Después del turbulento episodio que supuso la ruptura con Mia Farrow, asunto de alcoba que, como suele ocurrir en estos casos terminó en la infraprensa del corazón (que habría que llamar más apropiadamente del bajo vientre), vuelve Woody Allen por donde solía, por el buen cine, bien que con un filme que en su tierra ha tenido muy escasa repercusión; y es que parece que, pasado el morbo de su asunto conyugal, el bueno de Woody ha sido desterrado al limbo de los depravados.
Afortunadamente para él (y para nosotros), se ha librado por fin de la nefasta influencia que en su cine estaba ejerciendo últimamente la susodicha Mia, rodando películas cada vez con menor interés: Sombras y niebla, Alice y Maridos y mujeres, por citar sólo las más flojas. Con Misterioso asesinato en Manhattan, Allen nos propone, posiblemente como forma de dar un giro a su carrera en este nuevo punto y aparte de su vida, uno de esos peculiares homenajes que el cineasta neoyorquino se marca de vez en cuando, como hiciera con Bergman en Interiores, con Fellini en Recuerdos o con Shakespeare en La comedia sexual de una noche de verano.
En esta ocasión el maestro al que se homenajea es Hitchcock, cuya huella es fácilmente detectable en este inteligente y divertido thriller que se monta Allen y su coguionista Marshall Brickman, una historia que bebe en veneros prodigiosos como Vértigo y La ventana indiscreta, e incluso en un segundo término en Hitch, como Alarma en el expreso. No contento con ello, Allen culmina el filme con otro tributo, en este caso a la espléndida secuencia final de La dama de Shanghai, con lo que además se marca un homenaje al mismísimo Orson Welles.
El conjunto de todos estos honores a otros realizadores, sin embargo, no resulta en absoluto una mescolanza intragable, sino más bien al contrario; como hacen los buenos creadores, Allen parte de un material ajeno para recrearlo como propio, y lo que pudiera ser en otras manos un indigesto digesto (perdón por el cuasi trabalenguas, no me he podido resistir...) de varios padres, deviene en las suyas una comedia genuinamente alleniana.
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