Pelicula:

DISPONIBLE EN NETFLIX.

Alguna vez habrá que hacer un estudio en serio sobre los cineastas procedentes de países islámicos que se han asentado, casi siempre desde niños, en Occidente, y cómo su obra en este llamado tan rimbombantemente Primer Mundo, con frecuencia, tiene influencias, a veces bastante crípticas, de su pasado, de sus ancestros musulmanes, en particular, y del llamado Tercer Mundo, en general.

Este Pasaba por aquí, aunque nadie lo diría (en principio un producto comercial más de Netflix), tiene algunos puntos de interés que, al menos parcialmente, lo redime de su declarada vocación de producto de usar y tirar.

La acción se desarrolla en nuestros días, en Londres. Conocemos a Toby, un chico blanco (y rubio...), y a su amigo Jameel, al que sus amigos llaman Jay, de raza negra y orígenes en Zimbabue. Ambos, veinteañeros, se dedican en sus ratos libres a entrar en casas de ricos y poderosos, tras burlar los sofisticados sistemas de alarma, y escribir en las paredes de esas mansiones la expresión “Pasaba por aquí” (I came by), que les define como supuesto grupo grafitero antisistema. Pero mientras Toby es un resentido contra el mundo, un chico que no ha sabido digerir y aceptar la muerte de su padre y martiriza psicológicamente a su madre (irónicamente psicóloga...), Jay es un chico prudente que, cuando se entera de que su novia hindú está embarazada, deja la actividad grafitera clandestina, a pesar de la feroz oposición de su amigo blanquito, para sentar la cabeza y formar una familia con su amor. Toby, rabioso, entra en casa de otro ricachón, un antiguo juez, Hector, pero ya en el interior localiza lo que parece un zulo y, dentro de él, a un chico semidesnudo y con trazas de haber sido golpeado y torturado físicamente de forma atroz. Toby intenta que Jay le ayude a sacar al chico de allí, sin decirle de qué se trata, pero éste se niega aduciendo su nueva situación de futuro padre y de que puede ser deportado si es pillado asaltando una casa ajena. Toby lo hace por su cuenta, pero cuando llega allí, se encuentra con que el exjuez le ha tendido una trampa...

Decíamos que esta película, además de ser un producto comercial decente, para ver y olvidar, tiene algunas circunstancias curiosas, como es el hecho de que los personajes positivos sean (con alguna excepción) de razas de color (entendiendo por tal las que no son estrictamente blancas: en este caso, negra e hindú); así, el que terminará deshaciendo la trama psicótica que tiene montada el exjuez será el africano Jay, y su mujer, la india Nez, la que le pone en su sitio cuando el muchacho se obstina en no contarle nada; también la oficial de Policía que intuye (aunque es permanentemente torpedeada por sus superiores) que el exjuez no es trigo limpio es de raza negra. Por el contrario, el villano no solo es blanco, sino además de la élite británica, juez con excelentes relaciones con las fuerzas vivas del país: judicatura, por supuesto, pero también policía, prensa, etc. Toby, el compañero grafitero de Jay, no puede ser más desagradable, el típico adolescente (aunque tenga ya 23 años), carajote, peleado contra el mundo y que descarga contra su madre todas sus frustraciones, uno de esos personajes de los que uno piensa aquello de qué gran oportunidad para haber abortado por parte de su progenitora... el único personaje blanco positivo es la madre de Toby, Lizzie, una mujer cabal que pone orden y organización en las mentes de sus pacientes en la consulta de psicología, pero que sin embargo no consigue enderezar a su hijo, dispuesto, por lo que se ve, a amargarle la vida a perpetuidad (algo menos, en realidad, sin tener que incurrir en “spoilers”...).

El retrato de las élites anglosajonas no es precisamente amable: el juez, un psicópata traumatizado por una situación familiar de su infancia, que vuelca su ira contra gente inocente por su etnia y su condición sexual; el alto mando policial, connivente con el juez cabrón. Solo la gente corriente, las clases medias o directamente bajas se salvan en este film del británico-iraní Babak Anvari (Teherán, 1982), un cineasta persa cuya familia pudo emigrar siendo él niño al Reino Unido, formándose el chico en la universidad de Westminster, y que lleva haciendo cine desde 2005, primero con cortos y después con, hasta ahora, tres largometrajes, Bajo la sombra (2016), Wounds (2019) y este que comentamos; sus dos primeros films fueron interesantes aportaciones al género del terror, en especial el primero, ambientado supuestamente en el Irán de los años ochenta, una película en la que se solapaba el terror humano provocado por el terrible régimen de los ayatolás con otro terror sobrenatural, no sé si peor (y es que el de los clérigos con turbante da mucho miedo...).

Con este su tercer largo, Babak cambia al thriller, aunque irisado de cierto toque de horror, en especial la vesánica a la par que metódica venganza de un psicópata con mucho dinero y poderosas relaciones. Tiene Anvari buena mano en la puesta en escena, en un film con buena factura, con una interesante gradación del suspense, en una historia intrigante y bien dosificada, con una realización funcional pero con un toque de elegancia que la distingue de los habituales films de este corte, generalmente encargados a pegaplanos con oficio pero sin una onza de creatividad. La trama está razonablemente bien urdida, más allá de que (esperemos...) sea bastante improbable la existencia de un psicópata de estas características, sobre todo porque a su insania criminal hay que añadirle su poder, su influencia, lo que le hace aún más temible, por supuesto.

No estamos, desde luego, ante una gran película, posiblemente ni siquiera ante una buena película; pero tiene suficientes elementos para que, al menos, podamos considerarla un interesante thriller con toques etnicistas que lo alejan del habitual y rutinario producto al uso.

Babak Anvari ya ha ganado un BAFTA (el Goya británico), además de haber sido galardonado en el prestigioso festival de Sundance; esta película demuestra que se puede hacer cine comercial sin por ello dejar de hacer un discurso propio y personal: es el caso. Esperamos ver al cineasta británico-iraní en futuros empeños en los que pueda desarrollarse con más autonomía.

Los actores bien, en general, con un Hugh Bonneville convertido en la estrella de la película, en un rol de villano diametralmente opuesto al meridianamente bueno que hacía en la famosa serie Downton Abbey, aunque en ambos casos hacía de personajes influyentes, con un poder que, claro está, se puede utilizar bien o mal: pues ahora él ya sabe lo que es encarnar ambos papeles... Del resto nos quedamos con la siempre irreprochable Kelly Macdonald, la madre del niñato, pero también con el actor que encarna a éste, George Mackay, que hace convenientemente odioso a su personaje, un parásito nihilista, soberbio y gilipollas. El actor africano (zimbabuense, por más señas) Percelle Ascott confiere a su personaje las notas positivas inherentes a un protagonista a la antigua usanza.

(19-06-2023)


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110'

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Pasaba por aqui - by , Jun 19, 2023
2 / 5 stars
Interesante thriller con toques etnicistas