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(En la muerte del escritor Cormac McCarthy, y en su homenaje, recuperamos la crítica de la película que adaptó su obra más famosa, The road, con la que ganó el Premio Pulitzer).
Sobre la novela homónima de Cormac McCarthy, el (por aquí) más bien desconocido John Hillcoat ha conseguido una sensible y estimulante película, una obra que indaga sobre la posibilidad, bastante plausible, de que la civilización humana se vaya al garete y el mundo se convierta en la metafórica selva inhóspita que precedió a ese momento mágico, no hará más de diez mil años, en el que el ser humano, que no mucho antes bajaba del árbol donde compartía genes y comida con sus primos los primates, puso los cimientos de una sociedad razonable y razonada.
La película no nos cuenta qué sucede para que el mundo civilizado se disuelva como un azucarillo en el café: simplemente asistimos a la decadencia de la civilización, ayuna de sus orgullosas señas de identidad: un Estado como forma de vertebrarse, de hacer justicia y de facilitar los servicios básicos (sanidad, educación, comunicaciones); la energía domada, motor de toda la compleja maquinaria inventada por el Hombre; consecuentemente, la informática que todo lo gobierna; finalmente, la sensatez como forma de actuar, sustituida por el muy animal (también humano, a qué no reconocerlo) sentido de la supervivencia.
En ese universo dantesco, un hombre de mediana edad y su hijo como de ocho años atraviesan unos Estados Unidos permanentemente helados, hacia su Eldorado particular, una costa que quieren creer será más benévola con ellos que el desolado, amenazador Norte. En ese viaje iniciático, quizá también postrero, el hombre intenta mantener en el corazón del niño la llama de la civilización, el fuego de la bondad, la lumbre de la honestidad; aunque ello no será siempre fácil, sobre todo cuando la ley de la selva le hace cometer actos difícilmente compatibles con los valores que quiere transmitir a su hijo.
Película hermosa en su tristeza, en su sobrecogedora atmósfera como de apocalíptico Fin del Mundo (bellamente fotografiada por nuestro Xabier Aguirresarobe, con una paleta de colores desvaídos donde abunda el blanco sucio, pero también el gris de la decadencia y el negro de la muerte), The road (La carretera) nos recuerda hasta qué punto estamos cerca de un indefinido final de todo, ya sea por el curso de una Naturaleza que ignora qué cosa es la piedad, o, lo que es más probable, por la propia acción del ser humano, que lleva tantos años empeñados en autodestruir la civilización que, alguna vez, seguramente lo conseguirá.
Film a pesar de todo esperanzado en su final medianamente feliz (quizá demasiado…), resulta a ratos irregular en su historia, como si el guión no fuera siempre igualmente brillante. Con todo, es una obra notable, de calado humanista a pesar del tema y del pavoroso entorno que recrea.
Gran trabajo el de Viggo Mortensen, un actor que se crece en estos papeles donde la sutileza es uno de sus requerimientos mínimos, un hombre entre la necesidad de mantener, de transmitir la honradez a su hijo, y al tiempo urgido a utilizar la mera ley de la selva para sobrevivir. Mención especial para Robert Duvall en un corto papel que este viejo y sagaz actor borda como sólo él sabe.
(16-02-2010)
112'