Alejándose claramente de su línea anterior, Felipe Vega, que fuera crítico certero y que como cineasta presentó en sus inicios un cine alternativo y de estirpe poética en filmes como Mientras haya luz y El mejor de los tiempos, cambió el paso posteriormente para hacer Un paraguas para tres, una comedia de enredos y sentimientos, con tres protagonistas, dos mujeres y un hombre, que se encuentran y se desencuentran, donde unos aman a otros sin ser correspondidos, en una historia que tiene al azar y a las carambolas como sus dioses, donde los personajes, como la gente corriente y moliente, no tienen nada claro qué quieren hacer, qué quieren ser y, lo que es peor, a quién quieren amar.
Comedia ácida, que con alguna frecuencia deja la sonrisa helada en la boca, tal vez esa cierta acidez hiciera que, a pesar de sus evidentes valores como obra de divertimento inteligente y noble, como búsqueda de nuevos caminos para la entonces agotada veta de la comedia madrileña, no consiguiera conectar con el público, en uno de esos extraños fenómenos que de vez en cuando suceden, cuando el espectador, por razones no siempre explicables, se niega a ver una película que podría colmarle, divertida, ligera y no por ello haciendo que se avergüence de pertenecer al mismo género humano que los autores de tanta astracanada como en el mundo han sido y son.
Juanjo Puigcorbé obtuvo merecidamente el premio al mejor actor en el Festival italiano de Taormina, donde estuvo presente el filme, entre otros certámenes. Icíar Bollaín componía el personaje más tierno y humano de esta película que quizá se adelantó a su época. También a destacar la presencia siempre interesante de Germán Cobos, un galán de los años cincuenta y sesenta que supo envejecer con dignidad.
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