Pelicula:

Aunque la “teoría de autor” de Bazin et allii no esté ya tan vigente como hace medio siglo, parece evidente que el director sigue siendo una pieza fundamental en cualquier film. Para muestra, un botón: he aquí una película con una potente historia, además verídica y de plena actualidad, por su apuesta por la igualdad entre hombres y mujeres, que sin embargo queda muy por debajo del resultado esperable por, entre otras cosas, una realización que ciertamente es de todo menos afortunada.

Se nos cuenta aquí la verídica historia de Ruth Bader Ginsburg, que fue una de las primeras mujeres en conseguir graduarse en Derecho en la Universidad de Harvard, allá por los años cincuenta, en un “alarde” de feminismo por parte del muy machista “establishment” de la época. Esposa también de un abogado, Martin Ginsburg, que cayó gravemente enfermo con un cáncer de testículo, que sin embargo pudo superar, Ruth, tras no conseguir, por su sexo femenino, trabajo como abogado en ningún bufete de Nueva York, se empleará como profesora en una Escuela de Derecho. Allí le surge la oportunidad de entablar un juicio en el que un hombre ha sido discriminado por ser varón, con lo que Ruth pretende demostrar ante la Corte Suprema que las leyes en su país no son igualitarias sino sexistas...


El problema de Una cuestión de género es que cuenta con una historia potente y verídica, nada menos que la vida y obra de la primera mujer que llegó a formar parte, en los años noventa, del Tribunal Supremo, y sobre todo de las peripecias que conformaron la primera parte de su existencia, cuando los términos mujer y abogado parecían antitéticos; pero esa historia está, en primer lugar, muy mal guionizada por Daniel Stiepleman, que hace con este su primer libreto para cine, limitándose hasta ahora su experiencia en la industria cinematográfica a la dirección artística de un par de cortos, bagaje que, a la vista está, ha resultado claramente insuficiente. Pero es que tampoco Mimi Leder, la directora, se puede decir que haya estado eximia: Leder es una cineasta ya muy veterana, que empezó a rodar cine y, sobre todo, a grabar televisión, a mediados de los años ochenta, por lo que lleva en activo ya más de treinta años. Sin embargo, no se puede decir que su filmografía sea como para tirar cohetes; aparte de algunos episodios de series televisivas populares, como El ala Oeste de la Casa Blanca y Urgencias, la mayor parte de sus obras son mediocres telefilms o capítulos de series olvidables y olvidadas. En cine su trayectoria es más menguada, y además generalmente en un género, la acción (recuérdense, por ejemplo, El pacificador y Deep Impact), que no se corresponde para nada con el tono que debería tener esta Una cuestión de género.

Por supuesto, se puede ser versátil, y lo ideal es serlo: Howard Hawks fue quizá el cineasta más versátil y a la vez más grande que haya dado Hollywood, pero desde luego Mimi Leder está a años luz de esa cualidad poliédrica. Su puesta en escena es chata, como de telefilm de sobremesa. Su narrativa, aburrida, sin dar relieve a una historia que ya de por sí es un bombón, la crónica de la vida a contra corriente de una mujer que no se achantó en un mundo abrumadoramente de hombres, y supo encontrar el resquicio, con tenacidad e inteligencia, para darle la vuelta a las muy machistas leyes que los Padres Fundadores (¿no hubo ninguna Madre Fundadora? Ah, no, claro...) promulgaron hace más de dos siglos.

Solo en la parte final, en el proceso propiamente dicho, cuando la letrada habrá de vencer la resistencia del tribunal (obviamente formado por tres machos, conservadores, blancos y protestantes: un repóquer de ases...), parece entonarse la peli, aunque sea utilizando la muy manida fórmula que ya era vieja cuando Rocky o Karate Kid la usaron, allá por el Pleistoceno Superior, la de establecer un combate desigual (en este caso no violento, solo verbal), en el que nuestra protagonista lleva todas las de perder hasta que, ¡oh, prodigio!, finalmente se lleva el gato al agua. Por supuesto, no hay “spoiler” que valga, el veredicto está en la Historia, porque la cambió, y hasta en la gacetilla que publicita la propia distribuidora.

Buena historia, entonces, en una película mediocre, a la que habría que haber pedido más. Lástima, porque no está el cine sobrado de buenos relatos como este, lamentablemente desperdiciado por dejarlo en las manos (guionista, directora) equivocadas.

Por supuesto, lo mejor de la película es la siempre estupenda Felicity Jones, una actriz formidable con una rara capacidad para hacer suyos todo tipo de personajes: en este caso, ella es la que sería poderosa jueza del Supremo, en la época en la que era solo una dubitativa licenciada en Derecho a la que continuamente ninguneaban sus colegas masculinos exclusivamente por su sexo. Del resto del reparto me quedo con un Armie Hammer al que su sensible interpretación en Call me by your name volvió a colocarle en el escaparate de Hollwood, tras pegarse algunas sonoras costaladas en taquilla como las de El Llanero Solitario u Operación U.N.C.LE. Y, por supuesto, dos veteranos de la talla de Sam Waterston y Kathy Bates, esta última con uno de esos estrafalarios roles que a ella tan bien le van.


(27-02-2019)


 


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120'

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Una cuestión de género - by , Jul 12, 2020
1 / 5 stars
Buena historia, mediocre película