Enrique Colmena

Si en los dos capítulos anteriores de este serial al que ahora ponemos punto final hablábamos de Pixar (en la primera entrega) y del cine de animación digital hecho por otras productoras norteamericanas (en la “seconda puntata”, como dicen los italianos), ahora toca ver cómo se ha afrontado la animación infográfica en otros países del mundo, que también han aportado su granito de arena (en el conjunto, bastante más que un granito…) a este nuevo venero de creatividad al que dieron carta de naturaleza John Lasseter, el boss de Pixar, allá por 1995 con la inicial, seminal, primigenia, estupenda Toy Story.


España

Haremos país, como parece lógico, y empezaremos por España. Si nuestros datos (y la imdb.com) no nos fallan, la primera película de animación digital que se hizo en España fue El bosque animado (2001), con título homónimo a otro filme, éste con actores de carne y hueso, El bosque animado (1987), multipremiado con varios Goyas en su momento. Ambas películas parten de la novela de Wenceslao Fernández Flórez, aunque lógicamente con un tratamiento muy distinto, estando el tono de la de animación digital en la línea de fábula protoecologista que, dicho sea de paso, es tan habitual en este formato. Codirigida por Ángel de la Cruz y Manolo Gómez, ganó el Goya a la Mejor Película de Animación y tuvo una carrera comercial bastante digna, teniendo en cuenta que no dispuso de la apabullante campaña de mercadotecnia típica de los blockbusters USA.

Donkey Xote (2007), en cuyo título confluían tanto Don Quijote como la palabra burro (en inglés “donkey”), estuvo dirigida por José Pozo, cuyo mayor éxito fue, sin duda, El Cid, la leyenda (2003), si bien ésta se hizo con animación tradicional. La utilización de clásicos de la literatura seguía siendo un buen venero, con ese Don Quijote de resonancias asnales, en la que es Rucio, el burro de Sancho Panza, el que cuenta la historia (con muchas libertades sobre el original) imaginada por Cervantes.

Las aventuras de Tadeo Jones (2012) se puede considerar, hasta el momento de escribir estas líneas, el éxito más importante de la animación digital española. Con dirección de Enrique Gato, consiguió una recaudación superior a los 18 millones de euros, sólo en España y en su exhibición en cines; aunque la calidad de su dibujo es objetivamente muy inferior al de Pixar, lo cierto es que conectó claramente con el público infantil hispano (en este caso se trata de una historia “muy de niños”, no hay la visión adulta típica de la mayor parte de los productos pixarianos), propiciando con ello la puesta en marcha de una producción mucho más costeada, Atrapa la bandera (2015), también con Enrique Gato a los mandos, cuya calidad de dibujo ha mejorado ostensiblemente, y que se ha lanzado con gran aparato propagandístico cuando se escriben estas líneas, augurando una repetición del éxito de Tadeo Jones.

Otro de los recientes grandes éxitos nacionales españoles en animación digital ha sido Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo (2014), de Javier Fesser (quien particularmente me parece que siempre hace cine de animación, sea con dibujos o con personas…), una trepidante historia con los célebres personajes inventados por Ibáñez.

El lince perdido (2008) fue la primera de las dos películas que la productora andaluza Kandor Graphics, auspiciada por Antonio Banderas, hizo dentro de los cánones de la animación digital. Tenía un tono también claramente ecologista, adaptada en este caso al muy andaluz entorno del lince ibérico; codirigida por Manuel Sicilia y Raúl García, gozó de cierta repercusión en taquilla, lo que animó a Banderas a su siguiente envite en la animación por ordenador, Justin y la espada del valor (2013), que sin embargo fracasó económicamente al tener un altísimo presupuesto y una muy inferior fortuna comercial.

Pero si hay una comunidad autónoma española que se ha especializado en cine de animación, ésa es Euskadi. Así, en aquella tierra se realizaron, bajo auspicios de Abra Producciones, el díptico Papá, soy una zombi (2011) y su secuela Dixie y la rebelión zombi (2014), ambas con evidentes influencias de filmes como La novía cadáver (2005), de Tim Burton. Dibulitoon, otra productora vasca, tiene ya una cierta filmografía en animación digital, destacando títulos como Cristóbal Molón (2006) y El corazón del roble (2013). A la firma euskaldún Baleuko corresponde el honor de haber sido (si nuestros datos no son erróneos) la primera productora autonómica en hacer animación digital, con Olentzero: Un cuento de Navidad (2002), todavía con una calidad de dibujo ciertamente endeble, pero cuyo valor estriba precisamente en su carácter de pionero en esta fórmula de animación por ordenador. Después han venido otras producciones de esta misma firma, también con la figura del Olentzero, o bien con otras temáticas, como El pez de los deseos (2012).


Hispanoamérica

En el vasto subcontinente americano de habla española, dos son los países que más han destacado en la animación digital, la República Argentina y Cuba. En Argentina, dos son los títulos fundamentales en este tipo de cine. Por un lado, Pérez, el ratoncito de tus sueños (2006), cuyo título en el gran país sudamericano fue El ratón Pérez, rodada en coproducción con España, con dirección de Juan Pablo Buscarini, sobre el célebre personaje infantil que supuestamente hace regalos a los niños que pierden los dientes de leche; el filme obtuvo un resonante éxito, lo que propició una segunda parte, Pérez, el ratoncito de tus sueños 2 (2008), ahora bajo la dirección de Andrés G. Schaer, ya sin tanta repercusión.

El otro título fundamental en el cine argentino de animación digital es, por supuesto, Futbolín (2013), que en Argentina se tituló Metegol, y que también fue coproducción hispano-argentina, en este caso con Juan José Campanella, el director de resonantes éxitos con actores de carne y hueso, como El hijo de la novia (2001) y El secreto de sus ojos (2009), a los mandos. Un gran éxito no sólo de taquilla sino también de crítica, y una lluvia de premios, jalonaron la carrera de esta notable película.

En cuanto a Cuba, cinematografía con tradición en dibujo animado tradicional, sobre todo de la mano del gran Juan Padrón, del que recordamos su Vampiros en La Habana (1985), la aportación más relevante en animación digital viene precisamente de su hermano, Ernesto Padrón, quien llevó a la pantalla, con coproducción española, Meñique y el espejo mágico (2014).


Europa

Alemania quizá sea el país que más ha cultivado la animación digital en el Viejo Continente. Por supuesto, a años luz de Estados Unidos, pero se puede decir que es donde más ha cuajado esta fórmula de contar historias (ya sabemos que no necesariamente para niños). Uno de sus primeros filmes sería En busca de la piedra mágica (2004), todavía de dibujo titubeante. Más tarde llegarían títulos como El caballero Don Latón (2013); Tarzán (2013), nueva aportación al infinito personaje imaginado por Edgar Rice Burroughs; y La abeja Maya. La película (2014), o como dar nueva vida en formato digital al delicioso personaje de la serie televisiva de los años setenta de Nippon Animation y ZDF. Los cuentos infantiles han sido revisitados en clave germana en El séptimo enanito (2014), y hasta la Biblia ha tenido su visión teutona en la reciente ¡Upsss! ¿Dónde está Noé? (2015).

La potente cinematografía de Francia, como no podía ser de otra forma, también ha echado su cuarto a espadas en animación digital. No son muchos los títulos que contabilizamos, si bien habría que destacar alguno tan tempranero como P3K. Pinocho 3000 (2004), una versión libérrima y futurista del personaje creado por Carlo Collodi. La mecánica del corazón (2013) supuso una apuesta por un cine de animación de mayor envergadura intelectual que la habitual en los cánones no pixarianos. Por fin, con Astérix. La residencia de los dioses (2014), se puso en pantalla grande, con dibujo digital, los famosos personajes creados por Goscinny y Uderzo.

El cine de animación digital se ha enseñoreado del “cartoon”. Ciertamente, a su lado la verosimilitud del dibujo tradicional palidece. Como todo en esta vida, nada vuelve atrás, si no es para reescribir, malamente, lo que ya se escribió, mejor o peor, en su momento. No caben lágrimas por el dibujo tradicional en cine, aunque si en algún momento el talento del ser humano vuelve a trazar figuras con el mero lápiz de grafito (o lo que lo sustituya: entiéndase un elemento manual de ese jaez), será, como no puede ser de otra forma, bienvenido. Porque, al final, el talento no es cuestión de forma, sino de fondo…