Glosados los audiovisuales televisivos que durante los años sesenta, setenta y ochenta contaron con la firma de Antonio Gala en sus libretos cinematográficos, toca en este segundo capítulo hacer lo propio con su intervención en películas rodadas para ser exhibidas en la gran pantalla, además de una coda final con la curiosidad de conocer las adaptaciones que de su obra se han hecho en el extranjero, en un país muy concreto, un país que, además, está muy lejos de la órbita cultural española, como veremos.
Antonio Gala en el cine
No deja de ser curioso que, de las seis veces en las que Gala ha estado involucrado, de una u otra manera, en proyectos cinematográficos, lo ha sido prácticamente en todas las formas posibles de participar en películas que se pueden dar habitualmente para un escritor: así, ha escrito textos propios elaborados expresamente para la pantalla, ha adaptado una obra teatral propia, ha versionado una obra teatral ajena, y ha cedido los derechos de dos novelas propias pero sin intervención en el guion de ninguna de ellas.
A mediados de la segunda mitad de la década de los sesenta, Antonio Gala tiene ya prestigio como autor teatral: ha estrenado en 1963 su primer gran éxito, Los verdes campos del Edén, con el que conseguiría el prestigioso Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca. A partir de 1964 ha comenzado también a colaborar en Televisión Española, como hemos visto en el anterior capítulo. En 1968, quizá como una evolución lógica a sus guiones para televisión, Gala da el salto al cine como autor del argumento y guion (este escrito junto a Miguel Rubio) de Digan lo que digan, coproducción hispano-argentina rodada fundamentalmente en Buenos Aires, vehículo a mayor gloria del cantante Raphael, entonces (como hoy, aunque en otro registro) muy popular en España e Hispanoamérica, en una historia con divo de la canción, un hermano del que se siente alejado (no solo físicamente) en Argentina, y un posible reencuentro. Más allá de la calidad del proyecto, bastante cuestionable, aunque en taquilla tuvo notable repercusión (más de dos millones de espectadores), la película supuso el primer encuentro con Mario Camus, que la dirigió, y con el que Gala colaboraría en varios audiovisuales posteriores, como por ejemplo Si las piedras hablaran y Paisaje con figuras, como ya hemos visto en el capítulo anterior.
En Esa mujer (1969), de nuevo con Mario Camus en la dirección, la aportación de Gala será la historia original en la que se basaba el relato, así como los diálogos y el guion, en un nuevo vehículo al servicio de la estrella de turno, en este caso Sara Montiel, en una historia más bien folletinesca con monja violada y niña nacida de ese abuso, que llegará con el tiempo a convertirse en estrella de la canción; en aquella época este tipo de historias, aunque ahora nos parezca mentira, tenían mucho predicamento popular... De hecho, casi 1,4 millones de espectadores fueron a verla.
A finales de esa década, Gala prueba con otra de las opciones para un guionista, en este caso escribir la adaptación de un texto ajeno. Es lo que hace con Pepa Doncel (1969), sobre el drama teatral original de Jacinto Benavente, estrenado en 1928, en la que Gala compartirá los quehaceres de guionista y dialoguista con el propio director del film, Luis Lucia, uno de los más conspicuos realizadores del cine franquista. La historia también se puede catalogar de folletinesca, con protagonista llegada a las clases altas de la sociedad desde el mismísimo arroyo, con dimes y diretes sentimentales, aunque también con cierta carga social contra los plutócratas. La película tuvo una mediana aceptación popular, en torno a los 700.000 espectadores, pese a contar al frente del reparto con una Aurora Bautista que volvía a estar en el candelero en esa década (tras su época de cine patriótico, con Locura de amor y Agustina de Aragón, entre otras) con el éxito de La tía Tula.
La cuarta participación de Gala en un proyecto cinematográfico nos trae una nueva fórmula: en Los buenos días perdidos (1975) el escritor cordobés se encargará de adaptar su propia obra, coescribiendo el guion junto a Miguel Rubio, habiendo sido estrenado el texto sobre las tablas en 1972, y siendo su protagonista cinematográfico el mismo que la interpretó sobre las tablas, Juan Luis Galiardo, con dirección de Rafael Gil, por cierto otro de los cineastas franquistas por antonomasia. La pésima acogida en taquilla, con apenas 220.000 espectadores (el país, en vísperas de la muerte de Franco, estaba ya a otra cosa), no ayudó precisamente a que las adaptaciones al cine de las obras galianas tuvieran continuidad.
De esta forma tendrán que transcurrir casi dos decenios para encontrarnos con la quinta película en la que Gala estuvo involucrado. Aquí ensaya una nueva fórmula: el escritor cordobés se limita a vender los derechos de La pasión turca, su segunda novela, publicada en 1993, tras su debut en el formato novelístico unos años antes con El manuscrito carmesí, con la que había conseguido el Premio Planeta. La película, también titulada La pasión turca (1994), contó con guion y dirección del barcelonés Vicente Aranda, que haría una versión muy erótica de la historia de Gala, muy llevada a su terreno, una historia en la que una joven casada, Desideria Oliván (no es nombre escogido al albur, por supuesto: recordemos que “desiderium”, en latín, es “deseo”...), de mortecino matrimonio, encuentra una relación de tórrido sexo con su guía turco en un viaje por el país del antiguo imperio otomano. Con Ana Belén como la excitada Desideria y el actor franco-griego Georges Corraface como el objeto de la pasión de la mujer, sin embargo Gala expresó su descontento sobre la versión de Aranda, objetando su excesiva recurrencia a las escenas de sexo. Sin embargo, el público, mayoritariamente, respaldó esta adaptación, con un millón y cuarto de espectadores que pasaron por taquilla para verla.
Si La pasión turca no concitó el entusiasmo de Gala, sí contó con ello la versión que se hizo unos años después de su tercera novela. El film, como el texto literario, llevará también el título de Más allá del jardín (1996), y en ella Gala se limita, de nuevo, a vender los derechos de su obra, aunque en este caso lo hace con la seguridad (según su punto de vista, por supuesto) que le da el hecho de que sea su amigo Mario Camus, con el que tanto ha colaborado, quien se encargue del guion, no así de la dirección, que correrá a cargo del vasco Pedro Olea. Con Concha Velasco al frente del reparto, estamos ante una historia (de nuevo) de insatisfacción sexual, pero sobre todo vital, la historia de Palmira Gadea (qué buenos nombres suele poner Gala a sus personajes...), mujer sevillana de clase alta, con problemas de relación con su marido y de incomunicación con su hija y con su hijo, por diversas causas, y cómo una tragedia personal la empujará a dar un brusco cambio de timón en su vida. A pesar de contar con excelentes mimbres (Gala en el texto original, Camus en su adaptación, Alcaine en la lujuriante fotografía, el exquisito Nicola Piovani en la música), quizá el hecho de encargar la dirección a un Pedro Olea que ya venía de vuelta, tras sus primeros grandes éxitos (Tormento, Pim, pam, pum... ¡fuego!, Un hombre llamado Flor de Otoño), no fue la decisión más acertada. Cabe imaginar qué podría haber hecho con este material el propio Camus si se hubiera encargado de la puesta en escena, aunque en esa época el cineasta santanderino estaba inmerso de lleno en la preparación de dos proyectos (Adosados, El color de las nubes) en los que estaba muy implicado y que, sin duda, hizo imposible la asunción de esta nueva adaptación galiana. El público, que aunque a veces pueda parecer lo contrario, no es tonto, dio la espalda a la versión de Más allá del jardín, a pesar del atractivo de una diva como Concha Velasco al frente de un entonado reparto, y la película se estrelló (poco más de 300.000 espectadores) en taquilla, cortando ya, quizá para siempre (al menos hasta ahora), la posibilidad de nuevas adaptaciones de la obra de Gala.
No obstante, cuando se escriben estas líneas se anuncia la grabación de una nueva versión de La pasión turca, en una miniserie de 6 episodios, en este caso bajo los auspicios de producción del grupo Atremedia, dentro del auge que las series televisivas han alcanzado en los últimos años con las plataformas de “streaming”. Eso sí, de la sinopsis que se conoce se deduce que, muy probablemente, estaremos ante una versión libérrima del libro de Gala, en la que, para empezar, cambian el nombre a la protagonista, que ya no se llamará Desideria (pensarán que es un nombre muy cateto... qué daño ha hecho el abandono de las Humanidades...) sino Olivia, obviamente tomado del apellido del personaje de la novela, Oliván, e introduciendo una intriga policial que en absoluto estaba en el texto del cordobés...
Adaptácie Antonia Gala na Slovensku
O, si el traductor en línea que hemos utilizado no miente, “Adaptaciones de Antonio Gala en Eslovaquia”. Y es que, efectivamente, cuando ya en España se habían dejado de hacer versiones de la obra de Gala, ni en películas ni en series, será la Slovenská televízia (STV), la televisión pública eslovaca, la que llevará, a finales del siglo pasado, dos obras del cordobés a la pequeña pantalla de su país. La primera de esas adaptaciones será Seneca (1998), versión del drama teatral de inspiración clásica Séneca o el beneficio de la duda, estrenada por primera vez en Bilbao en 1987, con José Luis Pellicena en el papel del filósofo cordobés. La versión eslovaca, dirigida por el veterano realizador Jozef Bednárik, con guion de Marek Madaric y protagonizada por Elo Romancik, se extendía a lo largo de ochenta minutos, y fue emitida a través de la televisión pública el 16 de noviembre de ese año de 1998.
La segunda de las adaptaciones realizadas en Eslovaquia, también por el mismo operador televisivo público, será Prstene pre dámu (1999), o, lo que es lo mismo, Anillos para una dama, la obra teatral de gran éxito que Gala estrenó en 1973 en Madrid, con María Asquerino como Jimena, la mujer del Cid, en una visión desmitificadora del famoso Campeador. De la dirección de esta versión eslovaca se encargó Yvonne Vavrová, mientras que el papel protagonista de la esposa de Ruy Díaz de Vivar lo encarnó Anna Javorková.
--Las películas Digan lo que digan, Esa mujer y Los buenos días perdidos están disponibles en FlixOlé.
--La película La pasión turca está disponible en Disney+, HBO Max y FlixOlé.
--La película Más allá del jardín está disponible en Disney+, Movistar+, FlixOlé y RTVE/Play.
(Los datos de asistencia de espectadores a salas de cine que figuran en este artículo proceden de la página web del Ministerio de Cine y Deportes: https://sede.mcu.gob.es/CatalogoICAA).
Ilustración: Ana Belén y Georges Corraface, en una imagen de La pasión turca (1994), de Vicente Aranda, sobre la novela homónima de Antonio Gala.
Próximos capítulos: Antonio Gala, guionista de películas y programas de televisión dirigidos por Claudio Guerin.