Mi doble en los Alpes

Los años sesenta fue un tiempo proclive al cine de espías: la Guerra Fría estaba en su apogeo, y en literatura florecía un tipo de novela que desarrollaba los conflictos entre las grandes potencias, con plumas como la de Ian Fleming, autor del personaje de James Bond, el agente 007 con licencia para matar, y John Le Carré, que pondría de moda inicialmente al agente del MI6 Alec Leamas y después a su colega George Smiley, en una serie de narraciones que también serían llevadas al cine y la televisión. Pero hubo otros muchos autores, por supuesto, como Henry S. Maxfield, en cuya novela se basa este film, y que serían llevados a la gran o pequeña pantalla.

La acción se desarrolla en los Alpes, a mediados de los años sesenta. El espionaje de la República Democrática Alemana, la Alemania comunista, idea un plan para infiltrarse en la CIA al más alto nivel: modifica mediante cirugía a uno de sus agentes para que sea un doble perfecto de Dan Slater, un espía norteamericano al que atrae hacia la estación de esquí matando a su hijo adolescente en lo que parece un accidente. Pero Slater sospecha que hay algo más que un accidente, como así fue...

Franklin J. Schaffer, el director, fue uno de los componentes de la llamada “generación de la televisión”, como otros reputados directores coetáneos, como Sidney Lumet o John Frankenheimer. Tras foguearse ampliamente durante la década de los cincuenta en la pequeña pantalla, en los sesenta saltó al cine, con fortuna, consiguiendo varios films interesantes, como El señor de la guerra (1965), y algunos que hoy por hoy son justamente míticos, como El planeta de los simios (1968). Posteriormente incluso ganó el Oscar al mejor director por Patton (1970). Mi doble en los Alpes la rodó inmediatamente antes que la mentada El planeta..., y se puede decir que, sin llegar al nivel de las buenas películas de Schaffner, mantiene razonablemente el tipo.

El mayor problema de Mi doble... quizá sea su ambientación, en un paisaje permanentemente nevado, en los Alpes, que confiere al film una frialdad que no le conviene demasiado: el tema, nada menos que el descubrimiento de los autores del alevoso asesinato del hijo del protagonista, hubiera precisado algo más de emoción, más intensidad. Por otro lado, las escenas de tensión están razonablemente conseguidas, como toda la parte final entre los distintos puertos del teleférico, con nuestro protagonista huyendo esposado. A reseñar como llamativa la inusual brutalidad desplegada por el personaje protagonista contra su “partenaire”, una violencia exacerbada que incluso hoy día, medio siglo largo después llama la atención por su tremenda agresividad, algo poco frecuente en la época, y menos contra las mujeres. Curiosamente, Schaffner ya presentó escenas de ese tipo en algunos de sus films, como en la mencionada El señor de la guerra.

Yul Brynner, con su inveterado hieratismo, fue una buena elección para el personaje central, máxime teniendo en cuenta que habría de desdoblarse en dos, en una variante del “efecto doppelgänger”. Del resto del reparto nos quedamos con una Britt Ekland encantadora en su personaje de chica pánfila que no se entera de nada.

(27-02-2020)