Pelicula:

Tras el estrepitoso fracaso comercial de su arriesgada y artísticamente estupenda Juguetes rotos (1966), Summers da uno de sus característicos golpes de timón cuando no le vienen bien dadas en taquilla y, con toda la intención de resarcirse económicamente, rueda el díptico cómico compuesto por No somos de piedra, en 1968, y Por qué te engaña tu marido, en 1969, aproximaciones sutilmente distintas al fenómeno que ya iba cobrando forma, el landismo, en lo que todavía podríamos denominar “protolandismo”, antecedente de ese cine con españolito feo y bajito, permanentemente “salido”, que fue típico de finales de los años sesenta y buena parte de los setenta.

Summers jugará sobre seguro, y en el mítico año de 1968, cuando en París soñaban con que la playa estaba debajo de los adoquines y decían aquello de “prohibido prohibir”, rueda No somos de piedra, que podría considerarse como una peculiar aportación de Summers al fenómeno del landismo, en aquel tiempo en plena gestación, con films como Novios 68 o 40 grados a la sombra, películas que aún no sabían que estaban colaborando a la creación de un fenómeno que tomaría la efigie de Alfredo Landa como mascarón de proa y lo convertiría en el arquetipo del españolito medio, siempre a la caza y captura de la sueca (o española…) que se dejara hacer, aunque, como Carpanta con la comida, casi siempre se quedara con las ganas.

No somos de piedra nos presenta la historia de Lucas, un probo padre de familia numerosa (que se irá incrementando notablemente conforme vaya avanzando el metraje...) que tiene un problema: le gustan todas las mujeres... aunque al final siempre se tiene que conformar con la suya, Enriqueta, no precisamente agraciada; para más inri, su esposa, con tanto niño ya en casa, insiste en contratar a una chica de una institución de “mujeres perdidas”, con un cásting previo, lleno de insinuaciones que pretenden pasar por virtuosas, aunque en el fondo son evidentemente pícaras, al final del cual se deciden por una chica, Josefita que (lo han adivinado...) estaba como un tren, con lo cual es como poner a Drácula a vendar una herida sangrante...

La película nos irá desgranando las diversas tentaciones del sexo femenino a las que habrá de hacer frente (o no...) este carpetovetónico ejemplar bajito, feúcho, con bigote, pertinaz conductor de un Seat 600, el popular “seíta” de la época, e impenitente lector de novelas de Marcial Lafuente Estefanía: es, en sí mismo, un tópico ambulante, pero ya se encargará Summers de hacer algo sutilmente distinto a lo que en ese tiempo, y durante varios años, otros cineastas hacían en torno al landismo.

Así, Summers juega a placer con la ironía en vez de con la procacidad habitual en el fenómeno landista, y además utilizó, en un rasgo de modernidad que desde luego no fue el único en su carrera, los “bocadillos” típicos de las viñetas de humor para poner en pantalla los pensamientos lúbricos de su macho hispano, tan necesitado de sexo extramatrimonial como finalmente abocado al puramente conyugal. Juega también el cineasta sevillano con los tópicos sobre las familias numerosas, con frases hechas del tenor de “un matrimonio sin hijos es como un jardín sin flores”, que se repiten en un contexto de ironía, cuando no de sarcasmo. Además, Summers se permite poner en pantalla uno de los tabúes sexuales de la época, la píldora anticonceptiva, con una serie de peripecias que tendrá que afrontar el atolondrado protagonista para conseguirla y no seguir llenándose de hijos.

No somos de piedra será, entonces, lo que podríamos llamar una astracanada de diseño, una astracanada intencionada, muy superior a las comedietas del tipo No desearas al vecino del quinto, que se considera el epítome del fenómeno del landismo. Pero es que, además, en No somos de piedra no hay un solo plano neutro, todos tienen un significado concreto, en un film en el que brilla con luz propia la metáfora, como esa ola que choca contra una roca, imagen con la que Summers sustituye a la coyunda de Landa con su santa esposa (porque ya sabemos que con las otras, nada de nada...).  

Alfredo Landa, por cierto, sublima aquí el personaje que en el landismo se haría previsible y mediocre. El reparto, como siempre en Summers, muy entonado, con una Laly Soldevila que “clava” su rol de ama de casa de familia numerosa, ultrarreligiosa, muy conservadora y más bien reticente al sexo por el sexo, conformando con ello el arquetipo de la mujer española de los años sesenta. Entre los secundarios, la habitual cuadra de Summers, como José Luis Coll y Luis Sánchez Polack, que por aquel entonces acababan de crear el que sería famosísimo dúo cómico “Tip y Coll”, y otros actores que se repetirían con cierta frecuencia en la filmografía summersiana, como Emilio Laguna.

(10-02-2024)


No somos de piedra - by , Feb 10, 2024
2 / 5 stars
Una astracanada de diseño