Palabra y Utopía

El cine de Manoel de Oliveira, el patriarca de los directores en activo (93 años cuando se escriben estas líneas) sigue siendo el más innovador y juvenil que se hace hoy día; pero esa juventud e innovación no tiene por qué ser, como pudiera pensarse, una velocidad próxima a la de la luz en el montaje, ni temas del siglo XXI que acabamos de empezar; puede ser, como en este caso, hacer un cine totalmente a contracorriente de lo que se estila en Europa y en el resto del mundo.

Con Palabra y Utopía De Oliveira da otra vuelta de tuerca a su peculiar cine, siempre preñado de palabras (nunca palabrería), siempre ahíto de sentimientos habitualmente contenidos. El maestro de Oporto desgrana con su personalísimo estilo la vida del jesuita Antonio Vieira, uno de los más importantes clérigos de su orden, y el que más influencia (de la Compañía de Jesús o de cualquier otra) llegó a tener sobre un rey de Portugal. Personaje histórico controvertido, poderoso por su cercanía al monarca, pero a su vez cercano a la gente, que conoció y cuyas penalidades compartió sobre todo en la colonia brasileña, además de sufrir sobre su persona la fiereza de la Inquisición, Antonio Vieira es, tal vez, una excusa para que De Oliveira exprese sus opiniones sobre poder terrenal y poder religioso, sobre el sentido humano de las iglesias, sobre el miedo de toda autoridad a perder su posición de privilegio.

Con un tono reposado y con frecuencia aparente y rechinantemente estático, Palabra y Utopía es una película que disgustará profundamente a quienes crean que el cine ha de ser, sobre todo, movimiento, antes que una experiencia enriquecedora que puede hacerse a ritmo vertiginoso o, como en este caso, con una pasmosa ausencia de velocidad y movilidad. Los excelentes actores oliveiranos (sobre todo Cintra y Silveira, aunque ésta tiene un papel muy reducido) forman ya también parte indisoluble del estilo de su mentor, que confirma que su cine sigue siendo de los más atrevidos de nuestro tiempo.