Michael Cimino alcanzó la gloria cinematográfica gracias a su segundo film, el doloroso drama sobre la guerra del Vietnam y sus consecuencias titulado El cazador (1978), con la que ganó 5 Oscars, incluidos los de Mejor Película y Mejor Director. Pero esa gloria se trocó muy pronto en sonado fracaso con su tercer film, La puerta del cielo (1980), costeadísima superproducción que se dio un considerable castañazo en taquilla, hasta el punto de llevar a la quiebra a su productora United Artists. A partir de ahí Cimino no volvió a levantar cabeza, y en los 36 años siguientes hasta su muerte en 2016 solo pudo rodar cuatro largometrajes, que tampoco le devolvieron el favor del público, ni de la crítica, ni de la industria.
Este Un botín de 500.000 dólares fue su primera película, cuando aún no tenía idea de hasta qué punto su gloria y su hundimiento sucederían de forma tan convulsa y en tan poco tiempo. La trama se ambienta en los tiempos del rodaje del film, a mediados de los años setenta, en Montana, donde conoceremos a dos personajes: Thunderbolt, de mediana edad, aparenta ser el predicador de una congregación religiosa, pero la llegada airada de Leary, un pelirrojo que le persigue a tiros, hace sospechar que su golilla de cura es más falsa que Judas; por su lando, Lightfoot, de poco más de veinte años, es un pícaro sin oficio ni beneficio que busca dar un golpe que le libre del trabajo, esa cosa tan cansada... Ambos terminan coincidiendo y, tras unos primeros momentos más bien difíciles, pronto congenian, sobre todo porque tienen que unir sus fuerzas ante Leary, que sigue buscando a Thunderbolt, ahora con la ayuda de otro compinche. Resulta que Thunderbolt escondió un botín de medio millón de dólares que robó del Banco de Montana mediante un alambicado plan en el que participó también Leary, quien cree que el otro lo ha engañado y se ha llevado el dinero...
Lo cierto es que este Un botín de 500.000 dólares (el título no es precisamente excelso, pero mejora el original, Thunderbolt and Lightfoot, que para los no anglohablantes es casi un galimatías...) no es precisamente una película estilosa; más bien podría decirse que es tirando a desaliñada. En ese sentido, es evidente que la elegancia y la clase de El cazador no están aquí, un alocado thriller de atraco (más o menos) perfecto, con dos curiosos tipos como protagonistas y un tercero, el pelirrojo, que tampoco se queda atrás en cuanto a peculiaridad. La relación entre ambos es quizá de lo más interesante del film, dos marginales que aprenderán el valor de la amistad estando más allá de la ley, dos delincuentes de poca monta que sueñan con el golpe de sus vidas que les redima de sus problemas económicos y les resuelva la vida. Su modelo de marginalidad libertaria pudiera estar influido, aunque a otra escala, por el canon establecido años antes por Easy Rider, de Dennis Hopper. Y es que estamos ante el cine efervescente que se hacía en los años setenta, cuando Hollywood reinventaba el cine con una pléyade de directores (Scorsese, Spielberg, Coppola, De Palma, Schrader...) que hacían un cine más fresco, menos formal, más transgresor.
Cimino gusta de filmar los grandes espacios naturales de Montana, estado donde fue rodado en su mayoría el film. Esta “road movie” tiene un evidente tono de comedia, no se toma demasiado en serio a sí misma, lo que no deja de ser una virtud. A lo largo del viaje de ambos, perseguidos por el pelirrojo, se irán encontrando con una fauna humana de lo más curiosa, heterogénea, incluso estrafalaria. La banda que finalmente se conformará para intentar dar otro “palo” en el banco nacerá ya con problemas de entendimiento entre el volcánico pelirrojo, símbolo del pasado, y el pimpante jovenzuelo, con una forma de enfocar la vida radicalmente distinta.
La segunda parte del film, con los preparativos para el atraco al banco y la ingeniosa plasmación de ese delito, mejora en cuanto a ritmo y amenidad, cualidades de las que la primera parte adolece en buena medida. Ese complejo plan para el atraco incluirá, entre otros envites, el asalto a la casa del director del banco, a la comisaría de policía haciéndose pasar por agentes, y hasta el travestismo… Un final agridulce cierra una película que no carece de virtudes, aunque ciertamente se nota que su director todavía tenía mucho que aprender.
Buen trabajo de la pareja protagonista, Clint Eastwood y Jeff Bridges, el marginal maduro y el jovenzuelo que se quería comer el mundo, con buena química entre ellos. George Kennedy compone el personaje más desaforado, por ello quizá también el más curioso.
(21-10-2021)
115'