Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix.

Habrá que creer en la conversión de los pecadores, por utilizar esta expresión, como metáfora, para explicarnos el cambio que apreciamos en el director, guionista y productor Adam McKay (Denver, Colorado, 1968). Formado en la Universidad de Temple, de Pensilvania, se inició como escritor de gags para el popular programa Saturday Night Live, de la NBC, por donde han pasado todos los cómicos yanquis desde los años setenta del pasado siglo. A partir del nuevo siglo, McKay salta a la dirección cinematográfica y se asocia con el cómico Will Ferrell, con el que hará una serie de películas de humor disparatado, con títulos como Pasado de vueltas (2006), Hermanos por pelotas (2008) y Los amos de la noticia (2013). Sin embargo, su siguiente film como director cambió el tono radicalmente: fue el momento de La gran apuesta (2015), dramedia en la que contaba la historia de un grupo de inversores con vista de lince que apostaron contra las hipotecas “subprime” en 2006, intuyendo con buen olfato que aquel pufo terminaría reventando, y de esta forma se hicieron de oro. Su siguiente empeño, El vicio del poder (2018), confirmó que el cómico quería (y, encima de todo, podía...) volar más alto, en un ácida biografía del que fuera todopoderoso vicepresidente (de George W. Bush) Dick Cheney, notable acercamiento a esta controvertida figura histórica, no exento de un tono como de comedia negra.

Ese tono de comedia negra está claro que le gusta a McKay, porque vuelve a utilizarlo, y además de forma mucho más evidente, en esta No mires arriba, que nos cuenta una historia que comienza en un laboratorio astrofísico en Michigan, donde la doctoranda Kate Dibiasky descubre un cometa; alborozada ella y el equipo al que pertenece, bajo la férula del Dr. Mindy, pronto se dan cuenta de que la trayectoria del objeto espacial lo dirige a la Tierra, donde llegará en poco más de seis meses. Dado el enorme tamaño del cuerpo celeste, la debacle es inevitable. El Dr. Mindy y Dibiasky informan a las autoridades científicas y después a la mismísima Casa Blanca, donde está la presidenta Orlean y su jefe de gabinete (casualmente su hijo...), que echan balones fuera. Estupefactos, acuden a la prensa y a la televisión, en un programa frívolo en el que sus malos augurios son tomados a choteo. Así las cosas, convencer a las autoridades y a la gente de la calle de que el fin del mundo se acerca se convierte en una tarea casi más ardua que parar o desviar el cometa...

Parece claro que Adam McKay no tiene una muy buena opinión del género humano, al menos de algunos de sus estamentos más poderosos: políticos, militares, magnates, periodistas, incluso en gran medida científicos... son aquí puestos como lo que probablemente son, gente sin auténtica vocación de servicio a la sociedad, gente mezquina que medra, que calcula para su propio beneficio, gente miserable dispuesta a lo que sea con tal de mantener su puesto o, en el caso de los ricos, de hacerse aún más obscenamente ricos. Pero tampoco la gente de a pie sale mucho mejor parada: anestesiada por las estupideces de las redes sociales, con una capacidad innata para dejarse manipular y pastorear hacia donde quieren sus supuestos líderes, con unas tragaderas inmensas para lo que, obviamente, son milongas para seguir manteniéndolos más o menos contentos mientras siguen hundidos en la miseria.

Podría verse el film también como una cierta metáfora de la situación actual, de esta pandemia que desde los primeros meses de 2020 nos asuela, con su enfrentamiento entre los negacionistas y los científicos, con las idiotas teorías conspiranoicas que lo niegan todo, hasta el pedazo de roca tamaño “king size” que se recorta amenazador en el cielo y que cada vez está más cerca.

Con un evidente tono de comedia negra, como decimos, pero con progresiva tendencia a la tragicomedia conforme se va acercando el fin de la peli (y no solo de la peli...), No mires arriba presenta, desde luego, la perfecta puesta en escena a la que nos tiene acostumbrado el cine comercial USA, aunque aquí es evidente que hay una intencionalidad poco frecuente en ese tipo de cine. Con grandes dosis de humor irónico, con frecuencia sarcástico, la película encuentra sus mejores momentos en la sátira de personajes arquetípicos de primera línea, no dejando títere con cabeza, desde la ocupante de la Sala Oval, la presidenta de los Estados Unidos de América, pintada aquí como una persona superficial y pendiente solo de actuar de manera que se garantice la reelección en el cargo, hasta el CEO de un importantísimo “holding” empresarial tecnológico (¿Zuckerberg? ¿el difunto Steve Jobs? ¿Elon Musk? ¿Jeff Bezos? ¿un poco de cada uno de ellos?), retratado como un hábil embaucador para conseguir su meta de seguir acumulando una fortuna que ni él ni sus siguientes cien generaciones, si existieran (que no existirán...), pudieran gastarse, aun despilfarrando a manos llenas. Por no hablar del militar, ese general condecorado, ese prestigioso héroe, que les cobra a los científicos catetitos por los aperitivos de la Casa Blanca que son gratis... O la prensa, escrita y audiovisual, un hatajo de personajillos encantados de haberse conocido y de frivolizar con todo.

Estamos entonces ante una visión corrosiva, pesimista, sobre nuestro mundo actual, con ribetes cuasi esperpénticos, en una película vitriólica que incluye una acre, y tan merecida, crítica a las redes sociales, donde toda podredumbre es posible.

Gran trabajo actoral, con un elenco de intérpretes ciertamente soberbio, desde Leonardo DiCaprio (que aquí quizá se pase con tanto tartamudear: a ratos parece Hugh Grant...) hasta Jennifer Lawrence, que está estupenda en su papel de científica que gusta de llamar a las cosas por su nombre, incluyendo en ese paquete llamar a la presidenta, en su cara, “puta mentirosa”. Dos divas como Meryl Streep y Cate Blanchett están, como siempre, magníficas, aunque en el caso de Blanchett cuesta trabajo creer que su presentadora de televisión, una tipa elitista que viene de vuelta de todo, se encapriche del científico miope, poquita cosa y pasado de kilos que hace DiCaprio.

Una divertida escena postcréditos da forma a un epílogo que, en cierta forma, se puede denominar de justicia poética... y que además hace imposible una segunda parte (si es que hubiera existido tal intención, que no parece el caso...).

(26-12-2021)


No mires arriba - by , Dec 26, 2021
3 / 5 stars
Corrosiva, pesimista visión sobre el mundo actual