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Hace unos años, el estreno del film surcoreano Train to Busan (2016) supuso una pequeña conmoción, a su escala, recaudando a nivel mundial más de 90 millones de dólares, una brutalidad para una cinta de terror no norteamericana. Pero el tema no era tanto su amplia repercusión en taquilla sino su impacto en la audiencia, un film en la moda del subgénero de zombis que, sin embargo, se distanciaba de sus homólogos en el tratamiento, al plantearse casi toda la película en un universo tan cerrado y claustrofóbico como un tren (el del título que va a Busan), con la dificultad que eso supone para escapar indemnes los protagonistas ante un convoy infestado de muertos vivientes, pero sobre todo se diferenciaba de otros productos similares por presentar una interesante reflexión sobre la familia y las prioridades que deben establecerse en su seno, con un alto ejecutivo embebido en su maratoniano trabajo en detrimento de lo que más ama, su pequeña hija, y cómo una situación límite le hará ver qué es lo verdaderamente importante.

Como hoy día no hay éxito que no tenga continuación, venga al pelo o no, aquí está la segunda parte de aquel Train to Busan, que en su título internacional se designa simplemente añadiendo el número correspondiente, 2, pero que en España (y en la mayor parte del mundo occidental, países anglosajones incluidos, aunque lógicamente sin la tilde) se ha estrenado como Península, haciendo alusión a la cualidad geográfica como tal de Corea.

El nuevo film de Yeon se inicia con un prólogo, en el que vemos en un coche a un militar surcoreano acompañando a su familia, compuesta por su hermana, el marido de esta y el hijo de ambos, como de 8 años. Intentan escapar de Corea del Sur tras estallar el apocalipsis zombi que conocimos en la primera parte; por el camino, una mujer con dos niñas pequeñas le pide que se lleve a las niñas y las salve, pero el militar, tras alguna duda, decide dejarlas atrás. En el barco que les lleva a Hong Kong perecerán algunos de sus familiares en un ataque zombi; ya en la antigua colonia británica, tanto él como su cuñado son tentados para volver a Corea y rescatar un camión allí abandonado que está lleno de dólares, botín del que se les promete la mitad. Finalmente ambos, junto a otros marginados de la ciudad, aceptan el envite...

Habrá que decir pronto que Península desciende varios peldaños con respecto a la notable calidad de Train to Busan. No es que carezca totalmente de interés, pero parece evidente que no tiene los atractivos de la primera entrega de este díptico, que realmente sería tríptico si contamos el “cartoon” Seoul Station, filmado también por Yeon un año antes, y que presentaba la génesis del apocalipsis zombi. De entrada, pierde el escenario único del tren, por lo que la angustia aportada por tan angosto espacio en el que intentar sobrevivir ya queda eliminada; tampoco ayuda el batiburrillo de referencias visuales y temáticas, muy evidentes, como la de la franquicia de Fast & Furious, con sus espectaculares persecuciones en coche y sus continuos derrapes que, en este caso, sirven para sortear/aplastar zombis (táchese lo que no proceda), o la de la saga de Mad Max, en especial en sus segmentos 2 y 4, respectivamente Mad Max 2, el guerrero de la carretera (1981) y Mad Max: Furia en la carretera (2015), con su estética ciber-punk y su persecución cuasi final de poderoso ritmo y generosa creación de adrenalina en el espectador.

Afortunadamente, Yeon no se olvida de dotar a su nuevo film de un aliento humanista: aquí dos son los temas que se reclaman como tales, la culpa y su posibilidad de redención, por un lado, y el sacrificio absoluto por los seres amados, por otro. Ambos estarán presentes en este pequeño grupo que conformarán el militar y su cuñado, por una parte, y la mamá de las dos niñas y el abuelo de estas, por otro, finalmente todos ellos miembros de una nueva unidad, un clan novísimo que amalgamará sangre con afinidad, parentesco con roce, con ese peligro compartido como uno de los pegamentos más firmes en cualquier relación.

Pero es evidente que tanta influencia temática, tanta referencia estética, a la que se añade por supuesto la omnipresente de los videojuegos, era difícil de cuadrar en un producto redondo, un producto en el que todos los elementos de este batiburrillo encajaran adecuadamente. No ayuda un exceso de ternurismo, con algunas escenas lacrimógenas demasiado alargadas, que juegan en contra del tempo del film. No ayudan tampoco algunos errores en los personajes, como el líder de las milicias rebeldes, un petimetre que parece incapaz de dirigir ni la comunidad de vecinos de su bloque, cuanto menos a varias decenas de bragados militares de gatillo fácil y más mala leche que la Madrastra de Cenicienta.

El conjunto, entonces, es irregular, con algunos (pocos) aciertos y bastantes (quizá demasiados) errores. Queda, eso sí, un apañado producto comercial con algunos mensajes argumentales de cierto calado, pero es evidente que, esta vez, Yeon Sang-ho no ha dado en la diana.

Entre los intérpretes nos quedamos con el interesante trabajo de Gang Dong-won, un joven pero ya veterano actor surcoreano que confiere a su personaje (el militar protagonista) los sugerentes matices de la pesada culpa moral con la que carga, y con Lee Jung-hyun, una auténtica Madre Coraje de insospechadas capacidades combativas.

(29-04-2021)


 


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116'

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Península - by , Aug 07, 2021
2 / 5 stars
Un batiburrillo de referencias