Pelicula:

O mucho nos equivocamos, o ha nacido una estrella. Fede Álvarez, uruguayo de Montevideo que aún no ha llegado a los cuarenta años cuando se escriben estas líneas, tiene todas las papeletas, si no se malogra, para convertirse en uno de los cineastas relacionados con el terror y el thriller más interesantes de las próximas décadas. Descubierto fundamentalmente por dos cortos que realizó en su Uruguay natal, El cojonudo (2005) y Ataque de pánico (2009), con escasos medios pero gran desparpajo, Sam Raimi le encargó el remake de una de sus obras más celebradas. De esta forma entró Fede en el mercado americano con la nueva Posesión infernal (2013), unánimemente alabada como una fresca revisitación, en clave más dura y solemne, del clásico raimiano. Sam le ha producido también esta más que curiosa No respires, que se inscribe en la variante del thriller de terror que enfrenta a unos cacos (generalmente crudelísimos y sanguinarios) con los desprevenidos propietarios de una vivienda que pretenden esquilmar, y cuyo título de cabecera quizá sea La habitación del pánico (2002), de David Fincher, con la siempre estupenda Jodie Foster. Sólo que aquí los cacos serán los trasquilados, cuando se encuentran con que el robo en la casa, habitada por un veterano de guerra que está ciego, se complica hasta extremos imposibles cuando el invidente tiene más de un esqueleto en el armario (en este caso, aún con carne…).

El filme pivota sobre cuatro personajes, tres ladrones de poca monta y la (supuesta) víctima. Los tres cacos son una chica con familia disfuncional que ansía dar el golpe definitivo para mudarse de la moribunda Detroit a la soleada California junto con su hermana pequeña; el novio de ésta, un tipo infecto al que (no es un spoiler, se ve venir de lejos) le toca ser el primero en irse para el otro barrio, por capullo…; y el más joven de los tres, apenas veinteañero, hijo del guardia de seguridad que provee, sin saberlo, de llaves y claves a los amigos de lo ajeno; el joven está (no tan) secretamente enamorado de la chica, aspirando calladamente a sustituir al novio botarate y canalla, motivo real de su implicación en estos pequeños latrocinios. El viejo veterano, ciego por una acción de guerra, guarda en casa una importante cantidad de dinero. El vecindario está prácticamente vacío, en una ciudad, Detroit, que se cae a pedazos y que hace un par de años tuvo que declararse en bancarrota. Entonces, ¿dónde está el problema para tomar el dinero y correr?

Con ese planteamiento, Álvarez y su coguionista Rodo Sayagues (ambos cuates de la época en la que hacían cine rupestre pero creativo en la República Oriental del Uruguay), montan un tinglado en el que los tres (menguando) habrán de hacer frente a un tipo con toda la experiencia que da ser un veterano de guerra, con sus sentidos exacerbados por la falta de visión, amargado por un suceso trágico, y con un tornillo (o más bien toda la ferretería) flojo.

El artefacto de suspense, intriga y tensión funciona como un reloj; lo que parecía coser y cantar se convierte en una masacre, en una cacería en la que el cerdito del cuento persiguiera al lobo feroz. Álvarez se revela como un cineasta con notable capacidad para la creación visual: el filme está lleno de hallazgos, aunque también es verdad que plagado de trampas en el guión para hacer que lo que parecía un paseo militar (a veces las frases hechas las carga el diablo…) se convierta en poco menos que el Infierno de Dante.

Cine de género, en la más noble expresión del término, No respires resulta ser una obra no redonda, pero sin duda más que estimulante, y desde luego llega al espectador poniéndolo al borde del infarto. Su moraleja, con redención incluida, está en los términos que se puede esperar, e incluso que se debe esperar.

Gran trabajo el de la protagonista Jane Levy, que ya encabezó el reparto del remake de Persecución infernal manufacturado por Álvarez; pero el que está que se sale es Stephen Lang, componiendo un psicópata con piel de cordero, con algunas de las escenas más abyectas, y asquerosas, que se recuerdan (el enema lleno de íntimo fluido corporal nos perseguirá en nuestros sueños por mucho tiempo…), un tipo de maldad sin límites que, ¡ay!, sin embargo se las da de caballero… De los chicos jóvenes nos quedamos con el casi adolescente Dylan Minnette, al que, evidentemente, la cámara quiere, y cuyo rostro deliberadamente hierático permite esconder emociones ocultas que apenas entrevemos, pero que están ahí.


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88'

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No respires - by , Sep 09, 2016
3 / 5 stars
El cerdito del cuento persigue al lobo feroz