Tras el gran éxito de público y crítica que supuso Ópera Prima(que jugaba en su título con su propia consideración de, efectivamente, “opera prima”) y el fracaso estrepitoso que constituyó su segundo largo, Mientras el cuerpo aguante (empeño documental suicida que hoy día, en pleno siglo XXI, hubiera tenido mucha mejor acogida), Fernando Trueba y Oscar Ladoire afrontaron de nuevo la comedia en esta Sal gorda, que entroncaba con el tono de la primera pero con más medios y mejores actores. El resultado fue una curiosa, casi surrealista y por momentos chocante película, con un compositor musical vacío de inspiración y lleno de celos de su pareja. La comedia funciona a ratos, siempre beneficiándose de ese extraño humor casi involuntario que desprende cualquier cosa que diga o haga Óscar Ladoire, un actor al que el tiempo ha relegado prácticamente al olvido, con ocasionales incursiones televisivas como vieja gloria ya amortizada. Fernando Trueba demostró con este filme que había aprendido a hacer cine, después de las evidentes deficiencias técnicas de su debut, aunque un guión en exceso disparatado no le ayuda demasiado. Aparte de Ladoire, en el reparto destaca Silvia Munt, la inolvidable Colometa de La Plaça del Diamant, y un Paco Rabal que por entonces volvía con renovados bríos a la primera línea del cine español, al puesto que siempre le correspondió por méritos, talento y experiencia.
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