obstante, habrá que pensar que quien tiene buenas ideas para narrarnos su propia vida puede hacerlo también sobre las ajenas.
Al buen tono del filme no es ajeno el notable reparto, con algunos trabajos espléndidos, como el de Chazz Palminteri, cuyo personaje de padre del protagonista es de los que difícilmente se olvidan; Robert Downey Jr., sin embargo, está menos inspirado que de costumbre, quizá porque el que tiene el papel bombón es su personaje en la etapa adolescente, Shia LaBeouf, y sobre todo Channing Tatum, que interpreta al adolescente amigo y matón del protagonista, todo un descubrimiento, confiriendo a su rol un desasosegante toque de canalla vulnerable, el típico chico malo cuyo destino está escrito en los oscuros adoquines de las calles de Queens.
Memorias de Queens -
by Enrique Colmena,
Jun 13, 2007
3 /
5 stars
Voluntad de estilo
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