CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Movistar+ y FlixOlé.
Didier Haudepin es un actor francés que también se ha desempeñado, aunque en menor medida, como guionista y director. Como actor comenzó muy joven, a los 9 años, en Moderato cantabile (1960), de Peter Brook, aunque su papel más famoso (aunque el film no se llegó a estrenar en España, por lo escabroso de su tema) fue el de coprotagonista de 12 años de Les amitiés particulières (1964), de Jean Delannoy, donde se presentaba en pantalla (por supuesto con la sobriedad tácita de la época) un amor homosexual entre un adolescente y un niño.
Como director Haudepin tiene una carrera corta, de solo tres títulos, el primero de los cuales fue este muy curioso y raro Paco, el seguro (1979), sobre la novela homónima del escritor húngaro-argentino Andrés Laszlo (autor, por cierto, del guion de Mi tío Jacinto, una de las mejores películas de Ladislao Vajda), una historia ambientada en España, en los años 20 del siglo XX, en la que conoceremos al cristalero Paco, hombre casado pero sin descendencia, pero que sin embargo tiene un peculiar pluriempleo: embarazar a mujeres sin posibles para que puedan emplearse como amas de cría, actividad bien remunerada muy típica de la época, cuando las señoras ricas no querían tener que estar amamantando a sus niños durante meses e incluso años. Paco es un hombre metódico, que afronta esta peculiar ocupación de forma totalmente aséptica, muy profesional. Sin embargo, la aparición de un tipo, de profesión boticario, que le envidia por su trabajo y está dispuesto a hacerlo gratis, le desestabiliza; paralelamente, su mujer le sigue insistiendo porque ella también quiere tener descendencia, pero, paradójicamente, su Paco, el seguro, no es capaz de embarazarla...
Ciertamente estamos ante una rareza en el cine español (en coproducción con el francés) de la época, en la que todavía el cine de “destape” seguía siendo el preponderante dentro del cine comercial; aquí el tema, aunque parezca escabroso (por aquello de las coyundas que practica el “preñador”), lo cierto es que no está tratado con morbo, sino como el peculiar oficio de un hombre que con su buen tino (menos con su mujer...) aseguraba el trabajo a aquellas mujeres que no podían aspirar a tener un empleo bien remunerado que no fuera el de amas de cría, y que no querían dedicarse a la prostitución, la otra salida para las féminas pobres de solemnidad de la época, en lo que supone una mirada entre entomológica y cercana a un tiempo de penurias.
Las escenas con Paco en su función embarazadora están hechas con gran asepsia, con profesionalidad, incluso con la participación al final de su esposa, que es la que indicará a la futura mamá cuándo tiene que levantarse para tener seguridad de que la simiente que les ha implantado su marido ha agarrado adecuadamente. Y es que todo es muy aséptico, no hay lugar para los celos, es trabajo...
Curiosamente, la dignidad del protagonista se pondrá a prueba cuando su empleador (el típico individuo de elevado rango social que medra a costa de las necesidades de los demás...) le proponga desvirgar a futuras putas para que ya vayan listas para el mercado, e incluso para que embarace a una mujer de clase alta cuyo marido (que está al tanto de todo, y consiente en el asunto) no puede hacerlo al ser estéril. Y es que, a lo que parece, para Paco una cosa es facilitar un empleo digno a mujeres que no tienen otra salida, y otra contribuir a iniciarse en la prostitución, con todo lo que conlleva de degradación física, mental y social para las féminas que se incorporan a ella. Tampoco servir de semental para la mujer rica que no puede quedarse embarazada le satisface, como si se plegara al hecho de que esta, y su marido, puedan “comprar” un hijo que, de otra forma, no tendrían, pero cuyo desembolso se pueden permitir por su posición económica y social.
Cuando el boticario “salido” haga su aparición postulándose no solo para embarazar gratis a futuras amas de cría, sino también hacerse cargo de las otras tareas a las que el protagonista es renuente (prostitutas en ciernes, señoras con esposos estériles), la plácida vida personal y profesional de Paco se verá zarandeada, lo que le empujará a tomar decisiones drásticas y dramáticas...
Tiene la película también un valor añadido, el de los personajes curiosos, como el propio boticario que le está buscando las vueltas al protagonista, intentando quitarle el trabajo, pero no por razones crematísticas, sino por el puro placer de yacer con mujeres que se prestan a ello con un fin determinado (amas de cría, rameras, etcétera): se podría decir, con la terminología de la época, que lo suyo no es trabajo sino vicio... También es muy peculiar el personaje del francés medio loco que se finge enfermo para que su madre no lo devuelva a Francia, donde no quiere estar, añadiendo otro rol curioso a la singular fauna humana que puebla la película.
Con una buena ambientación, sin excesos, modesta, reproduciendo con acierto pero sin alardes el humilde tiempo retratado, la película cuenta con una realización correcta, quizá un tanto impersonal, como por lo demás parece lógico en una ópera prima como director.
Muy interesante trabajo de Alfredo Landa, ya en esa época en pleno proceso de “deslandización”, proceso que había comenzado con El puente (1977), de Bardem, y con Las verdes praderas (1979), de Garci. A su lado, en esta coproducción hispano-francesa, Patrick Dewaere está convincente como el farmacéutico (al que nunca se le ve ejercer como tal, por cierto...) rijoso, ansioso por sustituir al “preñador” oficial de la comunidad, aunque por razones muy distintas a las de este. Buen plantel de secundarios: Eduardo Calvo, José Lifante, Jean Bouise, Ismael Merlo...
(24-03-2024)
80'