Serie: Desde dentro

Disponible en Netflix.

Steven Moffat es un reputado guionista y productor escocés, que se ha hecho un nombre gracias a haber escrito el guion y haber estado involucrado en la producción de algunas películas tan conocidas como la spielbergiana Las aventuras de Tintín. El secreto del unicornio, y en las series Sherlock, “aggiornada” vuelta de tuerca al clásico de Conan Doyle, y en especial Doctor Who, la mítica serie británica de fantaficción, lógicamente en su etapa moderna, la producida en este siglo XXI. Moffat goza, por supuesto, de una gran reputación como creador de productos audiovisuales que suelen contar con el beneplácito de público y crítica. Con este Desde dentro, sin embargo, a nuestro parecer, presenta un producto irregular, que no termina de cuajar, a pesar de los buenos mimbres manejados.

La acción transcurre a lo largo de 4 episodios, en los que la historia se centrará en dos líneas argumentales que correrán paralelas para, finalmente, confluir. Por un lado, en el Reino Unido, conocemos a Harry, pastor anglicano como de cincuenta años, a su mujer, Mary, y a su hijo adolescente, Ben. A la casa de la familia llega Janice, la profesora que da clases particulares de matemáticas a Ben; poco antes Edgar, el joven y atemorizado coadjutor, le ha pedido a Harry que le guarde un pen-drive que le está buscando su dominante madre. Harry, aunque inicialmente se niega, finalmente accede. Accidentalmente, el pen acaba en manos de Janice, cuando está en casa de Harry, y ésta descubre en él imágenes de porno infantil; Janice cree que el pen es de Ben, el hijo adolescente del pastor, y es consciente de que tiene que denunciarlo a las autoridades. Pero Harry, que sabe que el pen es de su coadjutor, no puede consentirlo, porque esa denuncia hundiría a su hijo para siempre. Así que se propone evitar que Janice vaya a la policía, para lo que no duda en agredirla y encerrarla en el sótano... Por otra parte, en Estados Unidos, conocemos a Grieff, un clarividente preso que está a la espera de ser ejecutado por el asesinato de su mujer, que él reconoce pero nunca ha dicho por qué lo hizo. Entretiene la espera de la ejecución aceptando entrevistas con personas que tienen problemas al parecer irresolubles, problemas que Grieff, con su inteligencia y perspicacia privilegiadas, generalmente resuelve...

Tiene Desde dentro, nos parece, varios pecados originales que hacen que, ya de entrada, la serie resulte un tanto forzada en sus premisas: es difícil entender, ni siquiera desde la perspectiva del padre que ve cómo la vida de su hijo se puede arruinar por un malentendido, que un pastor que ha dado muestras sobradas durante el planteamiento del producto de ser una persona cabal, honesta y entregada a los demás, use la  violencia contra una mujer; tampoco ayuda que otro de los personajes, en este caso secundario, una joven periodista que tendrá un papel relevante en los hechos, pase de atemorizada jovencita al comienzo, dejándose apabullar por el imbécil de turno, a temeraria reportera que no se arredra ante nada: hombre, ya sabemos que no somos monolíticos, que dentro de nosotros pueden habitar, a la manera bíblica, legión, pero las actitudes son tan contrapuestas, además sin que haya habido tiempo ni causas para ese cambio de conducta, que resulta incongruente y ello juega en contra de la coherencia de lo que se nos narra.

El modelo que sigue Moffat para el preso convicto y confeso que, mientras espera en el corredor de la muerte, actúa como detective aficionado de certeras deducciones, parece evidente estar inspirado en el asesino de inteligencia sobresaliente creado por Thomas Harris en la novela El silencio de los corderos, y por Jonathan Demme en su adaptación cinematográfica, el doctor Hannibal Lecter, solo que en este caso, afortunadamente, este Grieff de Desde dentro carece de los muy cuestionables gustos culinarios del médico de la peli de Demme. Ese cierto seguidismo tampoco ayuda a ver la serie como un producto original, aunque parece obvio que, a estas alturas, la originalidad suele ser complicada conseguirla...

La moraleja de la serie (porque, evidentemente, tiene una moraleja) viene a decir que todos, en algún momento, podemos tener un mal día y terminar matando a alguien: según esa premisa, hay cosas que nos convierten en asesinos, nadie está a salvo de lo que puede hacer; lo cierto es que nos parece una declaración bastante cínica, en cualquier caso ideal como coartada para los que (no lo duden, existen) son realmente malos; si todos somos malos, la perversidad auténtica se difumina: usted, o yo, seríamos igual que Charles Manson, aunque aquel cabrón matara a cinco personas en Malibú, y usted, o yo, no hayamos matado ni una mosca en nuestras vidas; usted, o yo, seríamos iguales a los que podemos llamar los Gemelos del Mal, Hitler y Stalin, aunque ellos fueron responsables directos de la muerte de decenas de millones de personas, y usted, o yo, seamos probos ciudadanos que pagamos nuestros impuestos, nos levantamos todos los días a las siete de la mañana, reciclamos y procuramos hacer de nuestro mundo un sitio un poco mejor cada día.

Como una derivada de lo anterior, otro de los temas recurrentes de la serie es el flirteo con la idea de matar y cómo hacerlo, puesto en la mente, y en la boca, de gente buena como la esposa del pastor, una bendita que, ante la tesitura de la ruina vital de su hijo y de su marido, llega a buscar en internet cómo matar a alguien, y se queda tan pancha... En esa misma línea, Moffat se permite incluso algún rasgo de humor muy british, como la escena en la que la esposa, tras comprobar lo difícil que es liquidar a la insidiosa profesora que tienen en el sótano, se queja amargamente preguntándose cómo lo hacen los asesinos, cuando a ella le parece que hay demasiada burocracia para matar.

Así las cosas, las situaciones que se plantean resultan bastante forzadas, con frecuencia poco creíbles, con retorcimientos de la lógica para la conveniencia de la historia y eso, por supuesto, es veneno para cualquier audiovisual de ficción,  y no digamos si estamos hablando de un thriller, como es el caso.

Por supuesto, la serie tiene buena factura, como cabía esperar de un producto con la firma de Steven Moffat, distribuido en el Reino Unido por la BBC y en el resto del mundo por Netflix; y, por supuesto también, la serie tiene algunas virtudes evidentes, como las excelentes réplicas puestas en boca de Grieff, el asesino detective, llenas de ironía y de una mordacidad elegante. También es un hallazgo el peculiar compañero y amigo de éste en el corredor de la muerte, un gigantón afroamericano llamado Dillon, que resulta ser un adecuado contrapunto irónico e incluso sarcástico del propio Grieff, un personaje un tanto sanchopancesco.

El conjunto, como decíamos, es irregular, resultando una serie entretenida de ver, sin duda, pero con serios defectos en su planteamiento, nudo y desenlace. Lástima porque, aparte del buen hacer de Moffat, más que reconocido, también se ha contado con un buen reparto, encabezado por uno de nuestros secundarios favoritos, Stanley Tucci, al que no recordamos que haya hecho mal un solo personaje en toda su vida profesional (y mira que le han caído algunos bastante difíciles de salvar...), y David Tennant, una especie de hermano mellizo de Pablo Motos, al que descubrimos en la intrigante serie Broadchurch, y también hemos visto posteriormente en films como María, reina de Escocia.


Desde dentro - by , Feb 26, 2023
2 / 5 stars
El pen-drive que desató una catástrofe