Pelicula:

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Realmente es sorprendente la madurez que muestran algunos cineastas de carreras aún incipientes. La guionista y directora belga Laura Wandel (Bruselas, 1984) tiene en su haber, hasta ahora, solo tres cortos y dos episodios, también en formato cortometraje, de una serie documental. Con tan menguado bagaje, sin embargo, la primera película de largometraje de Wandel, esta Un pequeño mundo, nos ha parecido espléndida, y lo es desde su propia concepción formal, como intentaremos explicar.

La acción transcurre en nuestro tiempo, en un colegio de educación primaria en la región de Bruselas. Conocemos a Nora, una pequeña como de 6 años que entra ese día por primera vez en el cole; su hermano Abel, algo mayor, como de 7 u 8 años, ya está en esa misma escuela. La pequeña está llorosa, no quiere separarse de su padre, hasta que al fin la convencen y entra. Los primeros tiempos son duros, porque se encuentra sola y busca permanentemente a su hermano como única figura que le supone confianza. Pero pronto se da cuenta de que Abel es objeto, por parte de niños mayores que él, de un sistemático acoso, lo que hoy día llamamos con el anglicismo “bullying”. Horrorizada, quiere contárselo a su padre, pero Abel se lo prohíbe, porque cree que en ese caso la cosa será aún peor. Pero cuando Nora asiste a una de las terribles humillaciones infligidas al hermano, finalmente se lo cuenta al padre...

El primer acierto de Wandel es conceptual: con una clarividencia pasmosa, la directora opta por hacer un tratamiento formal en el que coloca la cámara siempre a la altura de la cabeza de la pequeña Nora, siguiéndola obsesivamente en su deambular por el colegio, que es el escenario único del film; bueno, en puridad hay varios escenarios, aunque todos están en el recinto escolar: patio de recreo, aulas, escaleras, despacho del director, comedor... Ese recurso formal, poner la cámara a la altura de la niña, permite que veamos siempre el mundo (ese pequeño mundo del título) con sus ojos, como lo ve ella, ese mundo que pronto descubre es una jungla. Así las cosas, esa decisión técnica y estilística de Wandel supone, a la manera de Godard (ya saben: “el trávelin es una cuestión moral”), también una decisión ética, y artística, y de perspectiva. Porque será a través de esa mirada desde poco más de un metro de altura donde conoceremos el mundo para Nora, un mundo que, lejos de ser el cálido hogar donde se siente segura, será una selva, y no solo en el patio de recreo que parece, en miniatura, la batalla de las Termópilas: también en las clases, en el comedor, en la piscina, en la que la pequeña Nora habrá de ir aprendiendo que vivir es mucho más complicado que ir de la mano de papá o mamá, que en ese mundo exterior a su zona de confort los peores enemigos pueden tener 8 años pero más mala leche que la Bruja de Blancanieves, o sus mismos 6 años pero ser tan crueles como probablemente solo lo puedan ser los niños.

Film desolador, que no solo nos habla de las duras condiciones que han de afrontar los infantes en sus periplos escolares, sino que también nos habla de cómo los mayores envenenan moralmente a sus hijos (“¿sabes lo que es un parado?”, le dice una de las “amigas” de Nora refiriéndose al padre de la niña, porque la lleva al colegio y no parece tener ocupación remunerada... “alguien que no quiere trabajar y que le paguen por estar en casa sin hacer nada...”, se responde ella misma, obviamente por ser lo que escucha en su hogar), la visión de Un pequeño mundo es una experiencia traumática, porque nos pone ante un espejo en el que nos cuesta tanto mirarnos, en una sociedad tan melindrosa para tantas cosas, y sin embargo tan laxa para otras, una sociedad en la que el acoso escolar sigue siendo una especie de entelequia (“son cosas de niños”, se suele argüir), una sociedad donde con tanta frecuencia el acosado, la víctima, habrá de convertirse él mismo en acosador, en verdugo, para escapar del infierno sin salida en el que está sumido, una sociedad que reproduce a través de sus hijos sus miedos, sus odios, sus peores lacras.

Volviendo al acertado tratamiento formal de Wandel, es cierto que éste recuerda poderosamente al utilizado por el húngaro László Nemes en su portentosa El hijo de Saul (2015), aunque también es verdad que, aparte de que su utilización nos parece perfectamente adecuada al tema, Laura abre más el campo para que, además de su figura central, la pequeña Nora, podamos ver otras de las que se relacionan con ella. Ese recurso permite también interesantísimos momentos con las voces en off, como el encuentro en el despacho de dirección del padre de la protagonista y Abel, los profesores y los padres de los acosadores del niño, todo ello filmado sobre el rostro compungido pero a la vez contenido de una Nora que cree que quizá entonces todo acabe... aunque quizá lo que ocurra sea que todo empiece...

Con una escena final tan dura que hace, literalmente, daño, aunque una última finta de la directora nos permita abrigar alguna esperanza, Un pequeño mundo es una película absolutamente necesaria, que nos permite mirar donde normalmente no miramos, ese interior de un colegio donde nuestros hijos empiezan a enfrentarse a un mundo que nunca es (tampoco allí, donde creemos que están a salvo...) precisamente amigable.

Gran trabajo de la pequeña Maya Vanderbeque, en su primera actuación ante una cámara. Sorprende la intensidad de su interpretación; incluso cabría preguntarse si es lícito, si es moral, hacer que una niña de tan pocos años sufra tanto ante una pantalla, porque es obvio que la pequeña no tiene aún técnica actoral ni suficiente bagaje vital como para racionalizar lo que ha debido de padecer en el rodaje, y que ha sabido transmitir tan extraordinariamente. También el pequeño actor que hace de su hermano, Günter Duret, está muy entonado, todo el sufrimiento del mundo en un rostro de tan pocos años. De los adultos, la única que tiene un papel medianamente remarcable es Laura Verlinden, la señorita Agnès, el paño de lágrimas de la desconsolada Nora para la que el colegio (quizá como sus lágrimas iniciales intuían...) es lo más parecido a ese lugar que en español llamamos de diversas formas: líricamente el averno o el tártaro; coloquialmente, las calderas de Pepe Botero; sin ambages, el mismísimo infierno.

(02-03-2022)


 


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72'

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Un pequeño mundo - by , May 07, 2022
4 / 5 stars
La cámara a un metro de altura