Serie: Montecristo

ESTRENO EN MOVISTAR+.

Las adaptaciones de la obra de Alejandro Dumas (padre), en cine, son como un océano. La IMDb censa, a la fecha de escribir este texto, la bonita cifra de 330 títulos que, casi desde el comienzo del cinematógrafo (la primera versión, de Los hermanos corsos, data de 1898), han sido llevados a la pantalla, grande o pequeña. Por supuesto, Los tres mosqueteros es la  más versionada, pero también lo ha sido El conde de Montecristo, ambas, quizá, las más populares de la obra dumasiana. Alrededor de medio centenar de esa cifra, si no hemos contado mal, tienen como base esta novela de Dumas padre, por supuesto de todas las nacionalidades habidas y por haber, más o menos rigurosas, por no decir en algunos casos disparatadas. Y es que la historia de este pobre diablo, Edmundo Dantés, al que la traición, pero también el destino, aboca a una tragedia vital, es una historia de venganza, pero también de justicia y perdón, uno de esos personajes humanos que, a la manera de Don Quijote, Prometeo o Don Juan, encarnan las eternas virtudes y sempiternos pecados del Hombre.

Esta miniserie de 6 capítulos, apocopadamente titulada solo como Montecristo, es ciertamente una versión libérrima del original dumasiano, pero también es verdad que, en cuanto al cañamazo central de la historia, no se despega demasiado de él, aunque sí, y de qué manera, en los detalles: el primero, por supuesto, el tiempo histórico, aquí situado en nuestra época, en la tercera década del siglo XXI, prácticamente dos siglos después de cuando Dumas ambientaba la novela primigenia. Habrá otros muchos cambios, pero ya decimos que el eje central sigue siendo, en términos generales, el mismo.

Conocemos entonces a Alejandro Montecristo, un rico empresario cubano-norteamericano que llega a España buscando un inversor para su “start up” digital Simbad. En realidad se llama Edmundo Dantés y 20 años atrás fue objeto de un atroz complot por parte de su amigo Fernando Mondego y de Cristóbal Herrera, padre de su amada Mercedes, para hacerle cargar, literalmente, con un muerto, Sotomayor, cuando Edmundo se negó a plegarse a los dictados criminales de ambos. Encerrado en una cárcel, consigue escapar casi tres lustros después, con un tesoro que le deja su muy querido amigo Farias. Con su nueva amiga y socia Haydée, y su también amigo Jacky, al que salvó la vida, se disponen a, con su nueva identidad, hacer caer en bancarrota a Mondego y Herrera, ahora poderosos empresarios en España...

Como decimos, con una actualización a todos los niveles del original, Montecristo mantiene, sin embargo, la columna vertebral de la historia dumasiana, con nombres, traiciones, venganzas, etcétera, aunque por supuesto se olvide la supuesta nobleza del conde, haciendo ahora que Montecristo sea un plutócrata, un rico, al fin y al cabo la aristocracia de nuestro tiempo. Por supuesto también, hay generosas dosis de epidermis (femenina, pero también masculina, que para eso el prota –y productor ejecutivo...--, el actor cubano-norteamericano William Levy, tiene una carrocería imponente y hay que lucir palmito...) y de coyundas varias, como procede en estos tiempos, en esta libérrima adaptación en la que hay salidas a bolsa, “start ups”, “pen-drives”, criptomonedas, “hackers”... pero en el fondo late la misma historia, la del hombre vejado, humillado, escarnecido, encarcelado, y cómo un golpe de fortuna le permitió ejecutar una venganza que, como bien sabemos, se paladea mejor en plato frío.

Al frente de la serie se encuentran sus creadores gallegos, la veterana Lidia Fraga y el más bisoño Jacobo Díaz, a los que Secuoya, la poderosa productora audiovisual española, les ha encargado esta adaptación actualizada del clásico dumasiano. Y en la dirección de los seis capítulos, Alberto Ruiz Rojo, que ha sido el director de referencia en un buen puñado de populares series recientes: Brigada Costa del Sol, Entrevías, La templanza… Con él a los mandos estaba garantizada la solvencia profesional del proyecto. Otra cosa será que después el conjunto sea mejor o peor… En este caso, somos de la opinión de que la miniserie Montecristo tiene algunas virtudes evidentes, pero también ciertos defectos que la hacen no tan recomendable. Entre las primeras, el impecable diseño de producción, muy costeada, donde se aprecia que recursos economicos no han faltado, lo que está muy bien desde el punto de vista de la calidad del producto, con buena fotografía, muy luminosa, ambientación adecuada, y puesta en escena con frecuencia espectacular (helicópteros, jets privados, escenas de acción realizadas con toda solvencia…); entre los segundos, cierta tendencia a resolver los problemas mediante técnicas que colindan con el milagro, como en la escena en la que Montecristo, haciéndose pasar por técnico de aire acondicionado, llega desde un piso octavo o noveno al bajo por el exterior, sin que tenga, que sepamos, las dotes de Spider-Man para tal hazaña… O la recurrencia excesiva a lo que se suele llamar el "deus ex machina", o más castizamente, el efecto Séptimo de Caballería (ya saben: "estamos rodeados…" y entonces suena la trompeta del salvador batallón de jinetes…).

Acorde con los tiempos, aparte de la villanía de los malos originales, tendremos también la incorporación del factor político, en este caso con la lideresa a la que las encuestas dan como futura presidenta del gobierno (con un partido, Acción Liberal, que recuerda poderosamente a uno que actualmente no pasa por su mejor momento en España, por decirlo de forma suave …), en una denuncia de la corrupción política que, sin embargo, nos parece superficial, cosmética, más por ser un tema de moda que por un auténtico intento de acusar de connivencia al poder político con el económico.

Formalmente, aparte de la buena puesta en escena, llama la atención la correcta utilización del flashback para ir contando, desde el presente en nuestros días, el infierno que vivió Dantés dos décadas antes en Cuba, cuando era un joven ingenuo que confió a pies juntillas en sus amigos, sin saber que estos le venderían sin que se les moviera una ceja. Esos flashbacks a veces se emparejarán en paralelo con escenas de la actualidad, para entender mejor el comportamiento de Dantés/Montecristo.

Uno de los hallazgos de la miniserie es el personaje de Sebastián Farias, equivalente al abate Farias de la novela original, solo que aquí... bueno, sin entrar en “spoilers”, diremos que tiene una “presencia” en la vida de Montecristo más allá de la fuga de la cárcel, constituyéndose en una especie de Pepito Grillo o conciencia del protagonista que le ayudará a tomar decisiones cuando las dudas en su cruzada vengativa le asaltan.

Estilización un tanto manierista del original de Dumas, este Montecristo resulta una versión libérrima y apañada aunque ciertamente irregular y con frecuencia impersonal de uno de los clásicos de la literatura popular mundial. La elección de William Levy para el papel protagónico, aparte de por estar coproducida por su productora, debe entenderse como un poderoso reclamo para el público, mayormente el hispanoamericano, que le conoce desde hace décadas por su intervención en múltiples telenovelas en aquel continente. Al margen de ello, Levy no es precisamente Laurence Olivier, ni seguramente lo pretende: creo que él sabe que es cortito como actor, así que le basta con poner cara seria, decir su papel (aunque tiene un problema de vocalización y silabeo importante, hasta el punto de que, al menos en España, es recomendable seguir sus diálogos con subtítulos) y de vez en cuando enseñar cacha. Del resto del reparto nos ha gustado muchísimo el actor sevillano Juan Fernández, que cada vez hace mejor los villanos: aquí el suyo es magnífico, un auténtico hideputa sin escrúpulo alguno. A Roberto Enríquez, que es buen actor, sin embargo no le salen demasiado bien los malos (valga el oxímoron...). De ellas destacaríamos a la mexicana Esmeralda Pimentel, en un personaje, la Haydée que en el original dumasiano era la esclava que compró Dantés siendo niña para hacerla su amiga y confidente, y que aquí es la fiel y dulce socia del protagonista, no tan secretamente enamorada de él. Bien también Silvia Abascal e Itziar Atienza; esta última se está convirtiendo en una presencia imprescindible y versátil en recientes series de éxito (Entrevías, Los pacientes del doctor García, Mentiras...).

Como curiosidad, los guionistas han utilizado algunos de los nombres de la novela dumasiana para cosas distintas a las del texto original: así, Dantés, ya en su fase de venganza, se oculta en el texto dumasiano, aparte de tras el nombre de Conde de Montecristo, también en el seudónimo Simbad el Marino... siendo Simbad el nombre de la “start up” que, en la serie, utiliza el protagonista como señuelo para las empresas de Mondego; en la novela, Dantés salva a su amigo Morrel del suicidio... mientras que, en la miniserie, Morel (con una sola “erre”) es el nombre del grupo encabezado por el villano Mondego... “Faraón” es el nombre del barco que se le hunde a Morrel y le causa la bancarrota en la novela, mientras que en la serie televisiva es el nombre que se le da al poderoso prisionero que, en la cárcel donde está Dantés, quiere hacer de él su “putico” (con trágicas consecuencias para el tipo, como cabía imaginar...). Por último, los guionistas se permiten un guiño a Dumas cuando Helena, la política que supuestamente iba para presidenta del gobierno en España, dos décadas atrás, en Cuba, cuando era la abogada de Edmundo, pero en connivencia con Mondego y Herrera, le habla a su cliente de Athos y Milady, dos de los personajes principales de Los tres mosqueteros, diciéndole que ambos se profesan “un amor destinado a hacerse sufrir mutuamente...”, quizá algo no demasiado lejano a la historia del propio Dantés y su amada Mercedes...


 


Montecristo - by , May 02, 2023
2 / 5 stars
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