Pelicula: Está claro que el fuerte de la novelista Stephenie Meyer no es precisamente su capacidad para innovar: la saga Crepúsculo no era sino una actualización (por llamarlo de alguna forma…) del mito del vampiro, descangallándolo y haciéndolo parecer un émulo de Locomía, aquel grupo español de música glam de los años ochenta cuya seña de identidad era una pluma desaforada. Pero es que el tema de su siguiente novela, La huésped, es (con variantes) el mismo que desarrolló en 1956 el gran Don Siegel en su magnífica película La invasión de los ladrones de cuerpos, y que sucesivamente fue versionado, con interés decreciente, por Philip Kaufman en 1978 en su estimulante La invasión de los ultracuerpos, por Abel Ferrara en 1993 en su floja Secuestradores de cuerpos, y (finalmente, al menos cuando se escriben estas líneas) por Oliver Hirschbiegel en 2007 en la muy plana e impersonal Invasión.

Así que ya tenemos, de nuevo, a los extraterrestres que nos han invadido y suplantado en nuestros cuerpos, con la peculiaridad en este caso de que uno de los humanos, una chica, que ha sido ocupada (habría que decir más propiamente okupada…) por un alma (como se llaman a sí mismos los alienígenas: qué poéticos, o qué cursis…), se resiste como gato panza arriba a la invasión y consigue, contra toda esperanza, que su invasora se pase al enemigo y le ayude a escapar y a volver con los suyos.

Toda la historia, después, se centrará en el reencuentro con los antiguos familiares y afectos, el inicial rechazo de éstos al percatarse de que el cuerpo de su amada está ocupado por un ser extraterrestre, hasta colegir que allí dentro, además de la okupa, sigue estando la mente de su ser querido, y la implacable persecución que la Buscadora (el equivalente al teniente Javert de Los miserables, o más recientemente el teniente Gerard de El fugitivo, al fin y al cabo una versión libérrima del clásico de Víctor Hugo) llevará a cabo sobre la huida, perdiendo con ello la compostura inherente a su raza y convirtiéndose en, ¡oh!, casi tan visceralmente humana como las personas a las que persigue.

No negaremos que el filme tiene algunas cosas interesantes: esa propia humanización progresiva de la estirada Buscadora tiene su encanto, como también el hecho de que se juegue a un curioso entretenimiento, cuando cada una de las dos personas que habitan un único cuerpo se enamora de un hombre distinto, lo que presupone algo parecido a un ménage à trois (blanco: aquí no se pasa de los castos besos), un trío amoroso que se resuelve razonablemente con la vuelta de tuerca final. Pero el resto es lamentable en su previsibilidad, en su forzamiento de las situaciones según se le antoje al guionista, como la infectada herida del hermano menor de la protagonista para forzar determinada situación.

Pudiera leerse esta historia, en un segundo nivel, como la posibilidad de que los fanáticos (esos alienígenas siempre impolutos en sus inmaculados trajes blancos, en sus aerodinámicos coches deportivos, serían un trasunto de los nazis, arios aunque eventualmente puedan ser negros, como es el caso, gente que se cree superior y que, por ello, doblega a los que reputa inferiores) puedan redimirse y volver a ser hombres y mujeres normales, con sus pulsiones afectivas, sus debilidades, también sus virtudes. Pero ello entiendo que estaba fuera de la intención de Stephenie Meyer, y me temo que también de las del director, Andrew Niccol, que hasta ahora sólo nos ha dado un título de cierto interés, Gattaca, pero de cuyas rentas viene viviendo ya demasiado tiempo: Andrew, ponte las pilas, o a este paso serás un pegaplanos más de Hollywood…

Entre los intérpretes destaca la interesante Saoirse Ronan, ya adulta, que se reveló con su papel de adolescente cabrona de Expiación. Más allá de la pasión, y que parece haber crecido muy bien, en un papel complicado al tener que dar dos personalidades en un solo cuerpo. Entre los secundarios nos quedamos con el gran William Hurt, en una película que, obviamente, no le merece.

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120'

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The host (La huésped) - by , Apr 05, 2013
1 / 5 stars
La invasión de los ladrones de cuerpos (otra vez)