John Grisham se ha convertido, junto a Tom Clancy y Michael Crichton, en los Tres Reyes Magos de la novela de Hollywood; historias como La tapadera, El cliente y El informe Pelícano, siempre con temas jurídicos, son títulos del moderno cine de plástico, y este Tiempo de matar no es ajeno a tal calificación.
Partiendo de un tema polémico, el derecho de un padre a vengar a su hija, el director Joel Schumacher, a través de la historia de Grisham, plantea un thriller no sólo judicial, sino también con implicaciones colaterales, fundamentalmente en torno al racismo: aparecen así desde el Ku-Klux-Klan hasta la NAAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Gentes de Color), pasando por ambiciones políticas de fiscales ansiosos de poder y jueces severos.
Demasiados temas en un filme en el que arde Mississippi, con escenas bochornosamente increíbles, como los improbables enfrentamientos entre los miembros del KKK y los negros, a plena luz del día y delante de la propia Policía, con demasiados cabos sueltos y el inevitable "speech" final del abogado, encarnado por el novísimo Matthew McConaughey, poco menos que un "boy-scout" aupado a un papel que le viene evidentemente grande; estaría mejor llevando café al director...
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