Serie: Los crímenes de Pembrokeshire

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El llamado “true crime” (literalmente, “crimen verdadero”) es uno de los veneros más feraces de nuestro tiempo; en este tipo de thriller se recrean auténticos asesinatos a través de dramas en los que, es obvio, se añaden o modifican elementos para hacer más atractiva la trama, aunque el fondo de las historias sea el que se cuenta. En España contamos en su momento con una serie de gran prestigio incardinada en ese subgénero, La huella del crimen, producida por Pedro Costa Musté para RTVE, que gozó de justa fama durante los años ochenta del pasado siglo.

ITV, la famosa productora privada británica, viene propiciando desde principios de este siglo XXI una tanda de thrillers inscribibles en este tipo de “true crime”, de la que este Los crímenes de Pembrokshire sería la decimotercera entrega, una miniserie de 3 capítulos que se centra en el superintendente de Scotland Yard, Steve Wilkins, quien tras ascender a ese cargo quiere reabrir una serie de crímenes sin resolver sucedidos en los años noventa, dado que en el siglo XXI la tecnología forense ha avanzado hasta poder encontrar hallazgos anteriormente imposibles.

Wilkins se obsesiona con una serie de asesinatos, allanamientos de morada y abusos sexuales, ocurridos en los noventa en el condado galés de Pembrokshire, y que su intuición le dice que fueron realizados por la misma persona. Aquellos casos sin resolver fueron motivo de escarnio para la Policía local, de ahí que las autoridades sean reacias a reabrirlos a riesgo de volver a quedar en mal lugar, pero Wilkins está convencido de que John Cooper, un sesentón que está en la cárcel próximo a salir ya con su condena cumplida, es el autor de esos crímenes. En su momento fue el sospechoso principal, pero una coartada le salvó el cuello, a pesar de lo cual pena en prisión otro delito sí probado. El sospechoso tiene mujer (que Wilkins cree tiene un miedo atroz a su marido y le facilitó la coartada para salir indemne de las acusaciones) y un hijo, ya treintañero y con una minusvalía provocada por el padre felón…

Aunque los crímenes que aquí se investigan databan de los años noventa, las pesquisas policiales reales que se relatan están fechadas entre 2011 y 2016. A lo largo de los tres capítulos asistiremos a la investigación dirigida por el superintendente Wilkins (que, en la mejor tradición del policíaco moderno, tiene alguna tragedia en su pasado), una investigación que habrá de intentar recomponer los hechos acontecidos tantos años atrás, apoyándose fundamentalmente en dos elementos: uno, las pruebas de ADN de la época, que ahora, con las nuevas tecnologías, pueden decir lo que no dijeron en su momento, pueden incluir lo que los expertos forenses llaman una “pepita de oro”, una prueba irrefutable de la implicación del sospechoso en los crímenes; y dos, unos shorts caquis que supuestamente llevaba puesto el asesino de los tres delitos cuyos casos se han reabierto, y que supuestamente el sospechoso, Cooper, conserva (o no) en su poder.

Sobre esos dos elementos fundamentales, pero también con las entrevistas al hijo del acusado y a su madre, así como a algunas de las víctimas de los crímenes que se están investigando, el equipo dirigido por el superintendente Wilkins irá cercando al sospechoso.

Lo cierto es que Nick Stevens, el creador de la serie, tiene una todavía corta carrera audiovisual; de hecho, esta es su segunda miniserie, tras Detective Muncie (2016). Quizá por ello, más que notar su mano, la que se aprecia es la del director de la miniserie, el veterano realizador de televisión galés Mark Evans, que hace gala de una puesta en escena profesional, con buen gusto, elegante, consiguiendo un correcto tono en general, aunque narrativamente hablando quizá resulte un tanto farragoso, lo que hace que, a ratos, se pierda en amenidad e interés.

Lo más estimable, aparte de las investigaciones para intentar conseguir las pruebas necesarias para inculpar al presunto asesino, quizá sea precisamente el retrato que de éste se hace, un tipo ciertamente infecto, violento, dominante en la familia, egoísta, pendenciero, de esos que se creen mejor que los demás y que, quizá por ello, o por sus inseguridades, trata a todo el mundo (incluido aquellos a los que se supone que ama) a patadas, una de esas personas que, como solemos decir, si su madre hubiera abortado el mundo sería un poco menos malo. Tiene también interés la relación del detective protagonista con su hijo adolescente, una relación que el policía habrá de intentar reconstruir.

Luke Evans, que hace indistintamente protagonistas y villanos sin que se le mueva (metafóricamente hablando…) el tupé, da vida con convicción al detective protagonista, un hombre “con pasado” que, quizá, encuentre la forma de redimirse de sus culpas íntimas llevando a aquel viejo asesino de nuevo entre rejas, ahora definitivamente.


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Los crímenes de Pembrokeshire - by , Aug 13, 2022
2 / 5 stars
Unos shorts caquis