El quinto título protagonizado por Roger Moore, de los siete que hizo como James Bond, agente 007 con licencia para matar, fue este Solo para sus ojos que, ciertamente, no es de los mejores de su etapa ni, en general, de toda la saga bondiana, quizá porque el director, John Glen (procedente del campo del montaje), no era un cineasta personal sino más bien lo que se suele llamar un “pegaplanos” (nunca mejor dicho, dado que provenía de la sala de edición...).
En el comienzo vemos a Bond poniendo flores en la tumba de su mujer; envían un helicóptero a recogerlo, pero matan al piloto y toman remotamente el control del aparato, hablándole el mismísimo jefe de Spectra. Finalmente 007 se hace con los mandos y consigue salvarse... Después vemos un pesquero maltés que en realidad es una tapadera, una instalación del servicio secreto inglés; pero choca contra una bomba y se hunde. El alto mando británico encomienda a Bond que encuentre el barco hundido, porque a bordo lleva una poderosa máquina, llamada ATAC, que tiene que ser destruida antes de que caiga en manos enemigas, en concreto en manos de los rusos...
Los preciosos títulos de crédito de Maurice Binder y la no menos bonita canción principal, en la voz de Sheena Aston (nominada tanto al Oscar como al Globo de Oro a la Mejor Canción Original), es un buen preludio para un film que, sin embargo, después no cumple esas expectativas despertadas por tan agradable comienzo.
Y es que estamos ante una historia alambicada y poco realista (aún menos de lo habitual, se entiende...), a ratos un tanto confusa y bastante elemental (también más de lo que suele ser...); persecuciones las hay de todo tipo, como era frecuente en esta etapa Moore, algunas ciertamente originales y fantasiosas, como la que tiene lugar con Bond conduciendo un Citroën 2 Caballos, que ya es imaginación, al final de la cual el enclenque automóvil salía indemne, y otra que quizá sea la más curiosa de todas, además (por una vez...) bien filmada, que tiene lugar a lo largo de un tobogán por el que se deslizan los vehículos típicos del deporte de nieve conocido como “bobsleigh”; pero también hay varias por la nieve a lomos de esquíes, que se hacen pesadas y redundantes.
La dirección de Glen es ramplona, vulgar, sin personalidad; quedaban varios decenios para que cineastas más dotados, más exquisitos, como Marc Forster, Sam Mendes o Cary Joji Fukunaga imprimieran su clase a la serie. Pero en Solo para sus ojos lo que abundan son las escenas de acción, sin apenas dialogo; y es que cualquier excusa era buena para montar una escena de acción (y no precisamente bien hecha, por cierto...); aquí, desde luego, los especialistas no se quejarían por falta de trabajo...
Cumpliendo una de sus reglas no escritas, la película discurre en diversos países; en algunos casos resulta llamativo el estereotipo, como un Madrid que parece sacado de los años cuarenta en vez de los ochenta en los que se rodó y en los que se ambientaba la cinta; también aparecen otros escenarios más o menos exóticos (al menos para los anglosajones...), como Italia, Albania y Grecia, Corfú incluida, donde se marcan hasta un sirtaki. También cumplen con otras reglas no escritas bondianas, como el hecho de que haya siempre alguna escena submarina, con nuestro James enfundado en el correspondiente traje de neopreno, o la por supuesto execrable norma de que no haya una peli de Bond (de las de aquella época, hoy día eso se ha acabado, afortunadamente) en la que a alguna de las coprotagonistas no le den un guantazo (con frecuencia, ¡ay!, el propio 007...). Menos mal que, al menos, el James de la época, tan irredentemente machista, al menos no era menorero ni pedófilo, como vemos en la peli cuando una adolescente lolitesca se le mete en la cama y él la rechaza, por demasiado joven... Otra de las ideas recurrentes de la saga, en concreto de la etapa Roger Moore, es su humor, aquí no demasiado presente, pero con un final en el que, en la misma escena, estarán Margaret Thatcher y un loro, curiosa pareja a la que (esta vez sí...) se le saca buen partido...
Moore ya se conocía al dedillo el personaje y lo encarna con donosura. De ellas nos quedamos con Carole Bouquet, que siempre tuvo una belleza más bien fría, pero era muy buena actriz, de una elegancia casi escandinava.
(20-10-2024)
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