La saga jurásica sigue su cuesta abajo: tras la inicial y bastante brillante Parque Jurásico, en la que los personajes se mostraban algo inconsistentes pero los bichos eran una maravilla, la segunda entrega, El mundo perdido, presentaba ya una acuciante falta de inventiva, con escenas repetitivas y cierta desgana en su director, Steven Spielberg, ya enfrascado en empeños de mayor calado intelectual.
Pero su sucesor en esa tarea, Joe Johnston, responsable de esta tercera parte, confirma que el gran Steven, incluso sin ganas, le da sopas con honda: hay en este filme un evidente desaseamiento en la realización, lejos de la limpieza de planificación y montaje del autor de E.T., el extraterrestre, y los personajes no es que sean poco verosímiles, sino que entran ya en el terreno de la caricatura; así, el magnate filántropo que interpretaba Richard Attenborough ha sido reemplazado aquí, muy apropiadamente, dada la degradación de la serie, por un pequeño empresario de wáteres y lavabos, y a los velocirraptores los elevan en la escala de la evolución hasta ser casi más inteligentes que los seres humanos... Eso sí, los efectos infográficos siguen siendo pasmosamente verosímiles, y los dinosaurios continúan merendándose, también artísticamente, al menguado elenco de actores.
En este tercer capítulo, para mi gusto, las estrellas son los pterodáctilos, esos fascinantes dinos que volaban, y que en las dos anteriores partes prácticamente no aparecían, a pesar de sus evidentes posibilidades fílmicas. Como esta tercera entrega ha tenido una estupenda recaudación no es temerario suponer que habrá una cuarta aventura jurásica: Spielberg, please, retoma los bártulos de la dirección y ruédala tú sin intermediarios que sólo afean lo que es un entretenimiento en estado puro, necesitado de un cineasta de raza, con tus dotes de narrador y tu creatividad visual...
90'