Pelicula:

En nuestro artículo Emilio Martínez-Lázaro: levántate y anda, publicado en estas páginas de CRITICALIA, ya decíamos que el cineasta madrileño es un artesano que saca punta a los buenos guiones, como en los casos de Amo tu cama rica (1992), El otro lado de la cama (2002) y, sobre todo, Ocho apellidos vascos (2014), el mayor éxito de taquilla del cine español hasta nuestros días, pero también que, sin un buen libreto, su cine no solía dar la talla. Es el caso: tras el díptico formado por la tercera de las películas citadas y su continuación Ocho apellidos catalanes (2015), Martínez-Lázaro vuelve a la comedia otra vez con Dani Rovira como actor fetiche, pero ahora cambia a los eficientes guionistas del citado ciclo de los “Ochos” (Borja Cobeaga y Diego San José) por otros dos que se muestran pronto no tan brillantes (Miguel Esteban, experto en humoradas televisivas tirando a marcianas, y Clara Martínez-Lázaro, hija del director, que es también guionista y realizadora, no precisamente memorable).

El resultado, entonces, no acompaña. Estamos ante el típico esquema “chico-encuentra-chica, chico-pierde-chica, chico-recupera-chica”, lógicamente “aggiornado” (ya no es el chico el que encuentra, pierde o recupera a la chica, sino que, en todo caso, lo hacen al alimón...), aderezado con gotas de animalismo (su nexo de conexión es el gato que adoptan, llamado Schrödinger, aunque con buen criterio el minino solo atiende por Miamor, así, todo junto), más toques televisivos (él es monologuista, como los del Club de la Comedia; de hecho, a ratos, Dani Rovira parece autointerpretarse, porque él comenzó como tal; ella es actriz en paro, por tanto “temporalmente” camarera) y, en plan falla valenciana (lo que viene a cuento, dado que la chica es valencià y el gato resalao solo atiende en esa lengua), un tramo final en el que los dos amantes se enfrentan casi a muerte en una pugna que recuerda a algunos clásicos de la lucha de cónyuges llevada al extremo, como El honor de los Prizzi o La guerra de los Rose.

Y lo cierto es que, si nos preguntan por qué rompen estos dos pánfilos, me temo que nadie sabría decir por qué. Y eso que la respuesta es fácil: porque les interesa a los guionistas y a su sufrido director para poner en escenas las mil y una putaditas que son capaces de infligirse dos seres que supuestamente se ama(ba)n y seguidamente, sin solución de continuidad, se odi(ab)an. Por supuesto, al final todo vuelve a su cauce: no hay comedia romántica al uso que no termine con la reconciliación de los tortolitos, y esto es una comedia con vocación comercial, no un sesudo film escandinavo. Lo malo es que no parece que este Miamor perdido llegue, ni de lejos, a las recaudaciones de los “Ochos”: el primer fin de semana se ha saldado con una modesta recaudación, así que me parece que, esta vez, y también en taquilla, pintan bastos, o toca la de arena, según queramos decirlo.

Rovira, como queda dicho, parece autointerpretarse; nos gustaría ver al malagueño en otro tipo de registros que no implique necesariamente tener que estar gracioso: a ver si lo conseguimos (si lo consigue, mejor...). Michelle Jenner está correcta, sin más; da la impresión de que va con el piloto automático, quizá pensando en la próxima serie televisiva que le toque; y es que esta actriz, cuando mejor funciona, es en las producciones hechas para la pequeña pantalla (cfr. Los hombres de Paco, Todas las mujeres, sobre todo Isabel), mientras que en las concebidas para pantalla grande no termina de resultar. Del resto me quedaría con la hierática composición de un probo funcionario por parte de Antonio Resines, que mueve a la sonrisa con una cara de estaca que, finalmente, oculta un deseo más bien vidrioso.


(18-12-2018)


 


Miamor perdido - by , Mar 05, 2022
1 / 5 stars
Mil y una putaditas