Tomando como base una famosa serie de vídeo-juegos, Resident Evil propone un batiburrillo de terrores que van desde la saga de los zombis iniciada en los años sesenta por George A. Romero con La noche de los muertos vivientes hasta la serie Alien que comenzó Ridley Scott en los setenta. Además incluye otras múltiples referencias, desde el ordenador que toma conciencia de sí mismo de 2001, una Odisea del Espacio hasta, cómo no, escenas de acción casi calcadas del clásico moderno por excelencia, Matrix.
Pero todo ese revoltijo no ofrece realmente nada nuevo, no se consigue nada ni remotamente atractivo de esta mezcla desconsiderada de temas y estilos, con un guión confuso y arbitrario que hace de su capa un sayo con tal de llegar al final apocalíptico que remite (otra referencia, y van...) a las utopías negativas de los años sesenta y setenta, tipo Soylent green o El planeta de los simios (versión Franklin Schaffner, se entiende).
Paul W.S. Anderson, que concitó grandes esperanzas con su visión estilizada de una nihilista juventud sin esperanza en Shopping, ha perdido los papeles pasándose a una ciencia-ficción trufada de terror descafeinado y acción vertiginosa en títulos como Mortal Kombat u Horizonte final, para terminar ahora con esta mediocridad en la que por plagiar hasta presentan a Milla Jovovich en una escena prácticamente calcada a la que ella misma protagonizaba en El quinto elemento: una camilla, un blanco cuerpo apenas velado, un despertar a una realidad inconcebible. Un remoquete poco afortunado para un filme que hará las delicias de la gente joven que se pirra por los vídeo-juegos, pero que al resto del personal se la traerá al fresco...
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