Pelicula:

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Mikhaël Hers es, a pesar del nombre de pila, un cineasta francés (París, 1975). Graduado en la prestigiosa La Fémis en producción, curiosamente su carrera se ha orientado sin embargo hacia la escritura de guiones y a la dirección de cine. Tras varios mediometrajes, debutó en el largo con Memory Lane (2010), retrato coral de un grupo de veinteañeros franceses, con vocación de aproximación realista a la juventud actual; con su segundo largo, Ce sentiment de l'été (2015), se acercará por primera vez al dolor por la pérdida de un ser querido y cómo gestionarlo aquellos que lo amaron, tema que retoma ahora en esta Mi vida con Amanda.

París, en nuestros días. David es un chico de 24 años que se encarga de la gestión de un edificio de apartamentos turísticos y, a cambio, usa una vivienda que le cede el propietario del edificio. Además trabaja esporádicamente como jardinero, y también eventualmente cuida de su sobrina Amanda, de 7 años, cuando su hermana Sandrine, madre de la niña, no puede hacerlo. La relación entre los tres es buena. David no se ha planteado todavía nada serio en la vida, simplemente deja correr los días. Un día, Sandrine es asesinada en un atentado terrorista yihadista en un parque de París, y David, como familiar más directo, se hace cargo, en principio, de la pequeña Amanda, aunque no sabe realmente si eso es lo que quiere…

Tiene Mi vida con Amanda un tono como de película realista, sin subrayados, con vocación de darnos un trozo de vida, sin carácter documental sino aproximándose a gente corriente zarandeada por una tragedia, en este caso una de las matanzas de los terroristas yihadistas que, en los últimos tiempos, han asolado Francia (y Alemania, y Reino Unido, y Bélgica, y España...). En esa masacre resultará asesinada la hermana y madre de los protagonistas, además de heridos un amigo del protagonista y la chica con la que empezaba a intimar. El tema central del film será, entonces, la necesidad para David de crecer de golpe, de hacerse cargo de una vida puesta patas arriba, de convertirse mentalmente en adulto, de entender que la vida está hecha de oportunidades, de renuncias, de trenes que pasan una sola vez, y aceptar finalmente que el destino ha echado en brazos uno del otro a tío y sobrina; inicialmente renuente, David irá progresiva y dichosamente apreciando su posible papel de padre de la pequeña Amanda, conforme los sentimientos vayan cristalizando; la necesidad de pasar el duelo, tanto el joven como la niña, también será uno de los asuntos de la película, una gestión del duelo que está dada con naturalidad, sin cargar nunca las tintas, con emoción en “sotto voce”, sin recurrir a las viejas trampas de trilero tan frecuentes en los melodramas con pérdidas de seres queridos. En ese tema, la expresión hecha “Elvis has left the building” (Elvis ha dejado el edificio), famosa desde hace décadas para comunicar a los fans que el astro de Tupelo ya no se encontraba en el recinto y, por tanto, era imposible ningún encuentro con él, se convertirá en el detonante, ya casi al final, para que la niña sepa que su madre tampoco “está ya en el edificio”, y que habrá de afrontar el resto de su vida sin ella.

Película modesta, con una puesta en escena invisible, en absoluta ampulosa, con una evidente vocación de sencillez que nunca molesta, parece aspira a retratar un trozo de vida de algunos seres humanos sometidos a una experiencia traumática. Hers gusta de la elipsis, ofreciéndonos alguna que no nos resistimos a comentar: el atentado está dado sobre la imagen del viaje en bici de David desde su casa hasta el parque donde está teniendo lugar la matanza; cuando él llega, ya se ha producido y lo que se encuentra es, por decirlo en términos bélicos, el campo después de la batalla, con los muertos y heridos y las personas que intentan auxiliarlas; es interesante esa fórmula, que no solo ahorra la típica escena como de película de acción, sino que además no pone el foco en el atentado sino en sus consecuencias (la muerte de la hermana, las graves heridas del amigo y la incipiente novia). Es cierto también que en el itinerario de David en bicicleta se nos dan una serie de imágenes como de postalita turística de París, lo que empaña innecesariamente una película que no parece necesitar de esos recursos.

La parte final, ya en Londres, en el torneo de Wimbledon al que Sandrine, la madre asesinada, quería llevar a su hija y a su hermano, con la secreta intención de reencontrarse (contra el criterio de David) con la madre huída de la familia 20 años atrás, permitirá tocar otro tema candente, el de la posible reconciliación familiar.

Gusta el tono menor, sin alardes, aunque es cierto que ello a veces juega contra la película, a la que se le podría reprochar, tal vez, la falta de algo más de fuerza, quizá tan atenta a no resultar nunca estridente que ello puede confundirse con cierta languidez o blandenguería.

Vincent Lacoste, el joven protagonista, sigue confirmando sus excelencias como actor; ya nos pareció estupendo en Vivir deprisa, amar despacio (2018), en un personaje muy distinto. Tiene ya, con solo 27 años, cuatro nominaciones a los Premios César (los Goyas franceses), y será cuestión solo de tiempo que termine consiguiéndolo. Lleva sobre sus hombros toda la película, con la naturalidad de los actores ya fogueados en mil batallas. La pequeña Isaure Multrier nos parece que tiene mucho futuro: es fresca, segura, emotiva sin ñoñeces; ojalá no se tuerza...

(05-06-2020)


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107'

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Mi vida con Amanda - by , Jun 05, 2020
2 / 5 stars
Elvis ha dejado el edificio